lunes, 16 de diciembre de 2013

«Toma y lee»: la conversión de Elizabeth en «Orgullo y Prejuicio» (y de S. Agustín).

Ya he publicado en este blog sobre Jane Austen y el marco ético con el que construye a sus personajes (aquí). Tengo una especial debilidad por el capítulo 36 (el 13 del volumen 2) de Pride and Prejudice (aquí en inglés, aquí en español). Austen describe ahí la conversión de Elizabeth Bennet. El pasaje está en mi Top 5 personal.
Elizabeth: "Toma y Lee"

Darcy le ha pedido matrimonio a Elizabeth de forma poco caballerosa. Lizzy lo rechaza tanto por las maneras -«esos no son modos» dicen las abuelas,- como de dos faltas graves: lo acusa de haber separado de su hermana a un buen candidato y de arruinar el futuro de un conocido, Mr. Wickham. Al día siguiente, Elizabeth se encuentra, a pesar de quererlo evitar, con Darcy quien le suplica: «¿Me concederá el honor de leer esta carta?». El capítulo 36 narra la lucha interna de Elizabeth al conocer las razones de Darcy. 

Lizzy reflexiona, sopesa, lee y vuelve a leer la carta en busca de la verdad. Para su sorpresa, descubre que unos «hechos» la enfrentan con una deficiencia en su «juicio». Y este error no sólo es una equivocación en la forma de elaborar un argumento, sino la manifestación de lo que ella «es» realmente: una persona «estropeada» por sus prejuicios. Leer unos hechos, le muestran su propio juicio, y estos la llevan a descubrirse. Así lo describe Austen:
"[Elizabeth] llegó a avergonzarse de sí misma. No podía pensar en Darcy ni en Wickham sin reconocer que había sido parcial, absurda, que había estado ciega y llena de prejuicios. «¡De qué modo tan despreciable he obrado ––pensó––, yo que me enorgullecía de mi perspicacia! ¡Yo que me he vanagloriado de mi talento, que he desdeñado el generoso candor de mi hermana y he halagado mi vanidad con recelos inútiles o censurables! ¡Qué humillante es todo esto, pero cómo merezco esta humillación! Si hubiese estado enamorada de Wickham, no habría actuado con tan lamentable ceguera. Pero la vanidad, y no el amor, ha sido mi locura. Complacida con la preferencia del uno y ofendida con el desprecio del otro, me he entregado desde el principio a la presunción y a la ignorancia, huyendo de la razón en cuanto se trataba de cualquiera de los dos. Hasta este momento no me conocía a mí misma.»"
Es notorio que Elizabeth, «lee» la carta de Darcy al menos tres veces durante el capítulo 36. Y no sólo se trata de pasar los ojos sobre unas letras, sino de reflexionar -una y otra vez- sobre su contendido. La materialidad de la lectura es paralela a su introspección y al descubrimiento del verdadero carácter de Darcy, Wickam y de ella misma. Porque en la carta no sólo se describen hechos sino se manifiestan personas. En concreto quién es de verdad Fitzwilliam Darcy. Se trata de un verdadero encuentro entre Darcy y Elizabeth que libera a ésta última de su prejuicio. 

Agustín de Hipona describe una conversión similar a partir de la lectura de la Sagrada Escritura. Mientras huía de su conciencia, Agustín escucha una voz que venía de la casa del vecino que decía: «Toma y lee». El santo de Hipona y Elizabeth Bennet, convierten la lectura en un momento de auto-conocimiento y auto-revelación. Lo que leen deja de ser la descripción de un suceso para convertirse en un evento autobiográfico y de encuentro con alguien que no los deja indiferentes y los redime de su miseria. Para ellos, «leer» significa no sólo ver un mensaje, sino sobre todo «ser vistos» después de intentar escapar de esa mirada.
Agustín: "Toma y Lee"

Más adelante, Elizabeth se encuentra con un retrato de Darcy mientras visitaba Pemberley. Ella nota que el rostro de su galán «tenía aquella misma sonrisa que Elizabeth le había visto cuando la miraba». Al igual que con la relectura de la carta, Austen hace que Lizzy vuelva -relea- al cuadro. Un reencuentro con quien ahí estaba dibujado: «[Elizabeth] permaneció varios minutos ante el cuadro, en la más atenta contemplación, y aun volvió a mirarlo antes de abandonar la galería.» En otra ocasión, Jane le pregunta a su hermana cuándo se dio cuenta que estaba enamorada de Darcy: «Ese amor me ha ido viniendo tan gradualmente que apenas sé cuándo empezó; pero creo que data de la primera vez que vi sus hermosas posesiones de Pemberley.». Bromas a parte, Lizzy se da cuenta de que está enamorada por lo que ve,  por lo que lee.

Estos momentos de encuentro, al igual que le sucede a Agustín, son siempre una experiencia de «regreso» o mejor dicho un «no huyas». En varias ocasiones es Darcy quien insiste en que Elizabeth se encuentre con ella. Agustín reconoce que es Dios quien lo busca a pesar de sus intentos de huida.  Elizabeth es incapaz de explicar a su hermana Jane cuál fue el momento preciso en el que se enamoró de Darcy. Sólo sabe que se enamoró por lo que vio en retrospectiva: en una carta, en un cuadro, en unos gestos, en un comportamiento descrito en una carta. Todos ellos son los lugares en los que Austen coloca la mirada que enmarca el encuentro que rescata a los personajes de su miseria... Tal y como le pasó a Agustín.

Así que... «Toma y lee» 

PD. La intuición se la debo a David Marshall en «Unfolding Characters: Attention and Autobiography in Pride and Prejudice» publicado en Imagining Selves: Essays in Honor of Patricia Meyer Spacks, ed. Riva Sweson y Elise Lauterbach [Newark: University of Delaware Press, 2009], 211. 





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