jueves, 24 de julio de 2014

400 años de la «carta» de un político a su esposa.

En el capítulo 36 de la Segunda Parte de el Quijote (aquí) se recoge una carta que Sancho Panza envía a su esposa Teresa, fechada el 20 de julio de 1614. El domingo pasado se cumplieron 400 años de esa carta. Sancho cuenta todo lo que sufre un político en beneficio de sus gobernados, la incomprensión de la gente, lo difícil de ese oficio. Pero no todo es pesado y difícil: «A los pocos días, partiré al gobierno, adonde voy con grandísimo deseo de hacer dineros, porque me han dicho que todos los gobernadores nuevos van con este mismo deseo.» La anima a que se compre un carruaje y vestido: ya es esposa de un gobernador y debe vestir con distinción y elegancia. Le recomienda no hacer caso a los chismes y críticas de la gente, que haga lo que haga, siempre la juzgarán con severidad y hablarán mal de ella.

Como sabemos, el Quijote había prometido a Sancho ser gobernador de una isla. Sancho esperaba que ese sería el pago de su aventura. Más adelante, ambos se encuentran a un duque y a su esposa que pretenden hacer a Sancho gobernador de la isla Barataria, algo así como abaratada. Sancho acepta con gusto. En esa carta, podemos ver el sentido de ironía de Cervantes: el gobernante aprovecha favores de otros para su designación, aunque él siempre dirá que le ha costado trabajo. Vale la pena reírse un rato con la carta de Sancho a Teresa, y repasar los consejos que el Quijote da a su amigo sobre cómo ser buen gobernante unos capítulos más adelante. En el capítulo 42 (aquí) se recogen las características interiores del alma de toda autoridad y en el capítulo 43 (aquí), los atributos físicos que hacen visibles esas cualidades. 

En primer lugar, el gobernante debe ser consiente de su lugar en el mundo y en la historia: ni es para siempre, ni lo puede todo. No menos importante, el gobernante ha de conocerse a sí mismo, lo que le permite adelantar en estas virtudes necesarias para un buen político: prudencia, humildad, discreción, justicia, clemencia, piedad, misericordia, atender a la verdad. A mi me gustan tres frases que ahí aparecen: recuerda que «la sangre se hereda y la virtud se conquista, y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale»; segundo, «Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico como por entre los sollozos e importunidades del pobre»; y por último, «Al que has de castigar con obras no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones.» (Es como con el tránsito, o multa o regaño, pero no las dos). Respecto a las cualidades externas, Cervantes le concede importancia la presencia que ha de tener quien gobierna  como motivo de credibilidad de su prudencia gubernativa: “No andes Sancho, desceñido y flojo; que el vestido descompuesto da indicios de ánimo desmazalado [aflojado]”. 

Al final, Sancho deja el gobierno que entre las bromas de los criados del duque y las cargas propias de ese oficio, le convencen que no nació para eso.

Así se despide Sancho de Teresa en la carta que comentamos «Así que, por una vía o por otra, tú has de ser rica, de buena ventura. Dios te la dé, como puede, y a mí me guarde para servirte. Deste castillo, a veinte de julio de 1614. Tu marido el gobernador, Sancho Panza.»

Aquí la carta completa:
Carta de Sancho Panza a Teresa Panza, su mujer. 
Si buenos azotes me daban, bien caballero me iba; si buen gobierno me tengo, buenos azotes me cuesta. Esto no lo entenderás tú, Teresa mía, por ahora; otra vez lo sabrás. Has de saber, Teresa, que tengo determinado que andes en coche, que es lo que hace al caso, porque todo otro andar es andar a gatas. Mujer de un gobernador eres, ¡mira si te roerá nadie los zancajos! Ahí te envío un vestido verde de cazador, que me dio mi señora la duquesa; acomódale en modo que sirva de saya y cuerpos a nuestra hija. 
Don Quijote, mi amo, según he oído decir en esta tierra, es un loco cuerdo y un mentecato gracioso, y que yo no le voy en zaga. Hemos estado en la cueva de Montesinos, y el sabio Merlín ha echado mano de mí para el desencanto de Dulcinea del Toboso, que por allá se llama Aldonza Lorenzo: con tres mil y trecientos azotes, menos cinco, que me he dedar, quedará desencantada como la madre que la parió. No dirás desto nada a nadie, porque pon lo tuyo en concejo, y unos dirán que es blanco y otros que es negro. De aquí a pocos días me partiré al gobierno, adonde voy con grandísimo deseo de hacer dineros, porque me han dicho que todos los gobernadores nuevos van con este mesmo deseo; tomaréle el pulso, y avisaréte si has de venir a estar conmigo o no. 
El rucio está bueno, y se te encomienda mucho; y no le pienso dejar, aunque me llevaran a ser Gran Turco. La duquesa mis eñora te besa mil veces las manos; vuélvele el retorno con dos mil, que no hay cosa que menos cueste ni valga más barata, según dice mi amo, que los buenos comedimientos. No ha sido Dios servido de depararme otra maleta con otros cien escudos, como la de marras, pero no te dé pena, Teresa mía, que en salvo está el que repica, y todo saldrá en la colada del gobierno; sino que me ha dado gran pena que me dicen que si una vez le pruebo, que me tengo de comer las manos tras él; y si así fuese, no me costaría muy barato, aunque los estropeados y mancos ya se tienen su calonjía en la limosna que piden; así que, por una vía o por otra, tú has de ser rica, de buena ventura. Dios te la dé, como puede, y a mí me guarde para servirte. 
Deste castillo, a veinte de julio de 1614.
Tu marido el gobernador,
Sancho Panza.

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