sábado, 28 de marzo de 2015

Remedios para el «agüite» por un desamor


Salomé baila ante Herodes. El Rey y Juan perdieron la cabeza (Bayerische Staatsbibliothek, Clm 835, f. 137)

En «Sueños de una noche de verano», Shakespeare nos deja esta perla: «The course of true love never did run smooth (Act 1, Scene 1)» que podría traducirse como «El río del amor jamás fluyó tranquilo». En otras versiones en español la he encontrado como  «El verdadero amor nunca fluye con facilidad» o «Siempre serpentea el camino del amor». Si cuando el amor es correspondido, nos es difícil identificar y describir qué es «lo-que-amo-de-ti» cuando digo «te-amo»,  la desilusión amorosa nos golpea, sorprende y deja sin palabras en mayor medida: ¿por qué se murió lo que alguna vez me ilusionó tanto? ¿Ha sido un error haber quemado el corazón ahí?

En Orgullo y Prejuicio, Jane Austen parece convencida de que algún beneficio se obtiene del mal de amor. Mr. Bennet, papá de la protagonista, se apunta socarronamente una fina ironía. No hay como el bullying formativo de tus propios padres:
La señora Bennet seguía aún extrañada y murmurando al ver que Bingley no regresaba; y aunque no pasaba día sin que Elizabeth le hiciese ver claramente lo que sucedía, no parecía que la madre dejase de extrañarse. Su hija intentaba convencerla de lo que ella misma no creía, diciéndole que las atenciones de Bingley para con Jane habían sido efecto de un capricho corriente y pasajero que cesó al dejar de verla; pero aunque la señora Bennet no vacilaba en admitir esa posibilidad, no podía dejar de repetir todos los días la misma historia. Lo único que la consolaba era que Bingley tenía que volver en verano.
El señor Bennet veía la cosa de muy distinta manera.
–De modo, Lizzy ―le dijo un día―, que tu hermana ha tenido un fracaso amoroso. Le doy la enhorabuena. Antes de casarse, está bien que una chica tenga algún fracaso; así se tiene algo en qué pensar, y le da cierta distinción entre sus amistades. ¿Y a ti, cuándo te toca? No te gustaría ser menos que Jane. Aprovéchate ahora. Hay en Meryton bastantes oficiales como para engañar a todas las chicas de la comarca. Elige a Wickham. Es un tipo agradable, y es seguro que te dará calabazas.
―Gracias, papá, pero me conformaría con un hombre menos agradable. No todos podemos esperar tener tan buena suerte como Jane.
―Es verdad ―dijo el señor Bennet―, pero es un consuelo pensar que, suceda lo que suceda, tienes una madre cariñosa que siempre te ayudará.
El de Aquino le dedica una cuestión de la Summa Theologica a ofrecernos cinco remedios contra la tristeza (S.Th. I-II q.38):
(1) La delectación. Aunque en esta cuestión de la Summa Tomás sólo menciona  el término delectatio sin ofrecer ejemplos, algunos cuatro o cinco años después, al escribir la II-II, sugiere como ejemplos a la risa, el juego, el oír a un juglar o a un cómico, el contar chistes -«palabras y acciones jocosas»-. Podríamos sumar dos: vaciar una botella de vino o cantar. Quien no se ríe es tosco, rústico e irracional, concluye en la S.Th. II-II q.168 a.4co.
(2) También funciona el llanto o el sueño. El primero,  desparrama [disgregatur] la tensión interior del alma y la saca por los ojos-, y el segundo plancha las arrugas del alma.
(3) Otro remedio es la compasión y la compañía de los amigos, gracias a los cuales me doy cuenta que «no estoy solo».
(4) Una experiencia estética -Tomás la llama  contemplación de la verdad-. (5) Un largo y lento baño con agua caliente.
El paso del tiempo y mantener una sana separación, preparan un remedio para el desamor que se aplica a la distancia; a saber, recordar y guardar en memoria dos movimientos de todo amor. Por una parte, rememorar lo valioso que se veía en el antiguo amor. Esto es así, porque si algo nos llamó la atención de aquella persona es por que aquello realmente tenía -y todavía tiene- que ver conmigo, aquello es para mí, y por eso exigía mi cuidado e interés. La otra cara de la moneda, el segundo aspecto de este remedio para el desamor, es reconocer aquello del propio corazón que se puso de manifiesto gracias a aquel encuentro. Casi siempre es en el contexto de un amor cuando vemos tocamos nuestro propio corazón. Porque lo llevamos al abismo, porque nos lo jugamos del todo. Sólo así lo «vemos».

Espero que te sirva.

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