Vaclav Havel, un poeta y político Checo, publicó en 1978 un ensayo que con el tiempo se convertiría en un clásico de la filosofía política: «El poder de los sin poder». Ahí describe el núcleo de un régimen totalitario y el corazón de una dictadura. La Revolución le ofrece al hombre la seguridad del pan, de la pertenencia, la respuesta clara a sus necesidades. A cambio le pide su conciencia y su responsabilidad. A un régimen así no le es suficiente la obediencia callada y eficaz de los súbditos, deben mostrar públicamente su adhesión y entusiasmo; el dictador, dice Havel, no se conforma con mi conciencia, quiere también el regalo de la fiesta y el folclore.
El dramaturgo checo cuenta la historia de un vendedor de verduras en el mercado. El régimen le ha obligado a colgar una pancarta que dice: «¡Proletarios del mundo, únanse!». ¿Por qué lo hace? ¿Realmente cree en ese letrero? No, el vendedor no muestra su opinión, sino su miedo. Si no coloca el letrero, tendrá problemas con el sindicato, con el régimen, o con los vecinos que no están dispuestos a esforzarse por convivir con alguien diferente. El letrero está ahí para ahorrarse incomodidades; es la paz y el silencio del cementerio. La principal herramienta de una dictadura, concluye Havel, no es la cárcel o la horca: es la expropiación de la conciencia.
Si un régimen totalitario nace de avasallar de la conciencia y maquillarlo con el miedo, la salida está ahí mismo: vivir en la verdad, asumir el riesgo de la libertad, en ser tenaces frente a las consecuencias. La revolución totalitaria se diluye ante la revolución existencial: vivir a partir de la verdad de uno mismo, desde la sincera búsqueda y convicción de lo que vale la pena, de la capacidad de cumplir con las obligaciones de justicia, de la genuina solidaridad con la que se vivifican las relaciones con los demás. Vivir así, se nota. Vivir así, requiere heroísmo y sacrificio. No se trata de cambiar la revolución imponiendo otra que repita el patrón de chantaje a la libertad con la promesa de desarrollo.
Lo que sucede en Venezuela me recuerda este código de hipocresía propio de las dictaduras: «si colaboras con el régimen recibirás privilegios, calla y deja que la revolución resuelva tus problemas». Estos días he seguido con interés y preocupación las actividades de amigos míos venezolanos, en México y en aquel país. No veo en ellos sólo la legítima defensa de sus preferencias políticas, ni sólo la intención de ofrecer otra opinión política al mercado de la esfera pública. Sus protestas no son un método para ganar una elección. No se trata sólo de ser opositores a un régimen de izquierda como puede haber en otros países.
Encuentro en ellos una auténtica revolución de la conciencia de la que podemos aprender.
Créditos Finales
El post se lo debo a Juan Miguel que publicó un «Decálogo de la Resistencia». De ahí fue natural evocar a Havel.
A. «Decálogo de la Resistencia» de un amigo venezolano (@JuanMMatheus):
1. Vencer el miedo.
2. Decir la verdad y actuar de acuerdo a la propia conciencia.
3. Aferrarse firmemente a los propios derechos y a la justicia.
4. No obedecer los mandatos injustos de la autoridad ilegitima.
5. No actuar con violencia.
6. Aprender a sufrir y a dignificar el sufrimiento.
7. No negociar los propios derechos, ni la justicia.
8. No odiar ni albergar resentimientos.
9. Paciencia para luchar mientras persistan las injusticias.
10. Cultivar la esperanza.
B. Artículos de los que saqué ideas
-«El poder de los sin poder», Vaclav Havel (aquí)
-«El Teatro y la Política», Vaclav Havel (aquí)
-«El Contagio de la Verdad», Silva-Herzog (aquí)
-«Política y Misterio», Jesús Silva-Herzog Marquez (aquí)
-«Václav Havel: sin falsas envolturas»,Yoani Sanchez (aquí)
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