Simone Weil (se pronuncia Simáhn Vei) fue una filósofa y activista social que murió en 1943 y pertenecía al movimiento de resistencia francés contraria al régimen nazi. Poco antes de morir, escribió un libro del que hemos hablado en otras ocasiones. Lo tituló "Echar Raíces". Simone se preguntaba por las condiciones que facilitaron el avance del ejército alemán; quienes en sólo dos semanas tomaron Paris. ¿Porqué el pueblo francés había perdido su temple interior, su capacidad de resistencia ante la adversidad y su creatividad para pelear por su nación? Su respuesta es demoledora: los soldados nazis se enfrentaron a uniformes sin soldados, soldados sin personas, personas sin un compromiso para defender un valor común. Se habían convertido en un pueblo sin raíces A partir de ahí describe cuáles son esos alimentos del alma que permiten su maduración interior. Una de esas necesidades que debemos alimentar, dice Weil, es la necesidad de orden o belleza:
«Diariamente tenemos ante nuestros ojos el ejemplo del universo, donde una infinidad de acciones mecánicas independientes concurre para constituir un orden que permanece fijo a través de la variación. Por eso amamos la belleza del mundo, pues tras ella sentimos la presencia de algo análogo a la sabiduría que desearíamos poseer para saciar nuestro deseo de bien».
De esta manera, ¿por qué para una comunidad es importante que existan personas capaces de dejarse convocar por la experiencia de la belleza y por qué para una democracia es vital que existan sitios donde esto se pueda experimentar? ¿Qué pasa si nos acostumbramos a la fealdad? Weil respondería que afinar nuestra sensibilidad para captar aquella belleza que se nos ofrece todos los días, "puede afirmarnos en el esfuerzo de pensar continuamente acerca del orden humano que debe ser nuestro primer objeto de atención". Platón sostenía que toda educación para la democracia y ciudadanía comienza con educación en la belleza de la música; pues la armonía en el ritmo y la melodía afinan el corazón hacia el equilibrio y la equidad. De tal forma que una persona con oído para la belleza musical, se predispone a gustar la armonía en la persona, en la comunidad y en la democracia y rechazar cualquier disonancia contra ellas.
Por todo ello, Weil ha conectado, el compromiso democrático, con la responsabilidad para cumplir nuestros deberes, con la necesidad de contemplar la belleza y de agudizar nuestro sentido para disfrutar de esa plenitud de orden que nos ofrece la belleza.
En pocos días se inaugurará un recinto más para la cultura en nuestra ciudad. Me refiero al Palacio de la Cultura y la Comunicación. Un lugar donde encontrarnos con la belleza y, si seguimos la intuición de Weil, donde podemos afinar nuestra llamada a la empatía, la solidaridad y la responsabilidad. Todos ellos son las raíces que dan solidez a nuestra democracia. Un recinto como Palcco se debe celebrar y aprovechar.
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