jueves, 12 de marzo de 2015

Arendt y el carácter político de la amistad

Arendt y su amiga Mary McCarthy

Se ha publicó un nuevo trabajo sobre Hanna Arendt, una de las más importantes filósofas del siglo pasado, de la que ya hemos dicho algo en otras ocasiones. Ella estudió con detalle, entre otras cosas, la naturaleza de la política y de la construcción de la sociedad a partir de personas libres. Estaba convencida que la maduración de sus ideas no habría sucedido sin un nutrido grupo de amigos que logró tener cerca de sí. Se sabe, por ejemplo, que mientras resolvía su situación migratoria antes de huir de Alemania -era judía durante el régimen nazi-, enviaba a su profesor y amigo Karl Jasper paquetes de comida y medicinas, para que él y su esposa sobrellevaran la persecución nazi en Alemania. El estudio de esa red de amigos le permite al profesor Jon Nixon hilvanar una historia de no tanto de una filósofa, sino principalmente una amiga necesitada de compañía a cambio de compartir ideas. Nixon, no se escribe con la intención de explicar el concepto de amistad en Arendt; le interesa mostrar las amistades concretas y los gestos de lealtad en los que se implicó la filósofa que fueron delineando las ideas políticas que ahora estudiamos con interés.

El libro se llamaría en español algo así como «Hannah Arendt y el carácter político de la amistad». Arendt solía decir que ella no amaba a ningún pueblo, por que aquello es una abstracción. Sólo se quiere a personas concretas. Del mismo modo, querer a la patria, amar a México es una frase hueca si no se es amigo del mexicano que tengo al lado. Si nuestras relaciones familiares nos introducen en las preguntas sobre el origen de mi propia vida y la tradición a partir de la cual interpretamos su sentido, es a través de los amigos que experimentamos el mundo de lo público y nuestra responsabilidad ciudadana. Es decir, a partir del diálogo y nuestra interacción con los amigos, es como descubrimos las necesidades de nuestra comunidad, imaginamos junto a ellos el tipo de sociedad que queremos construir, gracias a ellos nos implicamos en su construcción. 

Saul Austerlitz señala en su opinión sobre el libro que 
«Arendt experimentaba la amistad como un espacio protegido gracias al cual las ideas podría ser descubiertas, cribadas, curtidas y pulidas. Ideas que iluminaban la vida pública. Sus amigos eran sus compatriotas intelectuales, y su lealtad sin límites hacia ellos, una expresión de su profundamente asentada apreciación por su amabilidad. La amistad fue un concepto recurrente para una mujer que pasó gran parte de su vida como una refugiada entre refugiados, una judía expulsada de su propio país de origen, a la deriva en países extranjeros. Fue su amuleto protector, al mismo tiempo un símbolo de los valores que habían sido aplastados bajo el peso del totalitarismo. El nazismo se propuso erradicar cualquier rastro de libertad humana. La alegría y compasión propia de la amistad era el símbolo de la rebelión contra la inhumanidad del fascismo» 
[En definitiva], sin una larga y genuina amistad, que compuesta a partes iguales por lealtad, afecto, picardía y lucha compartida, estaríamos solos en el mundo. [...] "La amistad -dice Nixon-, fue para Arendt, y lo es también para nosotros, un ejercicio de aprendizaje permanente. La amistad fue para ella y es también para nosotros, la manera en la que aprendemos a vivir juntos"»
Para Arendt, la esperanza de la amistad es la verdad que constituye la condición necesaria con la que entiende la política: El elemento político de la amistad, ese diálogo sincero entre los amigos que pueden entender la verdad inherente en la opinión del otro.

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