domingo, 25 de agosto de 2013

Descarriló «La Bestia». Ahora sí el tren de la muerte.

Descarriló «la Bestia». Esta es la versión breve de la nota de Reforma:

"Viven migrantes tragedia en tren" 
Carlos Marí / Corresponsal
Villahermosa, México (25 agosto 2013).- Al menos cuatro muertos y más de 30 
Tomada de Twitter
lesionados, en su mayoría migrantes centroamericanos, dejó esta madrugada el descarrilamiento de un tren de carga conocido como "La Bestia", en el Municipio tabasqueño de Huimanguillo.

El accidente se registró al filo de las 3:00 horas, en un tramo al que solo se puede llegar en lancha, ubicado a unos ocho kilómetros río abajo del poblado Francisco Rueda, limítrofe con el de Las Choapas, Veracruz.

(Aquí Wikipedia sobre el tren, la nota de Milenio puede verse aquí y la de Grupo Reforma aquí.)

«La Bestia» me recuerda este video. Las Patronas son mujeres que se han dejado "transformar" por la necesidad de los migrantes que viajan en ese tren. Hacen poco, pero para quienes van en el tren, es mucho.


Las Patronas son ejemplo de lo que quiere decir el artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Este tipo de derechos sólo tienen sentido cuando percibimos en nuestra «razón y conciencia» que el otro tiene una dignidad que me interpela. Sólo cuando se sale al encuentro de esa dignidad, se percibe en segundo lugar la propia dignidad y sus derechos. 

O esa experiencia de empatía-solidaridad se hace realidad –en el idioma de Confusio se dice «Ren»- o los derechos humanos se convierten en una barrera que protege sólo a un átomo de soledad que exige beneficios. 

Vaya una oración por las víctimas de ese accidente y sus familias.

jueves, 22 de agosto de 2013

Sócrates: feo pero valiente.

(Un post para completar la clase sobre la Apología y el Critón, ambos de Platón)

Más feo que mandar a la abuela por droga. Aparentemente, Sócrates era feo. Muy feo. En el Teeteto, Sócrates pregunta a Teodoro si conoce a algún joven ateniense que fuera un buen conversador. Teodoro le habla de Teeteto y lo describe así:
Feo con «f» de Sócrates
«Sin embargo [Teeteto] no es bello, y no te enfades conmigo, pero el caso es que se parece a ti, porque tiene la nariz chata y los ojos prominentes, aunque en él estos rasgos están menos acentuado (Teeteto, 143e)» 
Chato de nariz respingada, de ojos grandes y redondos como cangrejo. En el Banquete de Platón, Alcibiades dice que por fuera parecía Sileno (aquí) (viejo, gordo y raro, dios de la embriaguez) o con cierto aire al sátiro Marsias, anciano y feo (aquí) [Banquete, 215a-c; 216d; 221d-e, las citas a parecen al final]. Y en el Fedón, que narra los últimos momentos de Sócrates, Platón recuerda su actitud serena... y su mirada:

«Al tiempo tendió la copa a Sócrates. Y él la cogió, y con cuánta serenidad sin ningún estremecirmemo y sin inmutarse en su color ni en su cara, sino que, mirando de reojo, con su mirada tauri­na, como acostumbraba. (Fedón, 117b)»  

En otro Banquete, pero de Jenofonte, Critóbulo se burla de Sócrates diciendo que es más feo que todos los silenos (4.19), y se sirve con la cuchara grande un capítulo más adelante, donde Sócrates responde a Critóbulo burlándose de sí mismo: con sus ojos grandes, como cangrejo, ve a todos lados; con su nariz chata y respingada huele hacia todas direcciones; y con su boca, muerde más que su interlocutor.  No por nada, Aristófanes en Las Nubes, para criticar y burlarse de Sócrates, le dice: «[tú que,] caminas con paso arrogante por las calles, lanzas miradas de reojo [con esos ojazos], soportas descalzo muchas cosas desagradables y presumes a costa nuestra.» (Las Nubes, 362).

Feo sí. Pero correoso, valiente y aguantador. Alcibiades recuerda a Sócrates como soldado. Buen camarada, recio, –le salvó la vida- y un porte y carisma poco común. (El Banquete 219d-220a, 220d y 221a). El último párrafo merece un ¡Ayamonchis!. Por ahí se verá la burla de Aristófanes convertida por Platón en alabanza a su maestro:
«Todas estas cosas, en efecto, me habían sucedido antes; mas luego hicimos juntos la expedición contra Potidea y allí éramos compañeros de mesa. Pues bien, en primer lugar, en las fatigas era superior no sólo a mí, sino también a todos los demás. Cada vez que nos veíamos obligados a no comer por estar aislados en algún lugar, como suele ocurrir en campaña, los demás no eran nada en cuanto a resistencia. En cambio, en las [220a] comidas abundantes sólo él era capaz de disfrutar, y especialmente en beber, aunque no quería, cuando era obligado a hacerlo vencía a todos; y lo que es más asombroso de todo; ningún hombre ha visto jamás a Sócrates borracho. […] 
Eso sí, valiente y aguantador
Y ahora, si queréis, veamos su comportamiento en las batallas, pues es justo concederle también este tributo. Efectivamente, cuando tuvo lugar la batalla por la que los generales me concedieron también a mí el premio al valor, ningún otro hombre me salvó sino éste, que no quería abandonarme herido y así salvó a la vez mis armas y a mí mismo […] 
[Cuando el ejército huía de Delión] [...] Se daba la circunstancia de que yo estaba como jinete y él [a pie] con la armadura de hoplita. Dispersados ya nuestros hombres, él y Laques se retiraban juntos. Entonces yo me tropiezo casualmente con ellos y, en cuanto los veo, les exhorto a tener ánimo, diciéndoles que no los abandonaría. En esta ocasión, precisamente, pude contemplar a Sócrates mejor que en Potidea, pues por estar a caballo yo tenía menos miedo. En primer lugar, ¡cuánto aventajaba a Laques en dominio de sí mismo! En segundo lugar, me parecía, Aristófanes, por citar tu propia expresión, que también allí como aquí marchaba «pavoneándose y girando los ojos de lado a lado» observando tranquilamente a amigos y enemigos y haciendo ver a todo el mundo, incluso desde muy lejos, que si alguno tocaba a este hombre, se defendería muy enérgicamente. Por esto se retiraban seguros él y su compañero, pues, por lo general, a los que tienen tal disposición en la guerra ni siquiera los tocan y sólo persiguen a los que huyen en desorden.»
-o- 

Platón, Banquete:

215c. [...] Pues en mi opinión es lo más parecido a esos silenos existentes en los talleres de escultura, que fabrican los artesanos con siringas o flautas en la mano y que, cuando se abren en dos mitades, aparecen con estatuas de dioses en su interior. [...] 
216.d. [...] Veis, en efecto, que Sócrates está en disposición amorosa con los jóvenes bellos, que siempre está en torno suyo y se queda extasiado, y que, por otra parte, ignora todo y nada sabe, al menos por su apariencia. ¿No es esto propio de sileno? Totalmente, pues de ello está revestido por fuera, como un sileno esculpido, mas por dentro, una vez abierto, ¿de cuántas templanzas, compañeros de bebida, creéis que está lleno? Sabed que no le importa nada si alguien es bello, sino que lo desprecia como ninguno podría imaginar, ni si es rico, ni si tiene algún otro privilegio de los celebrados por la multitud. [...]
221d. [...] Pero como es este hombre, aquí presente, en originalidad tanto él personalmente como sus discursos, ni si quiera remotamente se encontrará alguno, por más que se le busque, ni entre los de ahora, ni entre los antiguos, a menos tal vez que se le compare a él y a sus discursos, con los que he dicho: no con ningún hombre, sino con los silenos y sátiros.

Jenofonte, Banquete, 5.5-7
«¿Sabes entonces para qué necesitamos los ojos?». «Evidentemente, para ver». «En ese caso, mis ojos son ya más hermosos que los tuyos». «¿Cómo es eso?». «Porque los tuyos sólo ven en línea recta, mientras que los míos, por ser muy saltones, ven también de lado».  «¿Quieres decir», respondió, «que el cangrejo tiene los ojos más bellos?». «Sin duda», respondió, «pues tiene los ojos mejor conformados para su fuerza». «De acuerdo, pero ¿qué nariz es más hermosa, la tuya o la mía?». «Yo creo», dijo, «que la mía, si efectivamente los dioses nos pusieron la nariz para oler, pues las ventanas de la tuya miran hacia tierra, mientras que las mías son respingonas hacia arriba, de modo que pueden captar los olores de todas partes». «¿Y cómo va a ser una nariz chata más hermosa que una nariz recta?». «Porque no levanta barrera, sino que permite a los ojos ver directamente lo que desean. En cambio, una nariz alta levanta con arrogancia una muralla entre los ojos». «Pues en cuanto a la boca», dijo Critobulo, «desde luego me doy por vencido, pues si se ha hecho para morder, tu puedes dar mordiscos más grandes que yo, y, por el hecho de tener labios gruesos, ¿no crees que también deben ser más dulces tus besos?». «Oyéndote hablar», dijo Sócrates, «da la impresión de que tengo la boca más fea que los burros. Pero como prueba de que soy más bello que tú ¿no incluyes el hecho de que las náyades, diosas como son, dan a luz a los silenos, que se parecen a mí mucho más que a ti?». 

martes, 20 de agosto de 2013

La abuela en "All the world's a stage"

"All the world's a stage" es un monologo que aparece en "As you like it" de Shakespeare. La vida humana se cataloga en siete etapas, en las siete edades del ser humano. El infante, el escolar, el amante, el soldado, el sabio, el viejo y el senil. Al igual que en una obra de teatro, cada personaje tiene su sitio y su tiempo. El personaje entra en escena sin pedirlo -le toca- y sale del escenario aunque no lo quiera.
La Abuela

Hace unos días el Papa Francisco (aquí) recordaba que en los ancianos son depositarios de la memoria de una familia y un pueblo. ¿Cómo eras de chico? ¿Cómo se cocina el plato que te gusta? ¿Cómo va el cuento de la Caperucita? ¿Por qué serie de valores vale la pena regir la propia vida? ¿Por qué no hay mal que dure cien años ni pndj que lo soporte? ¿O en qué caso concreto sucedió aquello de que «Dios aprieta pero no ahorca», o «para atrás ni para agarrar vuelo»? ¿Cuál es la historia de tu familia y de la que tu formas parte? Los abuelos tienen mirada de largo alcance y memoria que ha repasado una y otra vez los sucesos de la vida.

Dice Shakespeare: «La escena final // de tan singular y variada historia // es la segunda niñez // y el olvido total, // sin dientes, sin ojos, sin gusto, sin nada». El último acto de entrega de los abuelos, después de habernos entregado su memoria, es quedarse sin ella... vivir como niños que repiten lo mismo una y otra vez, sin lógica y sentido. Son como niños que ven sin cansarse la misma película y no se hartan de repetir el mismo cuento. Antes de dejar el escenario de forma definitiva, el abuelo -sabiéndolo o no-, vuelto un niño, nos interpela y obliga a salir de nosotros mismos: «¿Pondrás en práctica conmigo lo que te he enseñado que vale la pena?»

Abajo está el monólogo completo en inglés y luego en español. 

Por cierto. Hoy mi abuela cumple 91 años. 


All the world's a stage

All the world's a stage,
And all the men and women merely players;
They have their exits and their entrances,
And one man in his time plays many parts,
His acts being seven ages. At first, the infant,
Mewling and puking in the nurse's arms.
Then the whining schoolboy, with his satchel
And shining morning face, creeping like snail
Unwillingly to school. And then the lover,
Sighing like furnace, with a woeful ballad
Made to his mistress' eyebrow. Then a soldier,
Full of strange oaths and bearded like the pard,
Jealous in honor, sudden and quick in quarrel,
Seeking the bubble reputation
Even in the cannon's mouth. And then the justice,
In fair round belly with good capon lined,
With eyes severe and beard of formal cut,
Full of wise saws and modern instances;
And so he plays his part. The sixth age shifts
Into the lean and slippered pantaloon,
With spectacles on nose and pouch on side;
His youthful hose, well saved, a world too wide
For his shrunk shank, and his big manly voice,
Turning again toward childish treble, pipes
And whistles in his sound. Last scene of all,
That ends this strange eventful history,
Is second childishness and mere oblivion,
Sans teeth, sans eyes, sans taste, sans everything.



El mundo es un gran teatro

El mundo es un gran teatro,
y los hombres y mujeres son actores.
Todos hacen sus entradas y sus mutis
y diversos papeles en su vida.
Los actos, siete edades. Primero, la criatura,
hipando y vomitando en brazos de su ama.
Después, el chiquillo quejicoso que, a desgana,
con mochila y radiante cara matinal, cual caracol 
se arrastra hacia la escuela. Después, el amante, 
suspirando como un horno y componiendo baladas 
dolientes a la ceja de su amada. Y el soldado,
con bigotes de felino y pasmosos juramentos,
celoso de su honra, vehemente y peleón,
buscando la burbuja de la fama
hasta en la boca del cañón.Y el juez, que, 
con su oronda panza llena de capones,
ojos graves y barba recortada,
sabios aforismos y citas consabidas,
hace su papel. La sexta edad nos trae
al viejo enflaquecido en zapatillas,
lentes en las napias y bolsa al costado;
con calzas juveniles bien guardadas, anchísimas
para tan huesudas zancas; y su gran voz
varonil, que vuelve a sonar aniñada,
le pita y silba al hablar. La escena final
de tan singular y variada historia
es la segunda niñez y el olvido total,
sin dientes, sin ojos, sin gusto, sin nada. 



lunes, 12 de agosto de 2013

«The Phoenix and the Turtle»: el amor tiene la razón.


«The Phoenix and the Turtle» es un poema de Shakespeare (aquí lo que dice Wikipedia) donde describe con asombro lo que sucede cuando muere uno de los «amantes perfectos». Los que se aman, dos seres «separados» en su individualidad, sólo se compre[he]nden a sí mismos como «concordes».

Si Pascal se conforma con aquello de «el corazón tiene razones que la razón no entiende», Shakespeare  va más allá: sólo cuando se ama, la razón se orienta, prepara y capacita para conocer adecuadamente a la persona en su existencia más auténtica. El corazón que ama tiene la razón y contiene las razones y motivos que iluminan el objeto de lo que la razón «ve». La razón va un paso detrás... (pero «va»). 

Aquí tres versiones de las últimas dos estrofas del poema: la original, una traducción «profesional» de Edison Simons y una más libre. 

The Phoenix and the Turtle

Reason, in itself confounded
Saw división grow together
To themselves yet either-niether 
Simple were so well compounded
That it cried how true a twain
Seemeth this concordant one!
Love hath reason, reason none
If what parts can so remain


El Fenix y la Paloma (trad. Edison Simons)
La razón, en sí misma confundida
Vio junta crecer la división
Ante sí mismos, ni uno ni otro empero 
Tan bien compuestos estaban los simples
Que ella gritó: ¡cuán verdadero par
Parece este uno concordante!
El Amor tiene razón, la razón ninguna
Si así pueden quedar las partes

Traducción «libre»
La razón se confunde a ella misma
Pues vio simultáneamente a dos separados
Pero ante ellos mismos, sin embargo,
ni el uno ni el otro lo estaban 
Así, tan unidos vivían esos individuos
Que ella gritó: «¡qué verdadero par
parecen existir en un con-corazón (concordante)»!
El amor tenía la razón, la razón no
Si es que así de unidas pueden permanecer dos partes.
La razón se pasma ante la unidad de corazón, «con-cordancia», que sobrepasa al primer dato racional: la muerte los ha separado. No se trata, como Pascal, que la razón no tenga motivos y el amor sí, o que los motivos de ambos sean contrarios. Se trata más bien que el amor tiene las razones verdaderas y ofrece las verdaderas razones para «ser de verdad». En inglés se utiliza la expresión «ser de verdad» para decir «ser fiel». 

Dicho de otra forma: el amor muestra el valor y dignidad de la otra persona, la hace «más» inteligible o mas bien, «auténticamente» inteligible.

Como mis papás cumplen 42 años de casados el 14 de agosto, les regalo esta entrada.


1971-2013
Creditos Finales: La idea la tomé de un artículo de John Finnis, «Foundations of practical reason revisited». American Journal of Jurisprudence, vol. 50, 2005. En Español se publicó en «Persona y Derecho» como «Revisando los fundamentos de la razón práctica», vol 64, 2011; la traducción es de Carlos Massini. 


viernes, 9 de agosto de 2013

Edith Stein y la verdad: un encuentro que me llama.

El nueve de agosto de 1942, murió Edith Stein en un campo de concentración nazi. En una ocasión escribió una carta a su amigo Roman Ingarden (aquí) donde le compartía sus preguntas -su debate interior- respecto a la corresponsabilidad de la persona en los acontecimientos en que ella misma se ve envuelta. Por un lado es forzada por las circunstancias a tomar postura y actuar libremente (¿no es contradictorio?). Al mismo tiempo, es incapaz de controlar las consecuencias de sus decisiones (¿entonces qué tan libre soy de verdad?): «Emotivamente me encuentro en un conflicto interior insoluble. Me esfuerzo una y otra vez por comprender, pero inútilmente, el papel de los seres humanos en la historia del mundo».
Edith Stein, enfermera, 1915

Si no controlo el contexto en que decido y me veo forzado a decidir, ni tampoco controlo domino las consecuencias de lo decidido, ¿qué sentido tiene la libertad si en definitiva no puedo darle un sentido a la historia de mi vida?  ¿Su «hacia dónde voy»? ¿O mas bien el misterio de la libertad es preguntarse «hacia dónde me llevan»?
«Recientemente me he sumergido en el versículo del Evangelio de Lucas: “El hijo del hombre se va, como está decretado. Pero ¡ay de aquel por quien será entregado!”. ¿Valen [son aplicables] estas palabras para todos? Nosotros causamos los acontecimientos y somos responsables [de ellos]. Sin embargo, no sabemos lo que hacemos ni podemos parar el curso de la historia, aunque lo rechacemos. Ciertamente no es fácil de entender»
Este problema la acercó al problema de la historia y la religión. Tiempo después escribió -sin ser creyente todavía- una carta a su hermana Elsa:
«Es preciso únicamente no encerrarse en el pequeño tramo de vida que puede abarcarse con la propia mirada y, sobre todo, no quedarse en lo que aparece claro en la superficie [...] De todos modos, la vida es demasiado complicada como para que pueda imponérsele un plan de mejora, por sabio que sea, y prescribirle definitiva y claramente cómo deberían ir las cosas. Te das cuenta de que todo esto no va dirigido contra ti. Es más, creo que, en parte, estás de acuerdo conmigo. Solo quería transmitirte la convicción de que el desarrollo –cuyo resultado solo dentro de unos márgenes muy estrechos podemos prever y, en proporciones aún más exiguas, condicionar– es un bien al final de todo»
Parece que al pensar la historia, Edith descubre en ella una presencia no sólo humana, que integra, da sentido y ofrece esperanza al conjunto de escenas dispersas que parecen suceder en la biografía de cada persona. En su carta a Ingarden escribe:
«Además, según mi opinión, la religión y la historia convergen cada vez más, y me parece que los cronistas medievales, que consideraban que la historia del mundo está englobada entre el pecado original y el juicio universal, fueron más sabios que los especialistas actuales, los cuales, basándose en hechos científicamente probados, han perdido el sentido de la historia. Naturalmente, estas aperçus no tienen pretensión alguna de cientificidad»   
Por eso no le extraña, ya en 1918, escribir a su amigo después del shock que produjo en ella la muerte de su amigo Adolf Reinach y la reacción serena de la viuda:
«No sé si de mis afirmaciones precedentes ha podido colegir que estoy acercándome cada vez más a un cristianismo absolutamente positivo. Me ha liberado de una vida deprimente, dándome fuerza para aceptar de nuevo y con gratitud la vida. Por tanto, puedo hablar de un renacimiento en el pleno sentido de la palabra. Pero esta nueva vida está íntimamente ligada a los acontecimientos vividos en este último año, de los que nunca renegaré; los tendré siempre muy presentes [...] No los he catalogado como episodios. Todo lo ocurrido significa para mí mucho más, y ni a mi ni a usted deben crearnos la ilusión de una "felicidad" aparente, que en mi opinión no es real y que incluso me asusta más que atraerme»
De esta forma, contestar en verdad y con verdad preguntas del tipo «¿quién soy yo?, ¿cuál es la historia de mi vida?», o «¿cómo es que escribo mi biografía? ¿Libre? Sin duda, pero ¡¿cómo le doy sentido a mi libertad?!» consiste en comprender cómo es que somos «vistos» en totalidad por Alguien, que nos invita y acompaña a permanecer junto a Él; que nos ofrece una última escena hacia la que nos co-dirige y nos co-dirigimos. El problema de la verdad es sobre todo el problema de la verdad sobre mi mismo y esto sólo se resuelve en la lógica de un encontrarse y una llamada. Y ese encuentro salva, libera y da sentido.

Edith murió porque quiso que su vida pendiera del sutil hilo de ese encuentro, incluso si eso significaba compartir el destino de los de su raza (judía) y la experiencia de los su religión (católica).

La reliquia de Edith Stein que tengo en mi escritorio