viernes, 12 de agosto de 2022

Explotar desde lo que soy: Darcy y Antígona

Pride and Prejudice, BBC, 1995


En una de las escenas más conocidas de la literatura, Jane Austen describe así el diálogo silencioso entre dos enamorados:

Had Elizabeth been able to encounter his eye, she might have seen how well the expression of heartfelt delight, diffused over his face, became him (Pride & Prejudice, 58)

Ahora un breve antecedente. Tras la primer declaración de Darcy, Elizabeth sorprendida guarda silencio: “Enrojeció, se quedó mirándole fijamente, indecisa y muda (Cap. 34)” Él piensa que se trata de una invitación a continuar y, engañado, sigue cavando su tumba con los resultados ya conocidos. Unas semanas después, cuando Darcy le ofrece una vez más su cariño, ella vuelve a quedarse callada y a mostrarse inquieta:  sintiendo toda la incomodidad y ansiedad más que comunes de su situación, se obligó ahora a hablar; e inmediatamente, aunque no con mucha fluidez, le dio a entender que ahora recibía su propuesta con gusto. No es difícil imaginar cómo Darcy viviría ese segundo silencio y el tartamudeo de Elizabeth. Tampoco, cómo aquello se convirtió en explosión de sobrecogedora  alegría

Volvamos al texto: Had Elizabeth been able to encounter his eye, she might have seen how well the expression of heartfelt delight, diffused over his face, became him. Una versión en español traduce así esa línea: “Si Elizabeth hubiese sido capaz de mirarle a los ojos, habría visto cuán bien se reflejaba en ellos la delicia que inundaba su corazón”. El DeepL ofrece una fórmula que quizá sea más acertada: Si Elizabeth hubiera podido encontrarse con su mirada, habría visto lo bien que le sentaba la expresión de sincera alegría que se difundía por su rostro.

En ambos casos algo se pierde al interpretar el sentido de heartfelt (con el corazón en la mano, sentido en el corazón). Una alegría sincera se difumina o se esparce como por un asalto incontrolable al rostro. Became him” dice al final de la oración. Lo sé. Por la forma en que se construye el inglés y su gramática, se ha de traducir como algo que le pasa a Darcy. Pero en la expresión se saborea este otro sentido: la alegría se difunde en su rostro porque él se ha convertido (became) en alguien distinto. No solo se emociona, sino que él se transforma  precisamente porque lo que es se altera por la presencia, palabras y amor de Elizabeth.

Me encontré con un problema similar en Antígona quien le dice, en la versión de Gredos -¿y quién soy yo para dudar de la traducción?- a Creonte Mi persona no está hecha para compartir el odio, sino el amor. En griego se dice algo más radical -aquí va una traducción más literal-: yo no odio, sino engendro amor común (οὔτοι συνέχθειν, ἀλλὰ συμφιλεῖν ἔφυν [523]). Las dos últimas palabras de la oración son συμφιλεῖν-sumphilein que significa «amor mutuo» o «gozo compartido», y ἔφυν-ephun, «engendrar» o «dar a luz» (¿φύω se acerca a ἔρως (eros)?). En otras palabras, Antígona dice que aunque sus hermanos se odien, aunque Creonte le pida que desprecie a uno de ellos, desde lo que ella es nace, se genera, se pone en marcha, un amor que engendra comunión. Ella ve que de lo que es no puede suceder otra cosa sino generar comunidad por el amor. El contraste no pasa desapercibido, pues en griego el nombre «Antígona» (Ἀντιγόνη, o Anti- contrario y -gone,  «dar a luz», «engendrar») significa algo así como abocada a la muerte, o quien no es madre. Ella engendra amor incluso en la esterilidad.

Sea como fuere, el punto es que con Darcy –al igual que con Antígona-, Austen describe el amor no como una emoción sino como transparentar una forma de ser gracias a que el amado se ancla en la propia identidad.

PS. Le dedico esta entrada a Rubí Bobadilla que hace tiempo se ganó un premio... Es una pistola.