jueves, 25 de febrero de 2016

Scalia, originalismo y las cualidades del jurista


Murió el ministro de la Suprema Corte Norteamericana Anotin Scalía. En el mundo jurídico, el apellido "Scalía" era sinónimo de polarización pero también de agudeza y sentido del humor. Fue un juez polémico, pero con su muerte, me ha llamado la atención dos cualidades que incluso sus rivales ideológicos le reconocen. Dos características que, nos guste o no, a pesar de ser un juez extranjero, sus opiniones influían en la interpretación y forma de entender el derecho en México.

La primera. Scalia fue defensor de una corriente de interpretación constitucional llamada  originalista. Es decir, para él la Constitución habría que interpretarla en el sentido original que los redactores del texto quisieron darle al documento. Si por algún motivo, el texto se quedaba en el pasado, su actualización se reservaba a un proceso democrático, y no es válido decir que la Constitución es un documento vivo, cuya adecuación a los nuevos tiempos es tarea de los jueces constitucionales. Nuestra suprema Corte, no sigue ese criterio. Por ejemplo, cuando interpretó que en el matrimonio no era esencial el carácter procreativo para determinar quién tiene acceso al mismo, el argumento que siguieron nacía de la convicción, de que había cambiado la sociedad mexicana y ahora aceptaban nuevos modelos de familia. Pero fue una decisión de jueces, no de una discusión democrática. Scalia diría que una decisión así tendría que ser una conclusión sometida a un debate democrático: cambiar la constitución democráticamente, y no hacer nacer derechos de un documento que no pretendía otorgarlos. En ocasiones puede ser más lento, puede dejar obsoleta a la Constitución, pero hacerlo así es más democrático que la ingeniería social que pudieran hacer unos jueces desde su posición en la Suprema Corte. 


La segunda característica de Scalía es esta. Todos sus detractores y rivales -no enemigos-, recuerdan de él, su sentido del humor, su disponibilidad para hablar con quienes no pensaban como él, y su agudeza mental.  Dice Arturo Sarukhán, antiguo embajador de México en Estados Unidos que a pesar de sus diferencias respecto a la portación de armas, el derecho de los mexicanos condenados a muerte sin la protección consular, "siempre mantuvimos una relación respetuosa y cordial, al grado que el juez me invitaba una vez al año a comer con él en el recinto de la Corte". Me ha llamado la atención cómo incluso sus compañeros en el tribunal más distantes deológicamente hablando, a los que les dedicó sus famosísimos sarcasmos y burlas en sus votos particulares, lo recuerdan más bien como un amigo brillante y con un gran sentido del humor. Dice Sarukán que "Más allá de nuestras convicciones personales y posiciones ideológicas [encontradas], es ese sentido de diálogo y respeto a las diferencias lo que de nuevo ha sido minado en EU con su fallecimiento".



Esta va dedicada a Guillermo GO que hoy es su cumpleaños

jueves, 11 de febrero de 2016

Un experimento con motivo de la visita de Francisco: saber ver


Mañana llega el Papa Francisco. En los análisis que he visto, encuentro dos narrativas a través de las cuales, supongo, los comentócratas interpretarán los dichos y hechos del Papa en nuestro país.  Por un lado, quienes pretenden explotar la religiosidad cursilona del «¡qué bonito que besó a un niño! ¡Qué lindo que abrazó a un enfermo! ¡Qué tierna es la canción oficial!». Por otro, un poco más serios, encontramos a quienes colocan a Francisco entre los dos polos con los se describe a la iglesia católica mexicana: uno de ellos sería el mundo del alto clero: los cardenales, los que hacen favores al poder; quienes lucran con los ricos y poderosos; el otro la iglesia que defiende a los pobres. Es la iglesia de los luchadores de los derechos humanos, la iglesia de Samuel Ruíz, el P. Solalinde o las Patronas. Estos se preguntan, a qué iglesia pertenece Francisco, ¿será el papa del poder o el cura defensor de los débiles?

Por mi parte voy a intentar otra narrativa. Tengo la impresión de que a Francisco se le ha de interpretar desde dentro. Es decir, a partir del modo en que ve, no en el modo en que piensa o habla. Cualquiera puede pensar y argumentar coherentemente. Lo difícil es ver al otro desde ese ojo interior con el que captamos el misterio, valor y dignidad de cualquier persona ante mí. Aquí está la batalla decisiva que pelea Francisco: dejarse afectar por la presencia de toda persona que nos interpela desde el interior, especialmente el que parece que no tiene valor útil. Si veré al Papa, será por que tengo curiosidad por descubrir cómo se esfuerza por que no decaiga esa mirada. 

¿Y esto qué tiene que ver conmigo? Nietzsche decía que donde falta el amor, se multiplica la ley. Y es verdad. Si no se ve la dignidad, se multiplican las declaraciones de derechos y los mecanismos coactivos para defendernos de quien es incapaz de ver a la persona; porque sólo respetarán nuestra dignidad si hay alguien que se los impida a la fuerza o si obtienen una ventaja con ese esfuerzo. Donde falta el amor, se multiplica la ley.

Si esto es así, enconces lo decisivo está en los ojos que perciben con reverencia la belleza de la persona que tengo ante mí. Toda democracia se juega, en definitiva, en la forma de ver al que tengo al lado.

Voy a hacer este experimento. ¿Qué ve, a quién, y cómo ve el Papa Francisco? A ver cómo me va.



jueves, 4 de febrero de 2016

«Palcco», belleza y democracia (una intuición de Simone Weil)


Simone Weil (se pronuncia Simáhn Vei) fue una filósofa y activista social que murió en 1943 y pertenecía al movimiento de resistencia francés contraria al régimen nazi. Poco antes de morir, escribió un libro del que hemos hablado en otras ocasiones. Lo tituló "Echar Raíces". Simone se preguntaba por las condiciones que facilitaron el avance del ejército alemán; quienes en sólo dos semanas tomaron Paris. ¿Porqué el pueblo francés había perdido su temple interior, su capacidad de resistencia ante la adversidad y su creatividad para pelear por su nación?  Su respuesta es demoledora: los soldados nazis se enfrentaron a uniformes sin soldados, soldados sin personas, personas sin un compromiso para defender un valor común. Se habían convertido en un pueblo sin raíces A partir de ahí describe cuáles son esos alimentos del alma que permiten su maduración interior. Una de esas necesidades que debemos alimentar, dice Weil, es la necesidad de orden o belleza: 
«Diariamente tenemos ante nuestros ojos el ejemplo del universo, donde una infinidad de acciones mecánicas independientes concurre para constituir un orden que permanece fijo a través de la variación. Por eso amamos la belleza del mundo, pues tras ella sentimos la presencia de algo análogo a la sabiduría que desearíamos poseer para saciar nuestro deseo de bien».
De esta manera, ¿por qué para una comunidad es importante que existan personas  capaces de dejarse convocar por la experiencia de la belleza y por qué para una democracia es vital que existan sitios donde esto se pueda experimentar? ¿Qué pasa si nos acostumbramos a la fealdad? Weil respondería que afinar nuestra sensibilidad para captar aquella belleza que se nos ofrece todos los días, "puede afirmarnos en el esfuerzo de pensar continuamente acerca del orden humano que debe ser nuestro primer objeto de atención". Platón sostenía que toda educación para la democracia y ciudadanía comienza con educación en la belleza de la música; pues la armonía en el ritmo y la melodía afinan el corazón hacia el equilibrio y la equidad. De tal forma que una persona con oído para la belleza musical, se predispone a gustar la armonía en la persona, en la comunidad y en la democracia y rechazar cualquier disonancia contra ellas.

Por todo ello, Weil ha conectado, el compromiso democrático, con la responsabilidad para cumplir nuestros deberes, con la necesidad de contemplar la belleza y de agudizar nuestro sentido para disfrutar de esa plenitud de orden que nos ofrece la belleza.

En pocos días se inaugurará un recinto más para la cultura en nuestra ciudad. Me refiero al Palacio de la Cultura y la Comunicación. Un lugar donde encontrarnos con la belleza y, si seguimos la intuición de Weil, donde podemos afinar nuestra llamada a la empatía, la solidaridad y la responsabilidad. Todos ellos son las raíces que dan solidez a nuestra democracia. Un recinto como Palcco se debe celebrar y aprovechar.