"Emma": Gwyneth Patrol (1996) a la izquierda; a la derecha Alicia Silverstone en Clueless (1995) |
El 23 de diciembre del año pasado -2015- se cumplieron doscientos años de la publicación de Emma, la cuarta novela de la famosa escritora inglesa Jane Austen. Orgullo y Prejuicio comienza con estas famosísimas palabras: «Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa». En esta primera sentencia se resume la trama de la novela. Con Emma, se abre el telón de este modo:
«Emma Woodhouse, bella, inteligente y rica, con una familia acomodada y un buen carácter, parecía reunir en su persona los mejores dones de la existencia; y había vivido cerca de veintiún años sin que casi nada la molestara o la irritase».En esta primera afirmación, Austen anuda la tensión de su narración: por un lado nos describe al personaje con aquellas características con las usualmente nos gustaría identificarnos: bella, inteligente y rica. Pero después desliza un matiz: parecía. Sería como un daba la impresión pero no es así, o lo lógico sería que fuera persona imitable pero algo falla. Sólo parecía sintetizar esa cualidades. Era más bien rica, agraciada y sagaz, pero no tanto próspera, bella e inteligente. No da igual. Emma sería el típico mirrey-millennial o la clásica lady-millennial con estudios, dinero, poder y presencia, cuyo lema de vida sería ¡lo hago así por que quiero y qué!
Como la novela está narrada bajo la perspectiva de la protagonista, y su carácter atrofiado le impide reconocer en un primer momento cuál es su error, con facilidad el lector también es engañado -si se puede decir así- por la autora. En principio nos introduce en Emma y sus motivos, nos anima a simpatizar con sus razones, nos alienta a justificar sus acciones y nos empuja a reírnos con sus ocurrencias. Pero mientras celebramos sus bromas, percibimos que hay algo que no va. Emma manipula a su amiga Harriet Smith, lastima a Jane Fairfax, insulta a la Señora Bates –todas ellas que carecen de dinero, inteligencia o posición en la vida-; y peor aún, en el camino se incapacita para conocerse realmente a ella misma y darse cuenta de su error. ¿No se suponía que debíamos imitar a la heroína? «Los verdaderos peligros de la situación de Emma eran, –escribe Austen- de una parte, que en todo podía hacer su voluntad, y de otra, que era propensa a tener una idea demasiado buena de sí misma; éstas eran las desventajas que amenazaban mezclarse con sus muchas cualidades».
A lo largo de la novela, Emma -la rica, guapa e inteligente-, no sólo es caradura impertinente. Se da el lujo de cambiar de opinión y reconocer que se equivoca. Poco a poco somos testigos del despertar de Emma y de su maduración. La sagaz golfa con dinero [la ladymillennial y su resting bitch face o el mirrey-perdonavidas-dueñodelmundo], encaja los reclamos de sus amigos y descubre la poca valía de sus acciones, la imprecisión de sus juicios, su carácter desquiciado. Pero no solo ello, también cae en la cuenta del potencial de su posición económica, de la riqueza de una amistad firme, de la gallardía de su amor y del tesoro de una personalidad lograda.
Los millennials suelen despreciar a las heroínas enamoradas y sumisas, y a los caballeros chapeados a la antigua. Muy bien. Tal vez las otras novelas de Austen, –Sensatez y Sentimiento y Orgullo y Prejuicio- sean muy cursis para su refinamiento y su vida sibarita...
Ahí tienen a Emma. Léanla. Les hará bien.
(Algunas ideas las saqué de aquí: Actually, Emma is the best Jane Austen Novel. La pista me la pasó Arcy Ireta)
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