Claudio Lomnitz escribió estos días un interesante editorial en La Jornada titulado “Tierra Caliente: lectura en clave antropológica” (aquí). Ahí explica que en esa región michoacana se han enfrentado dos tipos de formas sociales, una inspirada en categorías militares (con su estructura de mando vertical, su control, su uso de la fuerza) y la otra orientada a la forma social de “familia y comunidad”.
Las estructuras militares han tomado como nombre, curiosamente, aquellas estructuras sociales opuestas tanto al Ejército como al Estado burocrático, cuya lógica es el uso de la fuerza y el control: la familia, la religión, la comunidad.
«En otras palabras -dice Lomnitz- el desorden producido por una invasión militar (Ejército federal) y por una invasión cuasi-militar (de Los Zetas) fue generando primero un movimiento y organización armada ligados al orden comunitario (La Familia), cuyos abusos fueron aprovechados por una tercera organización que se presentó como redentora del orden moral de la comunidad (Los caballeros templarios)».
Lomnitz hace notar cómo cuando ejércitos regulares han utilizado como técnica de control, el temor y la división entre los miembros del grupo social, esos grupos militaries a lo mucho han ganado presencia, pero han perdido gobernabilidad. Cualquiera puede ser ‘Zeta’, cualquier puede actuar en nombre de unos criminales, ¿qué caso tiene hacer los sacrificios que require la justicia si se vive preso del miedo?.
La reconstrucción de Tierra Caliente no se reduce sólo a una “organización más justa del estado” sino que además necesita por una “recomposición del significado de los lazos de amistad”. Esto es así, concluye Lomnitz por que “[s]ólo un amigo digno podrá un día ser un esposo digno, un padre digno y un miembro digno de su comunidad.”
El bien común no sólo se trata de “hacer algo”, sino también de “hacerlo contigo”: los lazos de amistad generan la confianza y la paciencia necesaria para debatir un problema común, para confiar en que el otro hará su parte, para hacer los sacrificios necesarios para hacer eficaz y estable nuestra coordinación común. Por el contrario, cuando el eje de esa acción común es el miedo (a que me robes, me mates, o me engañes, o incluso cuando creo que ganarás más que yo a base de engaño), cuando el eje de la acción común es la dádiva, o únicamente el cálculo de mis beneficios, lo único que se consigue es una comunidad precaria enferma de desconfianza.
No pensemos que lo que sucede en Tierra Caliente es ajeno a nosotros, pues cada uno tiene en sus manos una serie de relaciones comunitarias de responsabilidad que necesitan de nuestra capacidad de hacer justicia, de ser honestos, de ser buenos amigos. No lo olvidemos: somos herederos de un orden social, más o menos estable, que requiere al mismo tiempo construirse todos los días animado por un auténtico espíritu de solidaridad.
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