jueves, 26 de marzo de 2015

Platón y la Música en la Construcción de la Democracia


Hace casi 2400, Atenas había sido derrotada por Esparta. La gran Atenas, la potencia militar, económica y política había sido derrotada por los no tan sofisticados espartanos. Esta circunstancia histórica obligó a filósofos, historiadores e intelectuales a buscar comprender y aclarar el origen y raíces de ese colapso. Una de esas explicaciones la ofrece Platón, el famoso filósofo ateniense. Su libro «La República» inicia con un debate sobre el origen de lo justo. Se preguntó por qué la falta esta virtud entendida como armonía causó que la gran polis se redujera a cenizas. ¿Cuál sería el primer paso que habría que dar para reconstruir una comunidad? ¿Cómo Atenas habría de educar a sus jóvenes para superar la crisis?

Platón sugiere que el primer ladrillo para la construcción de una democracia es la educación musical. ¿Por qué? Si la justicia de una ciudad es reflejo de las personas justas, y si la justicia es la armonía de una persona ajustada, entonces es la música la que nos introduce y acostumbra a que nos guste la armonía y nos arraiga en lo afinado. Dicho de otro modo: la música afinada, coherente y liberadora, fomenta que nos guste una familia ordenada, un trabajo ajustado, unas emociones afinadas... y una sociedad armónica, con cadencia y equilibrio, etc. La música, según Platón, afina el corazón para que a su vez busquemos replicar ese orden en las acciones. Esas serán las que construyen la sociedad. En resumen: dime qué música escuchas y te diré qué tipo de armonía estarás dispuesto a construir.

Pues bien, quizá podemos aprovechar el consejo de Platón y someter nuestros gustos musicales a un pequeño ejercicio de toma de conciencia: si ya me gusta esa armonía, ¿cómo puedo conectarla con el resto de equilibrios, cadencias y acordes que construyo en la sociedad en la que vivo? Le pregunté a un amigo experto en música  me recomendó tres cosas:

a) Conocer el contexto, los motivos y el esfuerzo que le llevó al autor a componer esa canción que nos emociona. Con ello nos capacitamos para identificar mejor el mensaje incorporado en la canción. Así, la música ya no sólo será arrebato de emoción; será también compartir con el autor un valor, una idea o una experiencia.

b) Salir de la zona de confort musical. Es lógico que escuchemos nuestra música preferida. Pero así como cuando comenzamos a hacer deporte los primeros ejercicios nos dejan adoloridos por el esfuerzo, también habrá que esforzarse por conocer y escuchar música que nos puede parecer difícil. Me refiero a la música clásica. Ninguna película que hemos visto, la hemos gozado sin una orquesta que agregue intensidad a lo ahí relatado. De igual modo no le tengamos miedo a una pieza de Vivaldi, Tchaikovsky, Beethoven, Handel o Bach. No le tengamos miedo a gastar nuestro tiempo a buscar nuestras emociones y experiencias en aquellos que llamamos clásicos. 

c) Hacer memoria, volver a ser consciente de las conexiones que existen entre la música que me gusta y las personas y valores que descubro en ella. Ya sea por que la asocio a una experiencia de la infancia o a algún encuentro especialmente entrañable. La experiencia de la belleza, algo que sin duda sucede con la música, sólo fructifica si nos pone en camino hacia el bien que captamos en lo bello y si nos pone en relación con otros. Si somos conscientes de qué valores, sentimientos y personas aparecen ante nosotros con una pieza musical que nos gusta, entonces puedo ir a buscar esa armonía tanto en esos sentimientos como en las personas que me rodean.

Platón pensaba que para que la música pudiera ser el primer paso de una democracia esta debía despertar la inteligencia, fomentar la disciplina personal y promover el ímpetu, el ánimo, el coraje. Una música que pensamos, con la que dialogamos y que la compartimos, nos acostumbra a la armonía. Un buen gusto musical afina nuestra brújula moral con la orientamos nuestras elecciones. 

¿Y si le hacemos caso a Platón?

Va un fragmento de la República (401c-402a) y al final una video:

«Así los jóvenes, como si fueran habitantes de una región sana, extraerán provecho de todo, allí donde el flujo de las obras bellas excita sus ojos o sus oídos como una brisa fresca que trae salud desde lugares salubres, y desde la tierna infancia los conduce insensiblemente hacia la afinidad, la amistad y la armonía con la belleza racional. [...] 
—Ahora bien, Glaucón, la educación musical es de suma importancia a causa de que el ritmo y la armonía son lo que más penetra en el interior del alma y la afec ta más vigorosamente, trayendo consigo la gracia, y crea gracia si la persona está debidamente educada, no si no lo está. Además, aquel que ha sido educado musicalmente como se debe es el que percibirá más agudamente las deficiencias y la falta de belleza, tanto en las obras de arte como en las naturales, ante las que su repugnancia estará justificada; alabará las cosas hermosas, regocijándose con ellas y, acogiéndolas en su alma, se nutrirá de ellas hasta convertirse en un hombre de bien.
Por el contrario, reprobará las cosas feas —también justificadamente— y las odiará ya desde joven, antes de ser capaz de alcanzar la razón de las cosas; pero, al llegar a la razón, aquel que se haya educado del modo descrito le dará la bienvenida, reconociéndola como algo familiar.»


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