jueves, 6 de noviembre de 2014

25 años de la «apertura accidental» del muro de Berlín


La caída del muro de Berlín es una de las metáforas de la lucha por la libertad mas icónicas para nuestra generación. De pronto, uno de los muro más resguardado por la fuerza, fue destrozado por civiles que sin ceremonia levantaron barreras, abrieron puertas con la euforia de una libertad recién conseguida. La frontera ya no era un límite sacrosanto cuyos guardianes infundían miedo. La historiadora Mary Elise Sarotte ha publicado a principios del mes pasado un libro llamado «El Colapso: La apertura accidental del muro de Berlín» donde narra los hechos de aquellos días que desembocaron en aquel 9 y 10 de noviembre de 1989. 

Sapotte reconstruye cómo una serie de errores de las autoridades de Alemania del Este. Así por ejemplo se cuenta la historia de Harald Jäger, el confundido jefe de policía que cuidaba uno de los pasos a Berlín Occidental. Sin tener claro cómo proceder, ordenó que materialmente se abriera la frontera; y así lo que sería una apertura planeada y gradual, se convirtió en aquel festival de celebración y liberación popular que vimos por la televisión. También cuenta dos errores que fueron claves para este cambio de eventos. El documento que liberaba el paso entre las dos zonas de Berlín a unos refugiados daba la impresión de que se aplicaría también al resto de la frontera entre las dos Alemanias y a cualquier persona. Y, no podía faltar, la famosa conferencia de prensa de Günter Schabowski, uno de los miembros del Politburo que sugirió que las personas podría cruzar «Inmediatamente [...] ahora mismo», sin distinguir si eran refugiados o no y sin señalar bajo qué procedimiento se haría algo así. Y con estos pequeños desaciertos, contingencias, vagedades y errores individuales... cayó el muro.

The night the wall came down 
En su comentario al libro de Sarotte, Tiomthy Garton Ash, señala que el subtítulo puede ser engañoso. Es equivocado en parte, dice Garton, calificar la caída del muro como algo accidental: el régimen representado por el muro, era insostenible, pues Gorbachev en Rusia había aceptado ya aprobar unas reformas que desembocarían de cualquier modo en la caída del muro. Pero desde otro punto de vista, Sarotte tiene razón: fue «accidental» el cómo sucedió: desde la reacción popular de la gente en Berlín Oriental, el modo en que se presentó la conferencia de prensa en las noticias de Berlín Occidental. Esos errores y pequeños accidentes muestran el «cómo» sucedió y de alguna manera también el «por qué». La reacción popular -no controlada ni producida por los políticos y la gente de poder- marcó un cambio decisivo en la autocomprensión de un pueblo: los políticos detentadores del poder, al final del día, ya no podían nada. Quien mandaba era realmente la gente. Por que todos ellos, espontáneamente unidos pidieron que se abran las puertas, las puertas se abrieron. 

Y esta imagen de libertad nos ha acompañado desde entonces. Garton compara a esa generación de jóvenes -"la que espiaba el futuro que nacía desde la puerta de Brandenburgo la noche del viernes 10 de noviembre de 1989"- con la de aquellos que nacieron en 1989 y hoy tienen 25 años: les llamamos «ninis» o Millenialls. ¿Tienen esos mismos sueños de libertad? ¿Cuál es el futuro que ven nacer?

Toda generación tiene el reto de asumir, justificarse y vivir una y otra vez, la serie de valores heredados de la generación anterior. El hecho de no tener claro cuál es el proyecto político que une a todos, no quiere decir que estemos al borde del colapso. Siempre ayuda a preguntarse. ¿De qué lado de la historia crees que te tocó estar: de los que gozan una libertad que otros ganaron para ti o del lado de los que tienen que sacrificarse -quizá demasiado- para lograr una sociedad y una libertad que otros gozarán?

Werner Krätschell vivía en Alemania Oriental. En 1989 cuando leyó de un periodista francés la extraña noticia de que podrían cruzar a la otra Alemania libremente, recogió a su hija Constansa y a su amiga Astrid y las llevó a conocer el otro lado de Berlín, el occidental. Así recuerda lo que significó cruzar el muro: "Los sueños y la realidad se confundían. Los guardias nos dejaron cruzar sin más. Las chicas lloraban y se abrazaban con fuerza en el asiento de atrás, como si tuvieran miedo de un bombardeo." En el Berlín al que llegaron, los saludaba gente que no los conocían: las saludaban llenos de gusto. "De pronto Astrid, me dijo que detuviera el auto en la siguiente esquina. Sólo quería pisar la calle aunque fuera sólo una vez. Tocar la tierra. Como lo hiciera Armstrong después de pisar la luna"

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