domingo, 17 de septiembre de 2017

Recibir un regalo

Grushenska y Alishoa

En una de las escenas, quizá, más estremecedoras de Los hermanos Karamazov, Grushenska afirma conmovida:
–No sé, no tengo ni idea, no sé lo que me ha dicho; le ha hablado al corazón, ha puesto patas arriba mi corazón... Ha sido el primero que me ha tenido lástima, el primero y el único, ¡eso es! ¿Por qué no has venido antes? [...] Toda la vida he estado esperando a alguien como tú, sabía que vendría alguien así y me perdonaría. Creía que a una mujer tan despreciable como yo también podían quererla, sin buscar únicamente mi perdición...
Alishoa le había regalado una mirada especial. Un obsequio que podría ser descrito como  «eres alguien  valioso para mí. Eres un don inmerecido para mí». O en palabras de Alishoa, «he encontrado un tesoro: un alma capaz de amar». 

¿A qué tipo de regalo se refiere Dostoyevsky? Una cocacola tiene un precio y la puedo recibir gratis en un centro comercial. Pero el escritor ruso no describe ese tipo de obsequios. Él habla de la entrega de aquello que no tiene precio pero lo vale todo: «¿quién soy yo ante tu mirada? ¿Soy alguien de quien obtienes un beneficio; me buscas porque me lo he ganado; o simplemente porque has descubierto en mí a alguien que lo merece todo sin tener precio?»

Esa mirada no se puede robar, forzar o manipular. No hay obligación de ofrecerla, no hay un deber de regalarla. Se da solo porque sí. Por eso Grushenska afirma asombrada: «–¡Voy a echarme a llorar! ¡Claro que voy a echarme a llorar! Me ha llamado hermana, ¡jamás lo olvidaré!»

Tal vez la única reacción ante ese tipo de regalos es el grito inevitable que nace de la conmoción, el asombro sobrecogedor del alma: «me han regalado lo inmerecido. Se han convertido en obsequio solo para mí; me han dado lo que no se gana: ni con mi esfuerzo, ni con mi talento, ni con mi derecho. Ha sido entregado solo porque sí». Es la mirada que sacude: you rocked my world!

Quizá nos pasa -mea culpa!- que olvidemos la cualidad esencial del regalo: ser obsequio inmerecido. Incluso algo tan cotidiano como ver a todo color. ¿Por qué no fuimos ciegos o daltónicos? ¿Por qué existe un mundo que nos asombra y conmueve? ¿Valoramos esa capacidad como regalo?  En este video se palpa la conmoción de quien descubre que un obsequio le permite ahora ver el regalo del color  (desde el 1:15, si hay prisa):


Puesta en música, esa experiencia se oye así:


sábado, 9 de septiembre de 2017

La comida del Costco: una clave para la interpretación jurídica


Lo propio del jurista es ajustar las reivindicaciones de las partescon la inherencia de las cosas, con la dignidad de las personas. El argumento que construye implica un ejercicio de interpretación. Aquí va un ejemplo de una parte de ese proceso de elección y valoración. En Hawaii unos policías catean sin orden judicial la camioneta de unos sospechosos. La autoridad alega que tenían motivos razonables para hacerlo. La mayoría del tribunal de alzada piensa que sí. 

En una conversación interceptada por la policía, los acusados Penitani y Faagai se citan en un Costco para comprar comida. Para la policía –y la mayoría de los magistrados- era raro que la reunión  se pactara en una tienda a 32 kms, y no en una más cercana, a 8kms. Había indicios que por «comida» los acusados entendían  «droga» y por eso se justificaba el registro. Pero en su voto disidente, al magistrado Kozinski le parece sorprendente algo de sentido común y experiencia cotidiana: la comida del Costco:
«Many people go to Costco to buy food. If talking about shopping for food at Costco were sufficient to justify a search, many of us would be searched by the police twice a week—thrice right before Thanksgiving».
Pero si iban sólo a comprar alimentos, ¿no es sospechozo que hubieran quedado en un sitio cuatro veces más lejano? Kozinski sugiere que la decisión la podrían haber tomado como lo hacen las mamás. La mía una vez me dijo: «¡Mi'jito! ¡Tráeme sal de Culiacán porque la que compro aquí en Guadalajara no sabe igual. La comida no me queda bien». Dice Kozinski (los corchetes y las negritas son añadidos míos):
«The majority deems it “unlikely that Faagai and John Penitani met at the Kapolei Costco to shop for food” because there was another Costco much closer to downtown Honolulu. But as savvy shoppers know, not all Costcos are the same. For example, the Kapolei location [la lejana] is twenty years newer than its downtown Honolulu counterpart [la cercana], and features a “fresh deli.” [...] These are entirely innocent reasons for preferring the Kapolei store».
¡Claro! «Hay que ir al otro Costco porque ahí sí venden Fresh Deli y está más nueva». ¡Levante la mano quién no a comprado así su despensa! Para Konzinski esta interpretación de los hechos dejaría sin motivos razonables (probable cause) el cateo impugnado. Los acusados se han comportado como haría cualquiera. Por eso, concluye el magistrado disidente:
«I dissent, and I’m off to Costco to buy some food».