"De las lunas, la de octubre es más hermosa", dice una canción de Pedro Infante. Si ponemos atención el enamorado asigna a la luna un significado que es mucho mayor a una simple masa de piedra que flota al rededor de la tierra. ¿Por qué hacemos algo así? ¿Qué necesidad humana resolvemos cuando asignamos un sentido a las cosas más allá de su materialidad? A veces es una canción, otras tantas un lugar, un cuadro, una actividad, o un deporte, el que libera en nosotros un resorte que nos despierta para no permanecer indiferente.
Platón decía que la ventana que abrimos para asomarnos al mundo de la verdad y del bien, el dardo que nos despierta del letargo de lo cotidiano, es la experiencia de la belleza. Podemos explicarnos la luna sólo como cuerpo celeste, y la tecnología como los instrumentos con los que hacemos algo con ella y obtenemos alguna utilidad. Pero gracias a nuestra experiencia de la belleza, aquello no es sólo una piedra. La técnica produce cosas que nos hacen la vida más fácil; pero el arte nos interroga sobre quién somos nosotros a partir de una pregunta: ¿por qué esto me golpea el interior, si sólo es materia? ¿Qué es lo que me llama tanto la atención? En el caso de la canción de Pedro Infante, ¿por qué con la luna no puedo quedarme como si no hubiera pasado nada?
Quería detenerme sobre esta relación entre un suceso nimio y en apariencia sólo material, pero que me despierta para ponerme ante algo fundamental de mi existencia. Aquí va un ejemplo del que ya escribí en el blog. Hay partes del juego del beisbol donde podemos jugar más allá de los límites. Hace unos meses, por ejemplo, el jugador de los Cachorros de Chicago, Anthony Rizzo, persiguió un elevado de foul, salió del campo, subió a la grada, se metió entre los aficionados y capturó la pelota como dos metros detrás de los límites físicos del terreno de juego. Out legal. En el beisbol,
¿[d]entro de qué espacio territorial es posible hacer una gran jugada? ¿Cuál es la orilla del campo dentro de la cual es válido demostrar creatividad y capacidad atlética? [...] El beisbol es un deporte con una gran dosis de paciencia y tolerancia al fracaso. Es el precio que hemos de pagar para disfrutar y jugar de vez en cuando en el terreno que existe más allá de límites marcados el campo legal. [...] Quizá la vida se trate de eso: de jugar aquí, a pesar de nuestros reveses y caídas, y de vez en cuanto experimentar lo que existe más allá de las fronteras. Un filósofo existencial lo diría así: «¿No te has dado cuenta que la vida debe ser eso? ¿Jugar aquí para sorpresivamente divertirse válidamente más allá de los límites?
Si nuestros días suceden entre el juego, las reglas, el campo, los límites a los que nos somete nuestra historia y nuestra vida -como la enfermedad y la muerte-, entonces en el beisbol podemos ver -al igual que el enamorado en la luna- cómo estamos llamados a divertirnos más allá de esos límites. Y eso hay que aprender a verlo y a disfrutarlo desde ahora.
Moraleja: hay que ir al beisbol. Mañana, en una noche de octubre, comienza la temporada con un Tomateros-Charros. Por eso Pedro Infante tenía razón: «De las lunas, la de octubre es la más hermosa»
Aquí la jugada de Rizzo:
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