jueves, 29 de octubre de 2015

«La Patricia», la Playa y el Cuadro.

Foto: Scott Kelly, Museo del Prado
ATENCIÓN: Para comprender esta entrada es necesario haber experimentado dos eventos: un atardecer y la compasión. Porque todo depende de un «You know it when you see it». De lo contrario, no entenderás na'a.

Las fotos de Patricia tomadas desde el espacio mostraban el tamaño del huracán y nos permitían imaginar la fuerza de la naturaleza. No somos los primeros que experimentamos el asombro ante la fuerza del mar y el riesgo de ser tragados por su furia. La teología judía aprovechó esta sensación para explicar dos ideas: el significado de estar a salvo y el papel de los amigos y de los que nos aman.
En el mar nos hundimos. Ahí el agua nos puede tragar. Dentro de él, probamos una obscuridad que nos envuelve y sentimos la inestabilidad de no tener dónde sostenernos. Salir a la costa es otra manera de experimentar la redención. Hemos sido rescatados del poder de la obscuridad y del riesgo de perecer. Ponerse de pie en la playa nos permite contemplar la majestuosidad de esa fuerza, que al mismo tiempo, tememos como lo opuesto a la tierra, como amenaza al espacio vital del hombre. Y ahí, desde la arena, el mar como riesgo se convierte en posibilidad de asombro por la belleza de un atardecer que se renueva cada día.
La playa significa entonces, vencer el riesgo de perecer en el mar. Es, por una parte, un límite impuesto a la potencia del mar –«¡Hasta aquí llega tu amenaza!»-. Por otro lado, desde la playa, la furia intimidante del mar, se transforma en una invitación a ver su belleza y participar de ella. 
Foto: Scott Kelley
En el museo del Prado hay un cuadro que recoge el mismo problema, pero resuelto no en un elemento material como lo es la playa, sino anclado en el corazón de la persona. Se llama El Descendimiento de la Cruz, del pintor flamenco Rogier van der Weyden. Es la pintura de un judío condenado a muerte que es bajado de la cruz. Dos de sus amigos sostienen el cadáver, mientras se giran para entregárselo a la madre del difunto. La pintura es una fotografía del momento en que los amigos sujetan a los que han sido devorados por la muerte o por la angustia. 
¿En qué se parece El Descendimiento y el mar? En los dos sitios un hombre ha sido tragado por la obscuridad, el mal se los ha comido. No hay tierra firme para sostenerse. De forma que, en este cuadro o en una experiencia así, ¿cuál es el equivalente a la playa, cuál es el lugar de redención, qué es lo que le quita la última palabra al poder de la angustia, del mal y la muerte?
Es en la compasión, en la solidaridad de los amigos, en la compañía por amor, en la empatía y solidaridad que recibimos sin esperar nada a cambio, donde la muerte y el mal retroceden. «¡Hasta aquí llega tu amenaza! ¡No dejaremos que tu lógica ahogue el corazón!» En el cuadro, los amigos lloran por que reconocen el mal ante ellos; pero lo superan y se liberan de él a través del amor, de la empatía y de la solidaridad ante el que sufre. Esa es su playa. Ya podrán ver la belleza del amanecer.  Van der Weyden no oculta el mal y el dolor, como las fotos mostraban la fuerza del huracán, pero el pintor no se ceba en la tragedia: pone ante nuestros ojos el valor de la compasión, la fuerza del amor. Abre una puerta a la esperanza. 
Si no es posible ir al museo del Prado, al menos hay que ir al mar o atesorar la compasión  y la empatía que nos han regalado amigos y familiares. Es una forma de recordar ese: «¡Hasta aquí llega tu amenaza!» con que la playa marca un límite al mar.

2 comentarios:

  1. ¡Hasta aquí llega tu amenaza! Atractiva sentencia también para pensar en las puertas de un hogar. Mucha amenaza de el ambiente se termina donde en efecto se encuentra uno en el único lugar donde se es querido sólo por ser; la familia.

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  2. ¡Hasta aquí llega tu amenaza! Atractiva sentencia también para pensar en las puertas de un hogar. Mucha amenaza de el ambiente se termina donde en efecto se encuentra uno en el único lugar donde se es querido sólo por ser; la familia.

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