Hoy leyó su tesis mi amigo Juan Alberto.
Con él sostuve mi primera conversación sobre la vida universitaria. Me dijo, hasta donde me es posible reconstruir, que el grado académico era lo de menos. El corazón de un alumno, los ideales de una sociedad, no se encienden con erudición sino con sabiduría y cercanía. Algo que se alcanza con muchas horas de estudio, otras tantas de silencio y varias más en conversaciones.
También, el Dr. Amézquita fue el primero que me animó a preparar un paper para un congreso académico, y con él fui a la Universidad de Notre Dame.
Así que en mi biografía académica, mucho del plano general y la colocación de los primeros ladrillos, se los debo a Juan Alberto.
Le dedico esta entrada para felicitarlo por su Doctorado. Le estoy agradecido.
¡Ah! Y un video de Álvaro, sobre el poder de una conversación
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