Estos días de noticias bomba, solemos buscar quien nos exponga lo que está pasando en el mundo y en nuestro país -que si la mariguana, que si el huracán, que si el Papa- y nos ayude a darle sentido a todos aquellos puntos de opinión. Con el paso del tiempo reconocemos a los que nos gustan por que dicen lo que esperamos oír; a los que nos sacan de nuestra zona de confort intelectual; a los que aportan poco en cuanto al análisis, pero están mal informados; o a los que de plano no de batean algo aunque les pichen la tierra.
Hace unos días el debate sobre qué hace valioso a un comentador, o dicho de otra manera, cómo reconocer a un buen editorialista en medios de comunicación independiente que vale la pena seguir. Advierto que no estudié comunicación, ni soy experto en lo que debe de ser técnicamente un comentador. Mi pretensión es modesta: Aquí encontré dos palabras me pueden servir, como ciudadano, para distinguir entre un editorialista útil de un comentócrata.
Como quizá recuerdan, en la Iglesia Católica se vivieron unas semanas de Sínodo sobre la Familia. Un editorialista del New York Times, Ross Douthat, publicó una opinión sobre el Sínodo, el Papa, el catolicismo y su doctrina sobre la familia. El editorial no fue bien recibido por una serie de académicos, expertos en esos temas y firmaron una carta abierta dirigida al Editor del New York Times en el que decían que Douthat "no es un profesional cualificado para escribir sobre el tema [no es teólogo]" y descalificaban el artículo publicado.
La respuesta de Douthat no se hizo esperar y no tiene desperdicio. Ahí escribe:
"Un columnista tiene dos tareas: explicar y provocar. La primera requiere que se le dé a los lectores un sentido de lo que está en juego en una controversia, y por qué merece un momento de su fragmentada atención. El segundo requiere tomar una posición clara en esa controversia, mejor aún, inducir la sensación (por solidaridad, estimulación, furia ciega) de convencer al público de leer, volver y subscribirse al periódico. [En el caso del radio, que no le cambien de estación y que oírnos una vez más].
Ese es el doble reto. Por una parte, explicar brevemente en qué consiste la controversia, y qué consecuencias podría tanto seguir un camino que su contrario, como eliminar el desacuerdo al eliminar una postura. Algo que no sencillo, por que en un debate, cada una de las partes piensa que sólo su posición es coherente. El buen editorialista, es capaz de mostrar cómo la postura contraria, puede ser también consistente.
Y provocar, por que al tomar una posición, describe por qué un argumento es más serio para ser tomado en cuenta que el otro. Irremediablemente el público hace lo mismo. Los que ven validada su intuición, tendrán un argumentos para justificarse; y lo de la posición contraria, si son tolerantes, volverán a pensar sus convicciones. En ambos casos, lo ideal es que el lector o el radioescucha quiera leernos o escucharnos una vez más.
Si usted tiene poco tiempo y muchas opiniones a su alrededor, estas dos palabritas quizá sean de utilidad para valorar si les dedica tiempo o no: Explicar y Provocar.
( de antemano ya siento ortografia comica, escribo de un teclado aleman) No sorprende para nada esa carta y sorprende menos quienes la firmaron: professors predominantemente de universidades Jesuitas o prof en universidades seculares pero formados por jesuitas. Conozco a uno de ellos de mi epoca en Oxford, el unico que en sus propias palabras "todavia ensenaba teologia de la liberacion" y cuyas misas o bueno la unica a la que fui escasamente clasificaba como liturgicamente misa, fue formado por jesuitas en Alemania.
ResponderEliminarNo hay quien haga mas ruido que aquel que no tolera oirse mas que a si mismo.
a todo esto pedrito soy guerrita, es que no tengo un perfil que usar asi que toca anonimo pero bueno sabras que soy yo no?
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