sábado, 28 de marzo de 2015

Remedios para el «agüite» por un desamor


Salomé baila ante Herodes. El Rey y Juan perdieron la cabeza (Bayerische Staatsbibliothek, Clm 835, f. 137)

En «Sueños de una noche de verano», Shakespeare nos deja esta perla: «The course of true love never did run smooth (Act 1, Scene 1)» que podría traducirse como «El río del amor jamás fluyó tranquilo». En otras versiones en español la he encontrado como  «El verdadero amor nunca fluye con facilidad» o «Siempre serpentea el camino del amor». Si cuando el amor es correspondido, nos es difícil identificar y describir qué es «lo-que-amo-de-ti» cuando digo «te-amo»,  la desilusión amorosa nos golpea, sorprende y deja sin palabras en mayor medida: ¿por qué se murió lo que alguna vez me ilusionó tanto? ¿Ha sido un error haber quemado el corazón ahí?

En Orgullo y Prejuicio, Jane Austen parece convencida de que algún beneficio se obtiene del mal de amor. Mr. Bennet, papá de la protagonista, se apunta socarronamente una fina ironía. No hay como el bullying formativo de tus propios padres:
La señora Bennet seguía aún extrañada y murmurando al ver que Bingley no regresaba; y aunque no pasaba día sin que Elizabeth le hiciese ver claramente lo que sucedía, no parecía que la madre dejase de extrañarse. Su hija intentaba convencerla de lo que ella misma no creía, diciéndole que las atenciones de Bingley para con Jane habían sido efecto de un capricho corriente y pasajero que cesó al dejar de verla; pero aunque la señora Bennet no vacilaba en admitir esa posibilidad, no podía dejar de repetir todos los días la misma historia. Lo único que la consolaba era que Bingley tenía que volver en verano.
El señor Bennet veía la cosa de muy distinta manera.
–De modo, Lizzy ―le dijo un día―, que tu hermana ha tenido un fracaso amoroso. Le doy la enhorabuena. Antes de casarse, está bien que una chica tenga algún fracaso; así se tiene algo en qué pensar, y le da cierta distinción entre sus amistades. ¿Y a ti, cuándo te toca? No te gustaría ser menos que Jane. Aprovéchate ahora. Hay en Meryton bastantes oficiales como para engañar a todas las chicas de la comarca. Elige a Wickham. Es un tipo agradable, y es seguro que te dará calabazas.
―Gracias, papá, pero me conformaría con un hombre menos agradable. No todos podemos esperar tener tan buena suerte como Jane.
―Es verdad ―dijo el señor Bennet―, pero es un consuelo pensar que, suceda lo que suceda, tienes una madre cariñosa que siempre te ayudará.
El de Aquino le dedica una cuestión de la Summa Theologica a ofrecernos cinco remedios contra la tristeza (S.Th. I-II q.38):
(1) La delectación. Aunque en esta cuestión de la Summa Tomás sólo menciona  el término delectatio sin ofrecer ejemplos, algunos cuatro o cinco años después, al escribir la II-II, sugiere como ejemplos a la risa, el juego, el oír a un juglar o a un cómico, el contar chistes -«palabras y acciones jocosas»-. Podríamos sumar dos: vaciar una botella de vino o cantar. Quien no se ríe es tosco, rústico e irracional, concluye en la S.Th. II-II q.168 a.4co.
(2) También funciona el llanto o el sueño. El primero,  desparrama [disgregatur] la tensión interior del alma y la saca por los ojos-, y el segundo plancha las arrugas del alma.
(3) Otro remedio es la compasión y la compañía de los amigos, gracias a los cuales me doy cuenta que «no estoy solo».
(4) Una experiencia estética -Tomás la llama  contemplación de la verdad-. (5) Un largo y lento baño con agua caliente.
El paso del tiempo y mantener una sana separación, preparan un remedio para el desamor que se aplica a la distancia; a saber, recordar y guardar en memoria dos movimientos de todo amor. Por una parte, rememorar lo valioso que se veía en el antiguo amor. Esto es así, porque si algo nos llamó la atención de aquella persona es por que aquello realmente tenía -y todavía tiene- que ver conmigo, aquello es para mí, y por eso exigía mi cuidado e interés. La otra cara de la moneda, el segundo aspecto de este remedio para el desamor, es reconocer aquello del propio corazón que se puso de manifiesto gracias a aquel encuentro. Casi siempre es en el contexto de un amor cuando vemos tocamos nuestro propio corazón. Porque lo llevamos al abismo, porque nos lo jugamos del todo. Sólo así lo «vemos».

Espero que te sirva.

jueves, 26 de marzo de 2015

Platón y la Música en la Construcción de la Democracia


Hace casi 2400, Atenas había sido derrotada por Esparta. La gran Atenas, la potencia militar, económica y política había sido derrotada por los no tan sofisticados espartanos. Esta circunstancia histórica obligó a filósofos, historiadores e intelectuales a buscar comprender y aclarar el origen y raíces de ese colapso. Una de esas explicaciones la ofrece Platón, el famoso filósofo ateniense. Su libro «La República» inicia con un debate sobre el origen de lo justo. Se preguntó por qué la falta esta virtud entendida como armonía causó que la gran polis se redujera a cenizas. ¿Cuál sería el primer paso que habría que dar para reconstruir una comunidad? ¿Cómo Atenas habría de educar a sus jóvenes para superar la crisis?

Platón sugiere que el primer ladrillo para la construcción de una democracia es la educación musical. ¿Por qué? Si la justicia de una ciudad es reflejo de las personas justas, y si la justicia es la armonía de una persona ajustada, entonces es la música la que nos introduce y acostumbra a que nos guste la armonía y nos arraiga en lo afinado. Dicho de otro modo: la música afinada, coherente y liberadora, fomenta que nos guste una familia ordenada, un trabajo ajustado, unas emociones afinadas... y una sociedad armónica, con cadencia y equilibrio, etc. La música, según Platón, afina el corazón para que a su vez busquemos replicar ese orden en las acciones. Esas serán las que construyen la sociedad. En resumen: dime qué música escuchas y te diré qué tipo de armonía estarás dispuesto a construir.

Pues bien, quizá podemos aprovechar el consejo de Platón y someter nuestros gustos musicales a un pequeño ejercicio de toma de conciencia: si ya me gusta esa armonía, ¿cómo puedo conectarla con el resto de equilibrios, cadencias y acordes que construyo en la sociedad en la que vivo? Le pregunté a un amigo experto en música  me recomendó tres cosas:

a) Conocer el contexto, los motivos y el esfuerzo que le llevó al autor a componer esa canción que nos emociona. Con ello nos capacitamos para identificar mejor el mensaje incorporado en la canción. Así, la música ya no sólo será arrebato de emoción; será también compartir con el autor un valor, una idea o una experiencia.

b) Salir de la zona de confort musical. Es lógico que escuchemos nuestra música preferida. Pero así como cuando comenzamos a hacer deporte los primeros ejercicios nos dejan adoloridos por el esfuerzo, también habrá que esforzarse por conocer y escuchar música que nos puede parecer difícil. Me refiero a la música clásica. Ninguna película que hemos visto, la hemos gozado sin una orquesta que agregue intensidad a lo ahí relatado. De igual modo no le tengamos miedo a una pieza de Vivaldi, Tchaikovsky, Beethoven, Handel o Bach. No le tengamos miedo a gastar nuestro tiempo a buscar nuestras emociones y experiencias en aquellos que llamamos clásicos. 

c) Hacer memoria, volver a ser consciente de las conexiones que existen entre la música que me gusta y las personas y valores que descubro en ella. Ya sea por que la asocio a una experiencia de la infancia o a algún encuentro especialmente entrañable. La experiencia de la belleza, algo que sin duda sucede con la música, sólo fructifica si nos pone en camino hacia el bien que captamos en lo bello y si nos pone en relación con otros. Si somos conscientes de qué valores, sentimientos y personas aparecen ante nosotros con una pieza musical que nos gusta, entonces puedo ir a buscar esa armonía tanto en esos sentimientos como en las personas que me rodean.

Platón pensaba que para que la música pudiera ser el primer paso de una democracia esta debía despertar la inteligencia, fomentar la disciplina personal y promover el ímpetu, el ánimo, el coraje. Una música que pensamos, con la que dialogamos y que la compartimos, nos acostumbra a la armonía. Un buen gusto musical afina nuestra brújula moral con la orientamos nuestras elecciones. 

¿Y si le hacemos caso a Platón?

Va un fragmento de la República (401c-402a) y al final una video:

«Así los jóvenes, como si fueran habitantes de una región sana, extraerán provecho de todo, allí donde el flujo de las obras bellas excita sus ojos o sus oídos como una brisa fresca que trae salud desde lugares salubres, y desde la tierna infancia los conduce insensiblemente hacia la afinidad, la amistad y la armonía con la belleza racional. [...] 
—Ahora bien, Glaucón, la educación musical es de suma importancia a causa de que el ritmo y la armonía son lo que más penetra en el interior del alma y la afec ta más vigorosamente, trayendo consigo la gracia, y crea gracia si la persona está debidamente educada, no si no lo está. Además, aquel que ha sido educado musicalmente como se debe es el que percibirá más agudamente las deficiencias y la falta de belleza, tanto en las obras de arte como en las naturales, ante las que su repugnancia estará justificada; alabará las cosas hermosas, regocijándose con ellas y, acogiéndolas en su alma, se nutrirá de ellas hasta convertirse en un hombre de bien.
Por el contrario, reprobará las cosas feas —también justificadamente— y las odiará ya desde joven, antes de ser capaz de alcanzar la razón de las cosas; pero, al llegar a la razón, aquel que se haya educado del modo descrito le dará la bienvenida, reconociéndola como algo familiar.»


domingo, 22 de marzo de 2015

Derecho y el ranking 2015.

Ranking 2015 de Licenciaturas en Derecho de Grupo Reforma
Hoy se publicó el Ranking 2015 de grupo Reforma. Ya lo sabemos, mide la opinión de los buscadores de talento (empleadores). Al igual que el año pasado, pienso que no da para mucho validar la calidad de una Universidad  a partir de lo que piensan los empleadores. Algo dice, por supuesto, pero la Universidad no ha de medirse sólo por ese factor. La Universidad no sólo credencializa -valida que se sabe hacer algo-, sino que también introduce en una tradición de pensar y comprender la relación de la persona con el mundo, con los otros y con Dios. Pone en contacto al alumno con una red de personas que lo incorporan a una forma de pensar y de vivir.

Si un bachiller quisiera utilizar un ranking para orientar su decisión sobre dónde estudiar, sugiero que ese medidor se haga a partir de dos factores: (1) Qué porcentaje de lo que prometió la Universidad que ofrecería por su misión institucional realmente se ofrece y (2) Qué porcentaje de lo que el alumno creía que encontraría, realmente lo ha transformado, cómo lo ha educado y formado ese cumplimiento de la misión institucional.

Y «nimodo»: si dicen que ese es nuestro lugar, nos han firmado un cheque que ahora hemos de fondear. Felicidades a mis colegas. 

Aquí está el link para ver el del DF y aquí el de Guadalajara (en ambos casos se requiere suscripción).

jueves, 19 de marzo de 2015

Carmen, la cadenita y José el «conspiracionista»



Imaginemos a José. José suele explicar con pasión hechos complejos como una gran conspiración. «Los ataques del 11 de septiembre fueron un autoatentado organizado por el propio gobierno gringo» «A Carmen de seguro el gobierno la quiere silenciar».  La conspiración que denuncia José suele ser una obra de relojería por la precisión, la cantidad de personas que tuvieron ser convencidas, compradas o manipuladas; los conspiradores, un grupo de personas poco identificables, obscuras y de mucho poder. 

El filósofo keniata Quassim Cassam ha publicado hace unos días un ensayo donde describe el calado intelectual de quien con facilidad se explica el mundo que lo rodea a base de conspiraciones. Su argumento es el siguiente: así como el deporte require unas virtudes para ejercitarse adecuadamente, también al pensamiento le corresponden sus propias virtudes y sus respectivos defectos. El conspiracionista llega a esas conclusiones, sostiene Cassam, no por que le falten datos, sino por los vicios en su propio carácter intelectual. 

Por ejemplo, desde los eventos del domingo, Carmen ha utilizado su página web personal y las redes sociales para manifestar su fuerte desacuerdo y hacer eco a quienes la apoyan. En los últimos dos días, ha publicado 104 tweets, ofrecido casi 3 mil links, y acumulado 502,945 interacciones -el análisis lo saqué con twitonomy-. Si a eso le sumamos su espacio en CNN, podemos preguntarnos, ¿no es tan absurdo que alguien se plantee silenciar a alguien con esos medios si claramente han sido ineficaces? O los perseguidores de Carmen son muy tontos o realmente la conspiración no existe.  ¿No se podrían interpretar estos hechos más bien como el lamentable desacuerdo entre un patrón que siente que su empleado abusó de recursos de la empresa? 

José explica su conclusión algo dudosa -«Ha de ser el gobierno el que la quiere silenciar»- con una afirmación ya comprobada -«Es que fue Carmen quien publicó el escándalo de la Casa Blanca»-. José, para salir de la duda exige información: «Alguien ha estar detrás, ¡que nos diga MVS quién es!». Pues bien, si efectivamente hay alguien detrás, difícilmente MVS lo dirá. Y si no existe nadie detrás, ¿cómo mostrar lo que no existe?  En ambos casos, José el conspiracionista puede confirmar su sospecha: «Ya ven, debe haber alguien detrás muy poderoso por que no nos dice quién es». Carmen ha subido en uno de sus tuits, que la defensa de Brozo ha sido bloqueada en Estados Unidos. El tono de la nota genera duda ¿es conspiración de alguien contra Carmen o simplemente se trata la práctica común de restringir geográficamente el contenido de un video? 

Honestamente, ¿no nos faltan datos para llegar a una conclusión así? No quiero resolver aquí si efectivamente hay o no un intento de represión y censura, sino sólo hacer notar que si realmente hay una conspiración, al menos yo tendría que conocer más datos de lo que realmente han hecho los distintos actores. El hecho de que alguien se beneficie de lo sucedido, no necesariamente implica que lo ha provocado. Como en la piñata: yo me beneficio de los dulces cuando es otro el que la rompe.

No quiero detenerme en la conclusión de José, sino en las cualidades intelectuales que lo inclinan a ver conspiraciones. Cassam, el filósofo al que nos referíamos, sostiene que en el modo de pensar del conspiracionista han arraigado vicios como la candidez, el descuido, la negligencia, la pereza, la rigidez, el prejuicio, la falta de rigor, la insensibilidad para los detalles, etc. El conspiracionista se cree fácilmente aquello que desea y se aferra a lo primero que se le ocurre. Y este es un vicio del carácter intelectual, no es un problema por la falta de datos.

¿Cómo educar al conspiracionista que todos llevamos dentro? Ya hemos dicho algo: no creerse lo primero que se nos ocurre, recordar que nos creemos con facilidad aquello que deseamos que suceda. Además, si existen vicios en el pensamiento, también existirán sus virtudes: la apertura de mente, la curiosidad, el rigor, el diálogo, la paciencia -no siempre comprendemos todo a la primera, ni captamos todas sus implicaciones de una sola mirada-. Si somos usuarios de redes sociales, ayuda seguir a personas que nos incomodan... cuando pisan cayo reconocemos que quizá no hemos pensado lo suficiente nuestras propias convicciones.

Entre José, la conspiración y MVS, no nos queda más que seguir aquello de la Sonora Dinamita: «Carmen, se me perdió la cadenita, que tu me regalaste»... ¡Se me perdió la cadenita... argumentativa!





jueves, 12 de marzo de 2015

Arendt y el carácter político de la amistad

Arendt y su amiga Mary McCarthy

Se ha publicó un nuevo trabajo sobre Hanna Arendt, una de las más importantes filósofas del siglo pasado, de la que ya hemos dicho algo en otras ocasiones. Ella estudió con detalle, entre otras cosas, la naturaleza de la política y de la construcción de la sociedad a partir de personas libres. Estaba convencida que la maduración de sus ideas no habría sucedido sin un nutrido grupo de amigos que logró tener cerca de sí. Se sabe, por ejemplo, que mientras resolvía su situación migratoria antes de huir de Alemania -era judía durante el régimen nazi-, enviaba a su profesor y amigo Karl Jasper paquetes de comida y medicinas, para que él y su esposa sobrellevaran la persecución nazi en Alemania. El estudio de esa red de amigos le permite al profesor Jon Nixon hilvanar una historia de no tanto de una filósofa, sino principalmente una amiga necesitada de compañía a cambio de compartir ideas. Nixon, no se escribe con la intención de explicar el concepto de amistad en Arendt; le interesa mostrar las amistades concretas y los gestos de lealtad en los que se implicó la filósofa que fueron delineando las ideas políticas que ahora estudiamos con interés.

El libro se llamaría en español algo así como «Hannah Arendt y el carácter político de la amistad». Arendt solía decir que ella no amaba a ningún pueblo, por que aquello es una abstracción. Sólo se quiere a personas concretas. Del mismo modo, querer a la patria, amar a México es una frase hueca si no se es amigo del mexicano que tengo al lado. Si nuestras relaciones familiares nos introducen en las preguntas sobre el origen de mi propia vida y la tradición a partir de la cual interpretamos su sentido, es a través de los amigos que experimentamos el mundo de lo público y nuestra responsabilidad ciudadana. Es decir, a partir del diálogo y nuestra interacción con los amigos, es como descubrimos las necesidades de nuestra comunidad, imaginamos junto a ellos el tipo de sociedad que queremos construir, gracias a ellos nos implicamos en su construcción. 

Saul Austerlitz señala en su opinión sobre el libro que 
«Arendt experimentaba la amistad como un espacio protegido gracias al cual las ideas podría ser descubiertas, cribadas, curtidas y pulidas. Ideas que iluminaban la vida pública. Sus amigos eran sus compatriotas intelectuales, y su lealtad sin límites hacia ellos, una expresión de su profundamente asentada apreciación por su amabilidad. La amistad fue un concepto recurrente para una mujer que pasó gran parte de su vida como una refugiada entre refugiados, una judía expulsada de su propio país de origen, a la deriva en países extranjeros. Fue su amuleto protector, al mismo tiempo un símbolo de los valores que habían sido aplastados bajo el peso del totalitarismo. El nazismo se propuso erradicar cualquier rastro de libertad humana. La alegría y compasión propia de la amistad era el símbolo de la rebelión contra la inhumanidad del fascismo» 
[En definitiva], sin una larga y genuina amistad, que compuesta a partes iguales por lealtad, afecto, picardía y lucha compartida, estaríamos solos en el mundo. [...] "La amistad -dice Nixon-, fue para Arendt, y lo es también para nosotros, un ejercicio de aprendizaje permanente. La amistad fue para ella y es también para nosotros, la manera en la que aprendemos a vivir juntos"»
Para Arendt, la esperanza de la amistad es la verdad que constituye la condición necesaria con la que entiende la política: El elemento político de la amistad, ese diálogo sincero entre los amigos que pueden entender la verdad inherente en la opinión del otro.

lunes, 2 de marzo de 2015

Maestro, Colegial y depositado: Abelardo y Eloísa.


He terminado de leer Eloísa y Abelardo, de la medievalista francesa Régine Pernoud. La verdad al principio sólo me llamaba el chisme. También era atractivo para mí que el libro fuera escrito por Pernoud a la que le tengo confianza por las buenas biografías que le he leído como la de Juana de Arco. Además, le conozco unas muy interesantes descripciones de la Edad Media, o de la mujer en aquella época

Buscaba chisme, pero lo que encontré reflejada, para mi sorpresa, fue la crisis del amor que he visto en varios amigos jóvenes -algo que incluso puse aquí en el blog «Nació para ser mucho, y no fue nada»-. Por si fuera poco, también me tropecé con algo que no esperaba, una fórmula sumamente audaz de lo que es el matrimonio para un cristiano. Una joya. Es una explicación y una fórmula cuyo realismo encarnado, bastante atrevido, es la única manera de describir aquello que se quiere anunciar. Sólo si de dice así, el cristianismo puede ser coherente con lo que anuncia. 

Advierto que la entrada es un poco larga y al final una teología de un no-teólogo. Paciencia.

El chisme

Se conocieron en la Schola en 1115. Ella tendría alrededor de veinticinco años cuando su tío Fulberto contrató al maestro más famoso de la Universidad más prestigiosa de Occidente. Pedro Abelardo rondaba los 36 cuando convenció, -manipuló es más preciso- a Fulberto para ser profesor de su sobrina Eloísa. Y pues... sucedió. Es Abelardo quien lo describe en su Historia Calamitatum:
«Cuanto menos habíamos gustado estas delicias, con más ardor nos enfrascamos en ellas, sin llegar nunca al hastío [...] Con pretexto de la ciencia nos entregábamos totalmente al amor. Y el estudio de la lección nos ofrecía los encuentros secretos que el amor deseaba. Abríamos los libros, pero pasaban ante nosotros más palabras de amor que de la lección. Había más besos que palabras. Sepius ad sinus quam ad libros reducebantur manus. Con mucha más frecuencia el amor dirigía nuestras miradas hacia nosotros mismos que la lectura las fijaba en las páginas. [...] ¿Puedo decirte algo más? Ninguna gama o grado del amor se nos pasó por alto (p. 66. Las citas son de esta edición
Eloísa tampoco ahorra palabras. El maestro Pedro Abelardo era rockstar y ahora sólo suyo: «¿Qué reina o gran mujer no envidiaría mis placeres y mi cama?» Cuando el tío los descubre, el filósofo y su alumna huyen a casa de la hermana de aquel mientras nacía su hijo. Después, para reconciliarse con Fulberto, Abelardo le ofrece casarse en secreto con Eloísa. Ella viviría como residente en el convento de Argenteuil y él seguiría como profesor en la Abadía de St.Denis. Abelardo sería esposo de Elosía sin perder ni su fama ni arriesgar sus privilegios como docente.

El talentoso maestro no es más que un cobarde colegial.

Eloísa rehusa el matrimonio. No quiere ver a Abelardo reducido a hombre corriente que cambia pañales en lugar de preparar lecciones magistrales. Aunque le duele perder su libertad, la alumna le presenta al profesor otros argumentos para disuadirlo de la boda.  Renine Pernaud escribe, que no son los inconvenientes para ella los que deberían mover a Abelardo:
«Es la calidad misma de su amor su causa: amor absoluto y perfecto en la medida en que puede concebirse alguna perfección humana. [...] La calidad de su amor exige que sea gratuito [...] Un amor tan absoluto, tan exigente que no puede aceptar el verse recompensado, que se alimenta, en cierto modo, de su propio don, que es todo ofrenda y rechaza todo lo que pudiera tener algún viso de retribución (86-87)»
Con el paso de los años Eloísa reprochará con dureza la insensibilidad o mejor dicho, la ignorancia del maestro Pedro:
«Dios sabe que nunca busqué en ti nada más que a ti mismo. Te quería simplemente a ti, no a tus cosas. No esperaba los beneficios del matrimonio, ni dote alguna. Por último nunca busqué satisfacer mis caprichos y deseos, sino -como tu lo sabes- los tuyos. El nombre de esposa parece ser más santo y más vinculante, pero para mí la palabra más dulce es la de amiga y, si no te molesta, la de concubina, o meretriz. Tan convencida estaba de que, cuanto más me humillara por ti, más grata sería a tus ojos y también causaría menos daño al brillo de tu gloria (p. 88)»
Una «esposa» tendría derechos, pero no así «concubina», «meretriz» o «amiga». Él se llevaría todos los beneficios, ella sólo las cargas. Para Eloísa, el amor es entrega de sí misma hasta lo sublime. La única recompensa de un amor así, es permanecer junto a quien se ama. No se trata sólo de tener con quién conversar, o acceso fácil a alguien que «me comprenda y me tenga paciencia». Tampoco es sólo un bien importante que ha de equilibrarse con los beneficios de la vida profesional y el prestigio. Mucho menos un trofeo que presumir: «Así como la ves de inteligente y linda, ella es mía». Eloísa sólo concibe el amor como un donarse que se encuentra en esa entrega. Ha comprendido que el auténtico amor es el que hiere para salir de sí mismo, el que corre el riesgo de quedarse sin nada por que ella es lo único que se ofrece a cambio. Abelardo no lo vio. El profesor agudo, el orador experto en lógica, no pasaba de ser colegial del corazón. Un amor nació en él pero no lo puso en movimiento. No arriesgaba nada. El maestro Pedro ofreció matrimonio para no perder los privilegios y su fama como profesor. Quería a Eloísa, pero estaba más enamorado de su posición que de ella. Dice Pernaud:
«Eloísa va más lejos en el amor por que es mujer y, en tanto que mujer, muestra su genio en la entrega de sí. Y será también por ser mujer y emplear la intuición femenina por lo que penetrará de golpe en el corazón de lo real (89)» 
«Eis videlicet corporis mei partibus amputatis»

Abelardo no ve bien y sigue con su plan. Pide a su esposa que entre en el convento no como pupila o residente sino bajo el velo de novicia. Ahí la visita, y en carta a Eloisa recuerda: «Y sabes lo que ahí mi incontrolada incontinencia hizo contigo en el lugar mismo del refectorio, no teniendo otro lugar donde retirarnos (p. 92)». Fulberto intentaba lavar su honor anunciando el matrimonio secreto, pero Abelardo lo traiciona repitiendo que Eloísa era novicia. Abelardo describe la venganza del tío:
«Cierta noche, cuando yo me encontraba descansado y durmiendo en una habitación secreta en mi posada, me castigaron con una cruelísima e incalificable venganza, no sin antes haber comprado con dinero a una criada que me servía. Así me amputaron -con gran horror del mundo- aquellas partes de mi cuerpo con las que había cometido el mal que lamentaba. Se dieron después a la fuga (92)»
Humillado, el profesor Abelardo se incorpora como monje a la Abadía de St.Denis. Con el paso del tiempo, Eloísa se convertirá en Priora de su convento. Pero en cuando la Abadía de St. Denis recupera jurisdicción sobre el edificio conventual de Argenteuil en 1129, Eloísa se queda sin techo junto a todas sus monjas. Pedro Abelardo le ofrece refugio en un convento fundado y construido por él siete años antes. Tiempo después, Abelardo publica su Historia Calamitatum y las dificultades de su esposo llegan a oídos de Eloísa. Esto dio pie a la Abadesa para reanudar su correspondencia con su marido. 


La crisis de Eloísa

La estructura de las cartas se puede seguir aquí y en el libro de Pernoud. En estas cartas, entre  recriminaciones, dudas teológicas, preguntas pastorales y de dirección del convento, se escucha el grito de Eloísa. Su relación con Abelardo, así como sucedió sin edulcorantes y misticismos, fue para ella algo real. Así es como amó a su profesor. ¿Cómo reconciliar su penitencia por haber ofendido al Dios que ahora sirve, si ella realmente amó a su maestro con su cuerpo? ¿Cómo Eloísa es capaz de integrar a «Eloísa amante» con «Eloísa Abadesa»? Si había amado a Abelardo con su cuerpo, ¿cómo negar que aquello fue real, que la hizo sentir viva, que fue el modo en que expresó su amor sin negarse a ella misma? 
«Es muy fácil acusarse a sí mismo confesando los propios pecados, así como afligir el cuerpo con una manifestación externa de penitencia. Pero es mucho más difícil apartar el alma del deseo de las pasiones que más nos agradan. [...] Aquellos placeres de los amantes -que yo compartí con ellos- me fueron tan dulces que ni me desagradan ni pueden borrarse de mi memoria. Adondequiera que miro, siempre se presentan ante mis ojos con sus vanos deseos. Ni siquiera en sueños dejan de ofrecerme sus fantasías... Debería gemir por los pecados cometidos y, sin embargo, suspiro por lo que he perdido... los hombres dicen que soy casta, porque no saben lo hipócrita que soy. [...] Dios sabe que, en todas las ocasiones de mi vida, temí ofenderte a ti más que a Él y que quise agradarte a ti más que a Él (p. 204-205)»
Abelardo responde e intenta consolarla: 
«En un momento en que yo quería reternerte sólo para mí y para siempre, pues te amaba desmesuradamente, Él ya planeaba servirse de esa oportunidad para que los dos nos convirtiéramos a Él. Si con anterioridad no hubieses estado unida a mí en matrimonio, seguirías fácilmente en el siglo [haciendo quien sabe qué cosas añadirían las abuelas] [...] Por una especie de santo presagio de tu nombre, te marcó para que fueras especialmente suya, llamándote Eloísa, nombre que procede del mismo nombre de Dios, esto es, Elohim (p. 207)»
Eloísa se veía hipócrita. Era incapaz de rezar sin negar al mismo tiempo lo que había experimentado por Abelardo. Éste le compone una oración tal y como ella se lo ha pedido. El esposo deletrea las palabras con las que su mujer habría de adorar a Dios. La palabra latina ad-oratio significa también contacto boca a boca, beso, abrazo, es decir, amor. Eloísa y Abelardo lo sabían, y sabían que Abelardo enseñaba así  a besar a Dios:
«Nos uniste y no separaste, Señor, cuando y como te plugo. Ahora, pues, termina felizmente lo que, misericordioso, comenzaste. Y, a los que separaste en el mundo, únelos perennemente contigo en el cielo... (p. 207)»
¿Una respuesta así, lo es de verdad? ¿Realmente el nudo de Eloísa ha sido desatado? ¿O es simplemente una cobardía más de Abelardo que abandona a su mujer en la duda? La respuesta del maestro Pedro sólo es válida si ese Cristo al que hace referencia realmente es capaz de impregnar de fuerza y sentido el cuerpo-orientado-a-ti de Abelardo y Eloísa. Sólo es solución si Cristo repara la instrumentalizacióncosificación del otro por el otro. En definitiva, Pedro tendrá razón si es real que Cristo es capaz de recomponer una relación basada sólo en la biología, únicamente en la interacción de líquidos o en sentimientos intensos para ampliarla e integrarla en la vida digna de una persona

«Aquel que fue tuyo, Cristo lo custodia para ti». 

El maestro Pedro murió en 1142 en el Priorato de St.Marcel-de-Chalon a los 63 años. Pedro el Venerable, el famoso santo abad de Cluny, lo había recibido camino de Roma a defenderse contra una condena de herejía por un concilio regional. Ahí hablaron de Eloísa y las dudas con las que su esposa se debatía. Al morir Abelardo, la Abadesa del Oratorio del Paráclito escribe al Venerable y le solicita los restos de su marido. El santo Abad aprovecha la oportunidad para animar a Eloísa a no quedarse en el pasado, ni consumirse con nostalgias estériles. 
«Todavía seguimos siendo favorecidos [por la presencia] de aquel que fue tuyo. Me refiero a aquel que, a menudo y siempre, se ha de llamar y ser honrado como el servidor y verdadero filósofo de Cristo, el maestro Pedro [...] Aquél, sí, aquel -venerable y carísima hermana en Cristo- con quien, después de tu unión en la carne, estás ahora unida por un mejor y más fuerte lazo del amor divino, con el que y bajo el que has servido tanto tiempo al Señor, a aquel, digno, que en tu lugar, o como otro tú, Dios abraza en su seno y te lo guarda para devolvértelo a ti por medio de su gracia...»
¡Qué fuerte! Para Pedro el Venerable, Dios es garante del amor que se tuvieron. Presenta a Cristo como protector y depositario de Albelardo. Él custodia, redime y eleva la carne que fue de Eloísa, para que en su momento, aquella vuelva a ser suya. En otras palabras: «Mi'jita, aiga sido como aiga sido, esa carne que deseaste y gozaste, esa que te hizo sentir viva, esa misma te espera ahora redimida y purificada en Cristo para que vuelvas a unirte a ella. Para que vuelvas a sentirla ahora integrada en toda la persona, en todo Dios. No te arrepientas de lo que has sentido. Llévalo a Cristo y acrisolados sus cuerpos serán uno en la Carne de Cristo.»

Aiga sido como aiga sido. Entregado para ser redimido. Ahí te espera. El Señor lo custodia.