jueves, 27 de febrero de 2014

En Venezuela (y aquí), ¿qué poder tienen los «sin-poder»?

Vaclav Havel, un poeta y político Checo, publicó en 1978 un ensayo que con el tiempo se convertiría en un clásico de la filosofía política: «El poder de los sin poder». Ahí describe el núcleo de un régimen totalitario y el corazón de una dictadura. La Revolución le ofrece al hombre la seguridad del pan, de la pertenencia, la respuesta clara a sus necesidades. A cambio le pide su conciencia y su responsabilidad. A un régimen así no le es suficiente la obediencia callada y eficaz de los súbditos, deben mostrar públicamente su adhesión y entusiasmo; el dictador, dice Havel, no se conforma con mi conciencia, quiere también el regalo de la fiesta y el folclore.

El dramaturgo checo cuenta la historia de un vendedor de verduras en el mercado. El régimen le ha obligado a colgar una pancarta que dice: «¡Proletarios del mundo, únanse!». ¿Por qué lo hace? ¿Realmente cree en ese letrero? No, el vendedor no muestra su opinión, sino su miedo. Si no coloca el letrero, tendrá problemas con el sindicato, con el régimen, o con los vecinos que no están dispuestos a esforzarse por convivir con alguien diferente. El letrero está ahí para ahorrarse incomodidades; es la paz y el silencio del cementerio. La principal herramienta de una dictadura, concluye Havel, no es la cárcel o la horca: es la expropiación de la conciencia.

Si un régimen totalitario nace de avasallar de la conciencia y maquillarlo con el miedo, la salida está ahí mismo: vivir en la verdad, asumir el riesgo de la libertad, en ser tenaces frente a las consecuencias. La revolución totalitaria se diluye ante la revolución existencial: vivir a partir de la verdad de uno mismo, desde la sincera búsqueda y convicción de lo que vale la pena, de la capacidad de cumplir con las obligaciones de justicia, de la genuina solidaridad con la que se vivifican las relaciones con los demás. Vivir así, se nota. Vivir así, requiere heroísmo y sacrificio. No se trata de cambiar la revolución imponiendo otra que repita el patrón de chantaje a la libertad con la promesa de desarrollo.

Lo que sucede en Venezuela me recuerda este código de hipocresía propio de las dictaduras: «si colaboras con el régimen recibirás privilegios, calla y deja que la revolución resuelva tus problemas». Estos días he seguido con interés y preocupación las actividades de amigos míos venezolanos, en México y en aquel país. No veo en ellos sólo la legítima defensa de sus preferencias políticas, ni sólo la intención de ofrecer otra opinión política al mercado de la esfera pública. Sus protestas no son un método para ganar una elección. No se trata sólo de ser opositores a un régimen de izquierda como puede haber en otros países.

Encuentro en ellos una auténtica revolución de la conciencia de la que podemos aprender.

Créditos Finales

El post se lo debo a Juan Miguel que publicó un «Decálogo de la Resistencia». De ahí fue natural evocar a Havel.

A. «Decálogo de la Resistencia» de un amigo venezolano (@JuanMMatheus):
1. Vencer el miedo.
2. Decir la verdad y actuar de acuerdo a la propia conciencia.
3. Aferrarse firmemente a los propios derechos y a la justicia.
4. No obedecer los mandatos injustos de la autoridad ilegitima.
5. No actuar con violencia.
6. Aprender a sufrir y a dignificar el sufrimiento.
7. No negociar los propios derechos, ni la justicia.
8. No odiar ni albergar resentimientos.
9. Paciencia para luchar mientras persistan las injusticias.
10. Cultivar la esperanza.

B. Artículos de los que saqué ideas
-«El poder de los sin poder», Vaclav Havel (aquí)
-«El Teatro y la Política», Vaclav Havel (aquí)
-«El Contagio de la Verdad», Silva-Herzog (aquí)
-«Política y Misterio», Jesús Silva-Herzog Marquez (aquí)
-«Václav Havel: sin falsas envolturas»,Yoani Sanchez (aquí)

jueves, 20 de febrero de 2014

Un recordatorio llamado «Venezuela»

Charles Malik fue uno de los principales redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Era uno de los pocos filósofos de profesión que trabajó en la redacción del documento. El diplomático libanés explicaba que uno de esos principios que orientaron la redacción del Documento fue la búsqueda de un balance entre libertad y la certeza de obtener resultados. 

El ser humano experimenta una tensión entre la libertad que debo comprometer en la vida social para que ésta funcione y la lealtad que le debo al Estado para que logre hacer eficaz la coordinación entre todos los miembros de una comunidad. 

Siempre existe el riesgo de que el Estado me prometa la garantía y seguridad de la satisfacción de mis necesidades, si le entrego mi libertad. Lo vemos en la actitud de algunos políticos y su foto con cara de redentor que parece decirnos: “yo sí doy resultados, yo te cuido, me lo debes a mí. Voy a resolver tus problemas, te lo prometo y te lo cumplo”. Pero suele suceder que ese político espera a cambio la libertad de la persona en forma de obediencia a la ley, o pertenencia a un partido o de seguir a una revolución. Quien no siga a ese político, se convierte en un enemigo de ese desarrollo o un obstáculo para la revolución. 

Pero esta tentación de regalar la propia libertad a cambio de la seguridad no es sólo del político. También la persona corre este riesgo. La libertad es subversiva y problemática: tenemos que correr el riesgo de equivocarnos, cargar con el peso de buscar la respuesta digna para actuar, ofrecer motivos a los demás para crear comunidades. En ocasiones es más fácil que alguien piense por nosotros y nos “libere” del riesgo del error, de la inseguridad de no conseguir algo que comer, o no ser escuchados.

Malik recordaba que en la literatura esta doble tentación se encontraba en la historia de “El Gran Inquisidor” que Dostoyevsky incluyó en “Los hermanos Karamazov”. Ahí se describe este proceso de  seguridad a costa de la libertad: la seguridad del pan, la seguridad de ser querido, y la seguridad de pertenecer a un grupo que da identidad. Como esas tres necesidades son tan riesgosas y esquivas, puede pasar que el político prometa que gracias a él, la persona las va resolver; y podría pasar que la persona prefiera ahorrarse el peso de la incertidumbre, del esfuerzo y del riesgo que implica el reto de la conquista comunitaria de la libertad.

Esta tensión, o mejor dicho, esta tentación puede reconocerse en lo que pasa en Venezuela. Algo no va bien cuando el Estado me obliga a pertenecer a su revolución a cambio de darme la paz, el pan, la pertenencia y el reconocimiento de lo que significa “ser venezolano”. Algo no va bien, en ninguna sociedad, cuando el ciudadano está dispuesto a pagar con su libertad la seguridad de que será el Estado quien le garantizará el pan y una comunidad para reconocerse.  

Algo no va bien cuando, por ejemplo, un país promete cumplir con unos estándares de derechos humanos y someterse a una Corte como la Interamericana de Derechos Humanos y luego no está dispuesta a cumplir las sentencias que le son contrarias (La sentencia de la Corte IADH a favor de Leopoldo López aquí y la sentencia de inejecución aquí). Algo no va bien, cuando una revolución justifica la prisión de un opositor político con motivos filantrópicos. Algo no va bien, cuando Maduro ofrece motivos humanitarios para encarcelar en una prisión militar a  Leopoldo López (contrario a los estándares mínimos de los derechos humanos): “La derecha quería matar a Leopolodo López y nosotros, como gobierno humanista que somos, decidimos protegerlo”. Algo no está bien, cuando califico al que no piensa como la Revolución, por ese motivo, como un “bestializado”, alguien que “nos odia” o un es “fascista”. 

Hay pues, en la Declaración Universal y en lo que pasa en Venezuela un recordatorio para nosotros, para políticos y para ciudadanos: el bienestar humano nunca puede garantizarse solamente a través de estructuras, por muy necesarias y válidas que estas sean. Las mejores estructuras de una comunidad, funcionan únicamente cuando en esas personas existen convicciones vivas e internas capaces de motivarlos a una adhesión libre al ordenamiento social. 

Cuando un Estado, un político o una revolución, promete un mundo mejor que se realizaría irrevocablemente por la adhesión incondicional de las personas, pide un costo demasiado caro y hace una promesa que no podrá cumplir. Una Revolución así, está condenada a convertirse en un Reino Desaparecido (aquí)



jueves, 13 de febrero de 2014

El amor tiene la razón: "El Fenix y la Tórtola"

[Ya había escrito sobre este poema (aquí). He preparado esta entrada para decirla en el radio]


“El Fenix y la Tórtola” es un poema escrito por William Shakespeare sobre la muerte del amor ideal y los amantes perfectos (aquí wikipedia). Es considerado como una de las obras más obscuras del autor inglés, lo que abre la puerta a un largo debate sobre su interpretación. El poema describe los funerales de los esposos, él representado por el Fenix, ella por la tórtola. Termina con una reflexión, o mejor dicho una oración, que describe a los dos amantes y el estupor ante el amor de los difuntos. 

La razón capta como punto de partida que los dos son «individuos», in-divisos, dos seres distintos y necesariamente separados. Pero  a partir de una decisión personalísima por “vivir sólo para ti”, que los dos «in-divisos» se transforman en una única llama común; se convierten en dos corazones que laten al mismo ritmo, o dicho con Shakepeare “un sólo corazón concordante”. 

La muerte de los dos presenta un dilema para la razón. Ante ella, la separación de la tumbas se presenta como el argumento definitivo de que los dos son individuos distintos. Cada uno murió aislado, cada uno duerme «in-diviso», cada uno atrapado en su propia sepultura, aprisionado en su propia muerte. Ahora bien, si lo que define realmente a la persona es su corazón y este es un «con-corazón», dos personas fundidas en una sola llama, la razón se ve sorprendida. Los amantes incluso separados por la muerte, son de verdad una persona nueva, una única persona. 

Pascal ha dicho que «el corazón tiene razones que la razón no entiende». Shakespeare va más allá: sólo cuando se ama, la razón se orienta, prepara y capacita para conocer adecuadamente a la persona en su existencia más auténtica: «yo soy contigo, soy desde ti, soy para ti». La razón se pasma ante la unidad de un corazón concordante, que sobrepasa al primer dato racional: la muerte los ha separado. 

No se trata, como Pascal, que la razón no tenga motivos y el amor sí, o que los motivos de ambos sean contrarios. Se trata más bien que el amor tiene las razones verdaderas y ofrece las verdaderas razones para «ser de verdad». En inglés antiguo se utilizaba la expresión «ser de verdad» para decir «ser fiel». Dicho de otra forma: el amor muestra el valor y dignidad de la otra persona, la hace «más» inteligible o mas bien, el amor posibilita conocer «auténticamente» a otra persona... por que yo-soy-en-ella.

Tres estrofas de “El Fenix y la Tórtola” dirían algo así en español:

Lo más personal está consternado,
Pues el «yo» ha sido transformado
Pues «uno-sólo» se ha creado desde dos,
Ni el «yo» ni el «nosotros» tiene nombre

La razón se confunde a ella misma
Pues vio al mismo tiempo a los dos separados
Sin embargo, para ellos mismos
ni el uno ni el otro lo estaban.

Así, tan unidos vivían dos individuos
Que ella gritó: «¡qué verdadero par
parece este uno concordante»!
El amor tiene razón, la razón ninguna
Si así unidas pueden quedar las partes.

Ahora el poema en inglés, con una versión "transliterada" a un lenguaje no tan poético (en inglés que encontré aquí) y una traducción de Antonio García que me encontré en la güeb (aquí)

The Phoenix and the Turtle

Let the bird of loudest lay,
On the sole Arabian tree,
Herald sad and trumpet be,
To whose sound chaste wings obey.

But thou, shrieking harbinger,
Foul pre-currer of the fiend,
Augur of the fever's end,
To this troop come thou not near.

From this session interdict
Every fowl of tyrant wing,
Save the eagle, feather'd king:
Keep the obsequy so strict.

Let the priest in surplice white,
That defunctive music can,
Be the death-divining swan,
Lest the requiem lack his right.


And thou, treble-dated crow,
That thy sable gender mak'st
With the breath thou giv'st and tak'st,
'Mongst our mourners shalt thou go.

Here the anthem doth commence:
Love and constancy is dead;
Phoenix and the turtle fled
In a mutual flame from hence.

So they lov'd, as love in twain
Had the essence but in one;
Two distincts, division none:
Number there in love was slain.

Hearts remote, yet not asunder;
Distance, and no space was seen
'Twixt the turtle and his queen;
But in them it were a wonder.

So between them love did shine,
That the turtle saw his right
Flaming in the phoenix' sight:
Either was the other's mine.

Property was thus appall'd,
That the self was not the same;
Single nature's double name
Neither two nor one was call'd.


 Reason, in itself confounded,
Saw division grow together;
To themselves yet either-neither,
Simple were so well compounded


That it cried how true a twain
Seemeth this concordant one!
Love hath reason, reason none
If what parts can so remain.

Whereupon it made this threne
To the phoenix and the dove,
Co-supreme and stars of love;
As chorus to their tragic scene.

THRENOS.

Beauty, truth, and rarity.
Grace in all simplicity,
Here enclos'd in cinders lie.

Death is now the phoenix' nest;
And the turtle's loyal breast
To eternity doth rest,

Leaving no posterity:--
'Twas not their infirmity,
It was married chastity.

Truth may seem, but cannot be:
Beauty brag, but 'tis not she;
Truth and beauty buried be.


To this urn let those repair
That are either true or fair;
For these dead birds sigh a prayer. 
 The Phoenix and the Turtle

Allow the bird with the strongest singing voice,
Upon the unique acacia tree,
Publicly announce and proclaim with sorrow,
To those virtuous birds who would respond to such a call.

But you, the screeching owl,
The vulgar prophet of death,
Foreteller of the passing of this affair,
Stay away from this company of birds!

From this assembly is forbidden
Every oppressive bird of prey,
Except for the eagle, who is the king of birds:
All must strictly maintain the giving of respect.

Allow the priest in his white religious garments,
That understands mournful music,
Be the swan that makes death a heavenly act,
Should its singing of memorial music at the point of death not naturally give it that right.

And you, the crow that lives for over 100 years,
Who reproduces your dark-coloured kind
From your bill simply via your breath,
You are welcome amongst our company of grievers.

The hymn starts now:
Love and Constancy is deceased,
The Phoenix and the Turtle-Dove have left us
In the flames of the Phoenix ignited here in the acacia tree.

Therefore they loved inasmuch as the love in two beings
Had the substance and nature compounded into only one;
Two separate birds, but inseparable and indistinguishable;
Combined as one in love so extinguishing their separate selves.

Their hearts were separate, but not divided;
No range nor gap was there
Between the hearts of the Dove and his Phoenix;
However, their combination was a miracle.
   
Therefore, love radiated from them
That the Dove saw what was due to him
Burning in the Phoenix's appearance;
Each was the other's, each belonged to the other.

Consequently, the principle of Personality was dismayed,
That the ego had changed;
A being's singular character had been created from two names
But there was no actual name to call them now they were combined and they were no longer referred to by their separate names.

The principle of Reason was fundamentally confused,
By seeing what was separated, now develop as one,
They joined together without remaining as two separate entities;
Two straight-forward beings were made so much better by their bonding;

Reason exclaimed: "How perfectly a couple
Appears this harmonious one!
Love has motive, but no explanation,
If two separate elements can endure as one".

At which point, Reason prepared this lament
To the two birds,                       
Jointly the greatest ideals of and luminaries of love,
As a refrain to their woeful setting.

LAMENT

Attractiveness, honesty and, uncommonly,
Kindness, are all brought together in one uncomplicated form,
As the ashes inside this urn.

Mortality is now the place where the Phoenix resides;
And where the Turtle-Dove's faithful heart
Lies forever,

They leave no offspring from their union
Not due to any malady though,
But because they were virtuous in their coupling.

Honesty may appear to be achievable but cannot exist;
Things may boast of being attractive, but they are not examples of real attractiveness:
Because Honesty and Attractiveness are dead.

To this urn of their ashes those birds should return
Who are either faithful or beautiful;
And softly say a benediction to these two dead birds.

El Fénix y la Tórtola

Quiero que el pájaro cante en su trino de notas agudas
desde la altura del único árbol que existe en la Arabia,
quiero que sea el heraldo y clarín que denote tristezas
y que obedezcan su voz sin pensárselo plumas y alas.

Pero también es preciso que tú, vocinglero comparsa,
sucio y mendaz subalterno del vil y embozado demonio,
hombre agorero que anuncias el punto final de la fiebre,
no se te ocurra jamás acercarte en tropel a nosotros.
Debes saber que por fin hay en estas reuniones un veto
para las aves voraces que imponen grillete a las alas,
con la excepción del solemne batir de las águilas todas.

Hay que dictar rigores, guardar del mal estas exequias,
que el sacerdote se vista el sayal y la blanca casulla
como cantor sin igual de los fúnebres sones del alma.
Sean los cisnes del campo agoreros heraldos de muerte
para que el Réquien no olvide acudir a tan trágica cita.

Quiero que tú, con tu oscuro plumaje de cuervo sin alma,
tricentenaria criatura, creador de maldades y razas,
tomes aliento del aire que das y que siempre has quitado
y que camines con nos a la par del dolor y que sufras.

Hoy y aquí, en el instante, iniciamos los cantos del himno:
muertos están sin remedio y por siempre el amor y constancia,
se nos han ido volando dispersos la tórtola, el fénix,
abandonando el lugar en su triste llamear solitario.

Siendo los dos un igual al querer, a tal punto se amaban
que se fundieron en uno los dos, pareciera que el tiempo
en su constante latir los uniera en un único ser,
siendo los dos del amor prisioneros, un todo indiviso
donde medidas y número pierden y ganan sumando.

Dos corazones distintos, distantes, mas nunca alejados
en un constante latir sin medida, ni tiempo, ni espacio:
“entre la dulce caricia de amor de la tórtola y fénix
nos regalaron un mundo ideal; un lugar prodigioso”.

Tal resplandor producía el candor de tan tiernos amores
que en el negror de la noche veía la tórtola bienes
en el flamear de los ojos amantes del cálido fénix
porque lo suyo era de ella y lo de ella por suyo sintiera.

Pasado el tiempo la lógica vio su templanza violada,
supo que propio y distinto en esencia nombraban lo mismo
y que al unirse los dos en un nombre y decirse al unísono
no se podía expresar ni sumar ni restar ni ser número.

Esta confusa razón de por sí provocaba un conflicto
pues se veía florecer y a la vez dividir lo creado
porque al momento de ser lo del uno y del otro lo mismo
se convertía en sinrazón la razón; lo sencillo en compuesto.

Llegado aquí exclamó: “¡Si en el dúo prevalece una voz,
valga tan grata armonía, que gocen de un mismo destino!”
Tiene el amor sus razones y al tiempo carece de ellas
si identifica razón y también sinrazón sin distingos.

Y en el momento compuso sin más este hermoso cantar
cual funerario agasajo a la tierna paloma y su fénix,
almas gemelas los dos, compañeros y estrellas gozosas,
como escenario adecuado a su trágica historia de amor.


jueves, 6 de febrero de 2014

La Constitución: no da para más… ni para menos


Como texto fundamental, la Constitución se supone que es el lugar donde encontramos tres componentes:  (i) Las instituciones y reglas básicas de la vida política (ii) El origen y núcleo de la experiencia jurídica y (iii) Los valores  e identidades de la nación que justifica a los otros dos. ¿No es pedir demasiado para un texto escrito? Un documento que aspira a integrar estos tres aspectos, debe ser lo suficientemente general para alcanzar todo ello y por lo tanto, poco precisa, necesitada de interpretación y actualización, para llevarse a la práctica. 

Paco Calderón, Reforma, 5-Feb-2014
Como síntesis del proyecto político, la Constitución es la capirotada de los poderes efectivos que mediante acuerdos y compromisos, logran que sus planes y programas se conviertan en la legítima hoja de ruta  de sus intereses. Para el político, modificar la Carta Magna es como decir “ya ves cómo mi proyecto sí va en serio y sí representa lo que los mexicanos queremos”. ¿No es  demasiado pensar que la Carta Magna equivale a lo que México es y lo que queremos los Mexicanos?

La Constitución como fuente de la experiencia jurídica ofrece dos tipos de marcos generales. Aquellos que podemos llamar “leyes políticas”, con las que se diseñan instituciones y procesos, se distribuyen competencias y facultades de los organismos públicos, distintas de las “leyes jurídicas”, cuya misión es orientar a los jueces sobre cómo se coordinarán eficazmente las personas entre sí, y cómo medir lo que es justo para cada uno. Pues bien, en la práctica, entre la Constitución y la respuesta concreta que recibe cada parte en un proceso, o el trato que recibe un ciudadano, hay innumerables decisiones que escapan al control de la Carta Magna: principios del derecho internacional, prácticas de tribunales, selección de hechos a tomar en cuenta para ser valorados conforme a la ley, gustos y políticas del jefe en turno, etc. ¿No es demasiado pensar que la Carta Magna contiene en sí toda la experiencia jurídica y todas las respuestas justas?

Si esto es así, ¿es razonable abandonarla, desilusionarse por que se modifica mucho? Pienso que no. Desde el punto de vista político y  a pesar de todas sus fallas e inconsistencias, la Constitución sigue siendo el reflejo de toda legitimidad política en el país. Lo escribió Catherine Andrews en Nexos: La Constitución “Es el acuerdo mínimo en torno al que diferentes partidos y grupos de opinión han discutido hasta el momento el futuro de la democracia mexicana; de modo que abolirlo podría abrir una caja de Pandora cuyo contenido podría ser muy peligroso”. 

Paco Calderón, Reforma, 2-Feb-2014
Y desde el punto de vista jurídico, tras la reforma de 2011 en materia de Derechos Humanos, la Constitución hace más claro los principios que orientarán tanto a los jueces como al poder político: principios que se toman en cuenta y que han resultado ser una nueva fuente para la argumentación jurídica.

No creo que a la Constitución le venga bien esos calificativos cursis y grandilocuentes de ser “el ungüento nacionalista [y] homenaje de mexicanidad”, o asignarle el valor de contener  “el sentido preciso de la historia mexicana”, el claro “trazo imperativo” para los poderes públicos o la única fuente y síntesis de la experiencia jurídica. 

La Carta Magna no da para tanto… pero sí para algo: al menos se usa de referencia de legitimidad y es un espacio para que más o menos se logren hacer evidentes los proyectos políticos; sí contiene orientaciones sobre la experiencia jurídica y al mismo tiempo es un reflejo parcial de lo que aspiramos ser como nación.

Créditos Finales
Dos textos de los que saqué ideas:
-"Cursilería y Constitucionalismo" de Jesús Silva-Herzog (aquí)
-"Historia anticonstitucional de México" de Catherine Andrews (aquí)