Primero Gerardo Ortíz y Calibre 50: “500 caballos de fuerza, manejo un Camaro, y soy de Culiacán. Me gusta el whisky y las viejas, las armas, carreras, la velocidad...”
Ahora, el de Hipona. De joven prefería pasar las horas con amigos, más que cualquier otra cosa:
Pero a lo que dedicaba más tiempo y donde más me recreaba era divertirme con mis amigos, con quienes amaba las cosas con que olvidaba a Dios. [...] Junto a mis amigos, deseaba cosas con muchísima fuerza, incluso que mis deseos de buscar a Dios mismo, como conversar, reír, ayudarnos con gusto entre nosotros, leer juntos libros entretenidos, bromear unos con otros y divertirnos en compañía; discutir a veces, pero sin animadversión, como cuando uno disiente de sí mismo, y con tales disensiones esporádicas condimentar las muchas conformidades; enseñarnos mutuamente alguna cosa, suspirar por los ausentes con pena y acoger con alegría a los que llegaban. […] [Así nuestras] almas se fundían […] y de muchas intimidades se construía una sola alma.
Al asunto le sobra tela. Porque ya de viejo reconoce que gracias a que las experiencias que se logran con los amigos, pudo probar la felicidad que capacita para comprender el amor y buscarlo. Sin amigos, nunca despertaría en nosotros el deseo de amar con profundidad, o de aprender a querer como lo mereces tú. Más aún, dice el africano, como toda persona quiere ser feliz, ¿cómo supimos que era eso precísamente lo que más deseaba? ¿Quién nos enseñó a ahelar esa plenitud? ¿Cómo y dónde se metió en nosotros esa necesidad?
La respuesta de Agustín se arma con cuidado, pero aquí va una pieza: en las ansias de “conversar, reír, ayudarnos, leer juntos, bromear y divertirnos” con los amigos. Sin ellos ni siquiera nos preguntaríamos por la felicidad y el amor, mucho menos la experimentaríamos:
¿Dónde ví [sin darme cuenta] la felicidad para desearla [con todas mis fuerzas]? [...] ¿Será por ventura como cuando recordamos el gozo? Tal vez sea así. Porque así como estando triste recuerdo mi gozo pasado, así siendo miserable recuerdo la vida bienaventurada; por otra parte, por ningún sentido del cuerpo he visto, ni oído, ni olfateado, ni gustado, ni tocado jamás el gozo, sino que lo he experimentado en mi alma cuando he estado alegre, y se adhirió su noticia a mi memoria para que pudiera recordarle, unas veces con desprecio, otras con deseo, según los diferentes objetos del mismo de que recuerdo haberme gozado. [...] Pues ¿dónde y cuándo he experimentado yo mi vida bienaventurada, para que la recuerde, la ame y la desee?
¿Dónde? Con los amigos. Entonces, ¿dónde se conectan, Calibre 50, Gerardo Ortíz, Culiacán vs Mazatlán con San Agustín? Bueno, mis amigos saben dónde.
¡Feliz cumpleaños!
La foto es de @montseontiveros.photo, con quien ha trabajado Mijares y Emmanuel. |
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