Cortejo fúnebre de la Regencia Inglesa. Thomas Berwick. |
Los funerales no son un lugar al que nos gustaría ir, pero son reveladores. Ahí vamos a despedir lo que queda de quien queremos o a acompañar a quien estimamos. Difícilmente podemos articular un discurso que resuelva el problema de la muerte y si somos honestos, lo único que se hace -no es poco- es encogerse de hombros y estar ahí. Nos queda sólo acompañar. En otras palabras, si con la muerte somos despojados de todo -incluso de la vida-, entonces queda al desnudo lo que realmente somos. Si eso es así, cuando se muere, aquí sólo queda lo que se amó. Y parece sólo nos llevaremos algo similar: aquellos a quienes amamos y el cariño de los que nos quisieron.
Pues bien, si seguimos esta idea, ¿quién era realmente Jane Austen? ¿Qué se puso de manifiesto con su muerte? Los rasgos biográficos de esta famosa escritora, vistos bajo la óptica de un funeral, no son los de su oficio. En vida había ya alcanzado renombre. La corona le pidió de favor que dedicara una de sus obras -Emma- al Rey. Sin embargo, su biografía como escritora se desvanece ante la muerte. Para su familia hubo en ella algo más importante, más rotundo para definir quién era su hermana recién fallecida.
Algo ya se anuncia en su testamento, fechado un día como hoy -27 de abril de 1817- (moriría el 18 de julio). No hay ninguna referencia a su vida de escritora. Nada que la distinga de una mujer común. Lo único que se pone de manifiesto son sus relaciones personales. Dos hermanos y una criada que estuvo al servicio de su difunta prima. El testamento en español dice así:
«Yo, Jane Austen, de la parroquia de Chawton, expreso de este modo mis últimas voluntades y testamento, y dejo en herencia a mi queridísima hermana Cassandra Elizhabeth todas mis posesiones en el momento de mi muerte, o las que pudiera recibir posteriormente, salvo el pago del coste de mi funeral y un legado de cincuenta libras a mi hermano Henry y de cincuenta libras a Madame Bigeon, que pido sean pagadas tan pronto como sea posible. Y nombro a mi susodicha querida hermana, albacea de mis últimas voluntades y testamento.
Jane Austen
27 de abril de 1817Mis últimas voluntades.A la señorita Austen»
Con la lápida de su tumba sucede algo similar. Se menciona a su padre, a su familia, a sus cualidades personales y la esperanza de merecer redención definitiva. Nada sobre su profesión o cualidades literarias. Dice así:
«En recuerdo de JANE AUSTEN, hija menor del difunto reverendo GEORGE AUSTEN, quien fuera rector de la parroquia de Steventon en este condado. Dejó esta vida el 18 de julio de 1817, a los 41 años, tras una larga enfermedad soportada con la paciencia y la esperanza de una verdadera cristiana.
La bondad de su corazón, la dulzura de su carácter y su extraordinaria inteligencia le valieron, junto con el más tierno amor de sus seres queridos, admiración de cuantos la conocieron.
La pena de su familia es tan grande como irreparable es su pérdida, pero aun en su más profunda aflicción, les consuela la firme aunque humilde esperanza de que su bondad, devoción, fe y pureza han hecho aceptable su alma a la vista de su REDENTOR».
Su hermano James le dedica este poema. Ahí describe las habilidades literarias y lingüísticas de su hermana pero sólo cómo reflejo de su temperamento y carácter:
«Hers fancy quick, and clear good senseAnd wit which never gave offence:A heart as warm as ever beat,A temper even; calm and sweet:Though quick and keen her mental eyePoor nature's foibles to descry,And seemed for ever on the watch,Some trails of ridicule to catch.Yet not a word she ever pen'dWhich hurt the feelings of a friend.And not a line she ever wrote"Which dying she would wish to blot (sic; Venta 49)"
La muerte desnuda a todos, pero no nos quita aquello que nos hacía ser de verdad. Para los hermanos de Jane Austen eso podría definir la biografía de su hermana.
Dedicado al Miguel que hoy es su cumpleaños
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