Una primera versión de este texto, se preparó para la inauguración de una exposición de cuadros elaborados, en un taller de arte, con gises pastel, lápices de colores o acrílico. La idea del taller es ayudar a los participantes a conocerse y descubrir tanto su personalidad, como su responsabilidad ante los demás.
Uno de los personajes “más grises” que diseñó Jane Austen es la heroína de Mansfield Park. Fanny Price, a diferencia de Elizabeth Bennet (Orgullo y Prejuicio) o de Elinor Dashwood (Sensatez y Sentiminetos), es algo insípida. Le gusta la soledad, padece en silencio los acontecimientos de su hogar adoptivo, y se guarda para sí las reflexiones sobre el daño que se causan los personajes con sus acciones desajustadas. Pero, a su modo, Fanny se toma muy en serio los principios con los que interpreta la vida. Para ella se debe actuar con propiedad, se ha de juzgar el carácter de los demás con acierto, se reconoce el deber de ser fiel a una tradición, se exige honrar las lealtades familiares, para lo cual es ineludible acompañarlos con sentimientos apropiados. Aquello no es un juego.
Curiosamente, Ms. Price no sólo está equipada con principios morales, sino con un ojo estético fino para contemplar la naturaleza. Es la única que, gracias a esa capacidad, ha logrado moldearse ella misma, a partir de su esfuerzo por honrar con su conducta, el orden y belleza que percibe en lo que la rodea. En un momento de la novela, la protagonista de Mansfield Park exclama al contemplar la grandeza de una noche estrellada:
«¡Esto es armonía! —dijo—. ¡Esto es paz! ¡He aquí algo que deja atrás todo lo que la música y la pintura puedan expresar, y que sólo la poesía puede intentar describir! ¡Esto puede calmar toda inquietud y exaltar el espíritu hasta el arrobamiento! Cuando contemplo una noche como esta, tengo la sensación de que ni la maldad ni el dolor pueden existir en el mundo; y es seguro que de las dos cosas habría menos si se atendiera más a la sublimidad de la naturaleza y la humanidad llevara su mirada un poco más allá del círculo de mezquindades en que se encierra, contemplando un espectáculo como éste. »Más adelante, nos regala una explicación similar, cuando se da cuenta de lo que ha mejorado un jardín, con un poco de trabajo:
«—Es bonito, muy bonito —dijo Fanny, mirando en derredor, un día en que se hallaban así sentadas en un banco—; cada vez que vuelvo a encontrarme entre estos arbustos me sorprende más su desarrollo y belleza. Hace tres años, esto no era más que un seto vivo que crecía descuidadamente a lo largo de la margen superior del campo, y que nunca se creyó que fuese algo, o que pudiera convertirse en algo digno de tenerse en cuenta; y ahora es un paseo del cual seria difícil decir si es más apreciable lo útil o lo decorativo.
Fanny logra reconocerse a sí misma en el equilibrio, simetría, cadencia y orden de la naturaleza. Aprende gracias a su capacidad para dejarse conmover por la armonía que aprecia en las cosas. En este contexto, dejarse asombrar por la belleza, no sólo es un acto de autoconocimiento personal; es parte ineludible de su proceso de madurez. Los principios morales que modelan el carácter de Fanny y le ayudan a juzgar su lugar en el mundo, son ajustados por su capacidad contemplativa de la belleza.
Ahora bien, si la contemplación de la belleza consigue ese florecimiento personal, debe ser mucho más que sólo el autoconocimiento subjetivo de las propias emociones. Si fuera sólo una explosión de la propia sensibilidad, entonces, ¿por qué no podemos autoasombrarnos? ¿Por qué seríamos capaces de compartir esa experiencia si sólo fuera un reflejo del mundo interior? En el caso de Fanny, ella no hubiera madurado al contemplar la naturaleza si su belleza únicamente fuera expresión de sus propios deseos. Lo armónico no tendría su propiedad performativa -modeladora del carácter- si fuera solo fruto de la intimidad personalísima. En otras palabras, la noche estrellada que asombra a Fanny, no catalizaría su carácter, si la belleza de los astros fuera simplemente una extención de sus propias emociones interiores. De ahí que la cualidad formativa de la belleza, su propiedad como reveladora de la intimidad, se debe a su carácter trascendente: aquello realmente existe, verdaderamente es bello, y ciertamente es un bien para mí. Sólo así es posible ser comunicada en una obra de arte, por ejemplo.
De modo que la expresión de esa contemplación -la obra artística- significa tanto un despertar para sí, como un madurar en beneficio de otros. Al igual que Fanny, la armonía que debe ser descubierta y honrada con las acciones, predispone para reconocer nuestras responsabilidades con los demás. En el horizonte moral de la heroína de Mansfield Park, la contemplación no solo genera autoconocimiento, sino que de ella también florece el esfuerzo solidario por introducir a los amigos en la misma dinámica. Que ellos también sean armonía.
De modo que la expresión de esa contemplación -la obra artística- significa tanto un despertar para sí, como un madurar en beneficio de otros. Al igual que Fanny, la armonía que debe ser descubierta y honrada con las acciones, predispone para reconocer nuestras responsabilidades con los demás. En el horizonte moral de la heroína de Mansfield Park, la contemplación no solo genera autoconocimiento, sino que de ella también florece el esfuerzo solidario por introducir a los amigos en la misma dinámica. Que ellos también sean armonía.
Por eso, las expresiones artísticas -los vehículos de belleza-, no son sólo un retrato de los sentimientos de quien lo pinta. Contienen una invitación ser testigos -si bien es cierto de modo cifrado- de los equilibrios, las luces y sombras, de los autores y un requerimiento a dejarnos conmover por ellos, a hacer nuestra esa búsqueda; y, a modo de empatía, compartir una existencia común. En resumen, la experiencia estética de Fanny Price fue pedagoga de las armonías en su carácter, y dardo que liberó al resto de personajes de Mansfield Park del deterioro moral en que se encontraban.
Del mismo modo, quien nos comparte de su experiencia estética, se convierten en despertadores de nuestra propia dignidad. Nunca son sólo auto retrato de una intimidad.
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