lunes, 17 de septiembre de 2018

De Independencia, banquetas, parques... y tráilers.

Paseo Chapultepec (no tengo el autor de la foto. No la tomé yo)

"Las bestias tienen madrigueras; el ganado, establos; los carros se guardan en cobertizos y para los coches hay cocheras. Sólo los hombres pueden habitar" (Ivan Ilich) 

Dicen los filósofos que a cada generación le corresponde cuestionar, buscar los motivos y apropiarse de los valores y tradiciones que heredaron de la anterior. Celebrar la independencia forma parte de ese proceso. No solo recordamos un acontecimiento del pasado, atrapado en la memoria. Las fiestas de independencia reviven cada que cuestionamos aquél acontecimiento, buscamos los motivos que movía a aquellos hombres y mujeres para hacer nuestras esas convicciones, y entonces sí, celebrar en presente la independencia que hacemos nuestra.

Una forma de apropiarnos de esos valores de independencia es recuperar las banquetas y los parques. Parece trivial, pero los parques y las banquetas detonan el encuentro entre personas con una misión común. A partir de ahí buscamos junto con otros aquello que deseamos edificar. Los espacios compartidos no sólo sirven para trasladarnos de un sitio a otro con mayor o menor eficacia. Las banquetas y los parques son un lugar para habitar el mundo como personas con dignidad que existen junto a otros. Si procuramos que nuestras casas reflejen quienes somos y lo que aspiramos, así como nos preocupa que sean espacios habitables, dignos y bellos, ¿por qué no replicar esa necesidad en lo público? 

Cuando lo público no es nuestro, cuando no nos interesa humanizar el espacio común, entonces abandonamos los parques y las banquetas. Bajo esa lógica la vida común se reduce a no estorbar a nadie para moverse con eficacia de la casa al trabajo y de regreso. Y si el espacio público es feo, con mayor razón nos encerraremos en nuestras casas. Cuando el espacio público pierde nuestro interés porque no nos vemos reflejados en él, entonces somos una sociedad menos humana, con menor capacidad de diálogo y por eso con  menos futuro. Fuimos penosos testigos de esta degradación con el trailer abandonado lleno de cadáveres: aquellos restos humanos no son nadie, no valen nada y pueden dejarse abandonados en tierra de nadie. Donde no hay humanidad, no hay nada común qué cuidar y donde no se da vida en común, la persona pierde los referentes que le dan sentido.

Así que Independencia no se trata solo de celebrar algo del pasado. Se trata de reapropiarnos de un proyecto común, para habitar de forma libre y digna la ciudad donde vivimos. Es la única forma de habitar con dignidad. Una tarea que comienza reapropiándonos de los espacios públicos... como los parques y las banquetas.  

La idea la aparendí de mi maessstro, el @ProfesorDoval, en parte en su blog

lunes, 10 de septiembre de 2018

Williams y Osaka: un nuevo capítulo de una vieja discusión sobre lo justo

Tim Clayton/Corbis via Getty Images
El sábado pasado durante la final femenil del USOpen Serena Williams reclamó al juez de pista de tal manera que éste decretó un punto de castigo a favor de su contrincante, la japonesa Naomi Osaka. No soy aficionado al tenis, ni tengo la sensibilidad para valorar del todo lo sucedido. Lo reconozco. Así que pregunté a mis amigos tenistas, de ellos he logrado aclararme tres puntos:: 

Primero: Naomi Osaka dominaba el encuentro: era más ágil, más precisa y más letal que Williams. Muy probablemente habría ganado el partido. 

Segundo: por una parte es verdad que en el tenis varonil jugadores han recibido castigos y el problema no escala a más porque se ponen en cintura. Pero también es verdad que las reglas del decoro y del comportamiento son más estrictas con las mujeres. Esta disparidad es sexista e injusta y forma parte de una cultura de disparidad no del todo erradicada.

Tercero: El conflicto entre el juez y Williams, opaca y puede considerarse una forma injusta de desmerecer a Naomi Osaka, quien ahora pesa sobre su triunfo la sospecha de haberse beneficiado -sin ella buscarlo, por supuesto- de la situación; y cuya fiesta por su triunfo no brilló como debía.

Pero mi reflexión de hoy no es sobre tenis, sino sobre una pregunta más antigua: ¿es posible luchar contra una injusticia de cualquier modo? ¿Qué pasa cuando pretendo luchar contra una injusticia de forma injusta? Tucídides, un histriador griego del siglo V a.C. nos recuerda que la guerra es una maestra muy severa. Williams parece un ejemplo más de esta experiencia. Al calor de una lucha, nuestra respuesta a la injusticia podría estar causando otra injusticia no buscada directamente. Así que lo pregunto de nuevo, ¿la lucha contra una injusticia -el sexismo y el doble rasero al aplicar las normas del decoro-, puede plantearse cometiendo otra injusticia -desmerecer el esfuerzo deportivo de Naomi Osaka-? 

La respuesta de Sócrates es sin duda más fácil decirla que aplicarla: es mucho mejor padecer una injusticia que cometerla. Sufrir una injusticia no autoriza a luchar contra ella cometiendo otras. Como me conozco, probablemente yo no hubiera sido capaz de reaccionar adecuadamente en una circunstancia similar a Serena Williams. Así que solo tomo mi lugar como aficionado al deporte, simplemente me toca aprender a ver todas las aristas de un problema como este… y aprender.

lunes, 20 de agosto de 2018

Para tomar notas como rockstar





El Centro de Estrategias de Aprendizaje de Cornell University (LSC) recomienda cinco actividades para tomar apuntes que facilite después el estudio. Bastante sentido común. Mejor aún, es el diseño de una hoja de libreta donde se facilita aplicar el modelo. Imagine una hoja de libreta rayada común. Con una línea vertical divida en dos partes casi toda la hoja. En el espacio final, como de notas al pie de página, dibuje una línea otra horizontal que lo separe de la parte superior. 

En la sección superior derecha, habrá creado un espacio como de 15 cm de ancho donde se toman los apuntes de clase. En la superior izquierda, como de 6cm, se escriben palabras, preguntas y pistas que anuncian las ideas centrales de las notas recogidas a su lado.  Así, de forma visual y sencilla, se identifica rápidamente el contenido y se prepara el mapa mental necesario para el estudio. En la tercera sección de la hoja, en un pie de la página como de 5cm, la LSC recomienda que el alumno escriba un resumen de tres o cuatro renglones en cuanto termine la clase. 

A esta hoja le llaman la Plantilla Cornell para tomar apuntes. En internet se encuentran muchos modelos. He tomado el diseño de Innes Alison que encontré en su blog. Lo traduje al español y se puede bajar en pdf aquí. (Abajo aparece como foto)

¿Y qué recomiendan para tomar apuntes? Cinco actividades:

1. Registrar: Durante la clase, registra el contenido de la lección. Te.le.gra.fi.ca.men.te.
2. Preguntas: En cuanto termine la clase, elabora preguntas a partir de las notas. Escribir esas preguntas ayuda a clarificar significados, descubrir relaciones, establecer continuidad, ejercitar la memoria. También ayuda a preparar los exámenes.
3. Recitar: Al estudiar, cubre con una hoja la sección de contenido, e intenta resolver las preguntas o explicar las palabras claves que lees en la sección izquierda.
4. Refleccionar: Pregúntate tu mismo por el significado de lo que anotaste. Especialmente cómo se vincula esas notas con lo que ya se sabe.
5. Revisar: Emplea al menos 10 minutos a la semana a revisar las notas. Si lo haces, podrás comprender mejor el contenido de las sesiones siguientes.



sábado, 4 de agosto de 2018

Cuando la escuela llega demasiado tarde

El auténtico doctor [Pallares] y mi mamita 
Nuestra sociedad, para bien, discute y busca formas razonables para valorar el papel de la mujer en la sociedad. Tanto para lograr su integración plena y justa en la vida laboral, como para apreciar su labor en el hogar. Personalmente he vivido estos esfuerzos a través de lo que vi hacer a mi madre. Ella suspendió su formación profesional para atender a sus hijos y una vez que crecimos todos, – después de varias peripecias-, logró terminar su licenciatura después de los sesenta años. Logró que experimentara aquella conclusión de Chesterton:
[E]l niño va a aprender a la escuela cuando ya es tarde para enseñarle nada. Ya se hizo lo verdadero, y gracias a Dios aproximadamente siempre, lo hicieron las mujeres. [...] Porque recuerdo con certeza este hecho psicológico establecido; justamente cuando más estuve bajo la autoridad de una mujer, más lleno me sentí de ardor y de aventura. Precisamente porque mi madre dijo que las hormigas mordían, y mordieron y porque la nieve cayó en invierno (como dijo ella); desde entonces el mundo fue para mí un país encantado de maravillosos cumplimientos; era como vivir en alguna época Hebraica cuando se cumplían profecías tras profecías. Salí afuera, como un niño sale a un jardín y hallé un lugar para mí terrible, precisamente porque poseía su clave; de no haberla tenido, no me habría parecido terrible sino manso. Un simple salvajismo insignificativo no es ni siquiera impresionante. Pero el jardín de la infancia era fascinador justamente porque cada cosa tenía un significado determinado que podía descubrirse cuando llegara su turno” (Chesterton, Ortodoxia).
En efecto, generalmente es una mujer quien atrapada en su casa, ante un niño esclavizado por su vulnerabilidad, cuando el ser humano se pregunta por las cosas que son y el por qué están ahí. Y las respuestas que ofreció mi madre se cumplen como profecía religiosas: «sí, las hormigas muerden», «el coco asusta, pero lo importante es que yo esoy aquí», «y no olvides que has nacido porque tú vales el universo entero». De esta forma, mezclando la imaginación con la realidad, mi mundo fue adquieriendo sentido y profundidad. En Lo que está mal en el mundo, el autor inglés elabora un argumento similar:
“[L]la mujer defiende la idea de la cordura, ese hogar intelectual al que la mente debe volver después de cada excursión por la extravagancia. La mente que se abre camino hasta lugares salvajes es la del poeta; pero la mente que nunca encuentra el camino de vuelta es la del lunático. [...] Corregir cada aventura y extravagancia con su antídoto de sentido común no es colocarse en la posición (como parecen creer los modernos) de un espía o de un esclavo. Es colocarse en la postura de Aristóteles [...] En realidad, [la madre] es una persona muy caballerosa que siempre se pasa al lado del más débil, como el que equilibra un barco sentándose donde hay poca gente sentada. Una mujer es una compensadora, lo cual es un modo de ser generoso, peligroso y romántico” (Chesterton, Lo que está mal en el mundo).
Si bien es cierto que el trabajo del hogar debe revitalizarse y protegerse mejor, –y la aportación femenina al mundo laboral debe promoverse y aplaudirse, por supuesto-, también es verdad que la clave de aprecio del trabajo de las madres en el hogar es distinta con la que valoramos y celebramos los logros conseguidos por una fábrica, una oficina, un puesto público o actividad de producción. 

En este sentido Chesterton se pregunta ¿cómo puede considerarse como importante la profesión por la que se enseña matemáticas a los niños y una actividad esclavizadora la de «enseñar a los hijos el universo»? ¡De ninguna manera! Si la función de una madre se describe como pesada, titánica y difícil precisamente porque es enorme, global y trascendente, no porque carezca de importancia:
Los bebés no necesitan que se les enseñe un oficio, sino que se los introduzca en el mundo. Para resumir, la mujer suele estar encerrada en una casa con un ser humano en el momento en que éste hace todas las preguntas que existen, y algunas que no existen. [...] Si trabajo forzado sólo significa «trabajo forzadamente duro», admito que la mujer se esfuerza en el hogar, como un hombre puede esforzarse en la catedral de Amiens o detrás de un arma en Trafalgar. Pero si eso significa que el trabajo duro es más pesado porque es insignificante, descolorido y de poca importancia para el alma, entonces, como digo, abandono [el argumento]; [...] ¿Cómo puede ser una carrera importante enseñar a los niños la regla de tres y una carrera mezquina enseñar a los hijos el universo? No; la función de una mujer es laboriosa porque es gigantesca, no porque sea minuciosa” (Chesterton, Lo que está mal en el mundo).
Comencé esta entrada el día de cumpleaños de mi mamá. Le debía, en agradecimiento, al menos una breve reflexión que sirviera como reconocimiento, de sus años gastados por introducirnos al mundo como ella lo ha hecho.

lunes, 23 de julio de 2018

De burócratas, ciencia y libertad: «Memorias del subsuelo» de Dostoyevsky

Burócrata ruso de Jan Banning 

En estos días leí la primera parte de un librito de Dostoyevsky que se llama Memorias del subsueloLa historia recoge la reflexión de un burócrata, amargado, resentido y mezquino que ha dedicado su vida a fastidiar a los demás solo por que sí. Un antihéroe a toda ley. En su confesión pone sobre la mesa la idea sobre la que en parte tanto economistas, políticos como juristas construyen sus postulados. La organización científica de la sociedad depende de  los intereses del individuo y cómo es posible ofrecerle esos bienes a cambio de que se deje gobernar, administrar en nombre de esa sociedad organizada y eficaz.

Pues bien, nuestro burócrata se rebela contra esta utopía idealista.  ¿Realmente todos y siempre nos movemos a favor de nuestro interés? Cuando tomamos decisiones, ¿realmente buscamos de forma científica, clara y eficiente el bien máximo con el que orientamos  nuestra vida? 

Peor aún, cuando nos comprometemos por una meta o cuando buscamos lograr un bien, necesariamente nos sometemos a las reglas, prácticas y a la experiencia de los expertos en esos temas que permiten realizar nuestros propósitos. En ese sentido estamos condicionados –atrapados dirían más bien Dostoyevsky, Nietzsche y Kierkegaard- por esas reglas, por esas prácticas y por esas personas. El autor ruso nos recuerda que el hombre se rebela contra ese esquema, incluso a costa de no lograr lo que en el papel considera mejor. Solo por sentirse liberado de esas reglas, de esas prácticas y de esas personas. Solo por sentir que respira, por experimentar que vive, por saborear su libertad.

Dostoyevky dinamita ese mundo ideal de las utopías que presuponen un conocimiento exacto del mundo y el control del corazón humano, solo porque prometen la seguridad del orden, de la paz y del comer: 
«Pero aunque el hombre fuese otra cosa que una tecla de piano, aunque tal cosa se le pudiera demostrar por métodos matemáticos, no volvería en sí, sino que utilizaría alguna de sus jugarretas, por pura ingratitud, nada más que por salirse con la suya. […] Creo que esto es así y estoy dispuesto a jurar porque me parece que el sentido de la vida del hombre consiste en demostrarse a sí mismo, a cada instante, que es un hombre, y no una tecla de piano». 
En esto, Dostoyevsky desenmascara a algunos profesores de Derecho, de política y de economía que muchas veces nos pasa lo de los libros de jugadas en futbol americano. En el papel todo funciona a la perfección. En cada jugada dibujada todos quieren, pueden y ejecutan su parte, y cada línea consigue el tochdown. Siempre funcionan. Y así enseñamos derecho, explican economía y dirigen individuos: como si supiéramos con precisión lo que quieren los afectados, como si siempre desearan lograrlo, como si siempre se sometieran al orden de su ciencia. 

¿Pero esto es así? Si volteamos a nuestra realidad cotidiana, ¿todos siempre buscan y cumplen con lo que nos han dicho que consideran más valioso en la vida? ¿Sobre qué basamos la expectativa de que al aplicar las leyes de nuestras materias, del derecho, de la economía y de la política, vamos a comportarnos de forma ordenada y civilizada? 

Todavía no comienzo clases en mi universidad, pero al menos ya tengo unas preguntas que debo hacerme antes de volver a explicar el derecho. 

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Aquí van unos fragmentos de la primera parte –La ratonera- de Memoria del subsuelo en la versión del Centro Editor de América Latina.

MEMORIAS DEL SUBSUELO
Fedor Dostoyevsky
 
La ratonera

   Soy un enfermo...un hombre malo. No hay nada de atrayente en mí. Creo que mi hígado anda mal. Pero en verdad no sé absolutamente nada acerca de mi dolencia, ni siquiera estoy muy seguro de cuál es. No estoy bajo tratamiento, y nunca lo estuve, aunque siento gran respeto por la medicina y los médicos. Además lo bastante para respetar a la medicina. Dada mi educación, no debería ser supersticiosa, pero lo soy. No, yo diría que rechazó la ayuda médica nada más que por espíritu de contradicción. No espero que me entiendan esto, pero así es. Por supuesto, no puedo explicar a quién trata de engañar de esta manera. Tengo plena conciencia de que no me es posible perjudicar a los médicos impidiendo que me curen. Sé muy bien que el perjudicado soy yo, y nadie más. Pero de cualquier manera, sólo por malicia me niego a aceptar su ayuda. ¿Me duele el hígado? ¡Magnífico, que siga doliendo!
  Hace mucho tiempo que vivo así, veinte años o más. Ahora tengo cuarenta. Antes era empleado del gobierno, pero ya no. Era un mal funcionario, grosero, y me complacería serlo. Como no aceptaba sobornos, tenía que compensarlo de alguna manera. (Esta es una pésima muestra de ingenio, pero no la borraré ahora. La escribí pensando que parecería chistosa. Pero ahora me doy cuenta de que es una jactanciosidad vulgar, de modo que la dejaré sólo por este motivo).
  Cuando los peticionantes se acercaban a mío escritorio en procura de información, les mostraba los dientes, y me sentía indescriptiblemente dichoso cuando lograba que uno de ellos se sintiera desdichado. Por lo general eran personas tímidas pues iban a pedir algo. Pero uno de ellos constituía una excepción a la regla. Era un oficial, y yo experimentaba una particular repugnancia hacia él. No se dejaba amedrentar. Tenía una forma especial de hacer tintinear el sable. Desagradable. Durante dieciocho meses le hice la guerra cuando yo era todavía joven.
  ¿Quieren que les diga que pasaba verdad? Bueno, el centro del asunto, el aspecto más repulsivo de mi maldad, era que cuando estaba en mi peor humor hepático, tenía conciencia de que en verdad no era tan perverso ni tan colérico, y que no hacia más pasar el rato, por decirlo así, para distraerme. Puede que estuviera echando espumarajos de furia, pero si uno me traía una muñeca para jugar, o me ofrecía una buena taza de té con azúcar, lo más probable era que me calmara. E inclusive me sentía profundamente conmovido, aunque enojado conmigo mismo; y más tarde hacía rechinar los dientes y perdía el sueño durante varios meses. Así era yo.
   Hace un momento mentí, cuando dije que fui un mal funcionario. Y mentí por malicia. Me divertía a costa de los peticionantes y de ese oficial, pero en el fondo nunca puede ser malo. Conocía los numerosos elementos que había en mí, y que eran lo contrario de la maldad. Sentía que bullían en mí desde toda la vida, que trataban de salir a la superficie, pero yo les impedía hacerlo. Me atormentaban, me provocaban vergüenza y convulsiones, y me tenía harto. ¡Ah, qué cansado estaba de ellos! ¿Les parece que estoy tratando de justificarme, de pedirles que me perdonen? No me cabe duda de que piensan eso...Bueno, créanme, no me importa que piensen así.
  No conseguía ser malo, pero tampoco amistoso, ni infame, ni honrado, ni un héroe, ni un insecto. Y ahora vivo mi vida en un rincón, trato de consolarme con la estúpida, inútil excusa de que un hombre inteligente no puede convertirse en nada, de que solo un tonto puede hacer consigo lo que quiera. Es verdad que un hombre inteligente del siglo XIX tiene que ser una criatura invertebrada, en tanto que un hombre de carácter, el hombre de acción, es, en la mayoría de los casos, una persona de inteligencia ilimitada. Esta es mi convicción a los cuarenta años de edad. Ahora tengo cuarenta, y cuarenta años es toda una vida; cuarenta años es la vejez. ¡Es indecente, vulgar e inmoral vivir más allá de los cuarenta! ¿Quién lo logra? Contésteme con sinceridad. O déjenme que contesto yo: los tontos e inútiles. Esto lo repetiré en la cara de cualquiera de esos venerables patriarcas, de todos esos respetables hombres canosos, para que lo escuche todo el mundo. Y tengo derecho a decirlo, porque yo viviré hasta los sesenta. ¡Hasta los setenta! ¡Llegaré a los ochenta...! Esperen, déjenme recobrar el aliento...
  ¿Piensan que estoy tratando de hacerles reír? Entonces han vuelto a entenderme mal. No soy en modo alguno el tipo alegre que creen, o que podrían creer que soy. Pero si les irrita mi parloteo (y siento que ya debe molestarles), y tienen ganas de preguntarme quién diablos son al fin de cuentas, tendré que contestar que soy un asesor colegiado, empleado de octava clase. Entre en el servicio para poder comer (y sólo por eso). Pero cuando murió un pariente lejano, dejándome seis mil rublos, renuncié en el acto y me instalé aquí, en mi rincón. He vivido aquí aún antes de eso, pero ahora estoy establecido de verdad. Mi habitación es miserable y fea, y se encuentra en las afueras de la ciudad. La criada es una campesina, mala por pura estupidez; además, siempre huele mal. Me dicen que el clima de Petersburgo es malo para mí y que, dado lo escaso de mis ingresos, resulta un lugar muy caro. Todo eso lo sé. Lo sé mejor que todos mis presuntos consejeros. ¡Pero me quedaré en Petersburgo! ¡No me iré! No me iré porque...
 
[...] ¿Quién fue el primero que dijo que el hombre hace cosas feas sólo porque no sabré cuáles son sus verdaderos intereses, que si alguien lo esclareciera en ese sentido dejaría inmediatamente de actuar como un cerdo y se volvería noble y bondadoso? Al verse esclarecido, continua el argumento, y al advertir en qué consiste en su verdadero interés, se daría cuenta de que este tiene su centro en la acción virtuosa. Y como ya se sabe que un hombre no actúa en forma deliberada contra sus intereses, se seguiría de ello que no tendría más elección que las de volverse bueno. ¡Oh, cuánta inocencia! ¿Desde cuándo, en estos últimos milenios, ha actuado el hombre exclusivamente por su propio interés? ¿Y qué hay de los millones de hechos que demuestran que los hombres, de modo deliberado y con pleno conocimiento de cuáles eran sus verdaderos intereses, los despreciaron y se precipitaron en una dirección distinta? Y lo hicieron por su propia cuenta, sin que nadie los aconsejara, negándose a seguir el camino seguro, trillado, y lo siguieron con empecinamiento, a oscuras. ¿No sugiere esto que la testarudez y la terquedad eran más fuertes en esos hombres que sus intereses?
 ¡Interés! ¿Qué interés? ¿Pueden ustedes definir cuál es el interés de un ser humano? Y supongamos que el interés de un hombre no sólo concuerda con algo dañino, antes que con algo ventajoso, sino que además lo exige. Por supuesto, si ese caso es posible, entonces la regla queda reducida a polvo. Y ahora díganme: ¿es posible un caso así? Pueden reír, si lo desean, pero quieren que me contesten lo siguiente: ¿no hay una medida exacta para las ventajas humanas? ¿No se omiten algunas que no pueden ser incluidas en esta clasificación? Por lo que puede entender, ustedes han basado su escala de ventaja en promedios estadísticos y en fórmulas científicas pensadas por los economistas. Y como la escala está compuesta de intereses tales como la felicidad, la prosperidad, la libertad, la seguridad y todo lo demás, un hombre  que de modo deliberado hiciera caso omiso de dicha escalera sería tachado por ustedes -y también por mí en realidad- de oscurantista, de loco de remate. Pero lo verdaderamente notable es que los estadísticos, los sabios  y los humanitarios de ustedes, cuando hacen la lista de los intereses humanos, insisten en omitir uno de ellos. Jamás se acuerdan de él, con lo cual invalidan todo sus cálculos. Cualquiera creería que es muy fácil agregarlo a la lista. Pero ese es el problema; no encaja en ninguna escala ni diagrama.
 Por ejemplo, damas y caballeros, yo tengo un amigo; es claro que también es amigo de ustedes y en realidad, de todo el mundo. Cuando a punto de hacer algo, este amigo explicar con palabras pomposas y en detalle de qué manera debe actuar para concordar con los preceptos de la justicia y razón. Más aún, se muestra apasionado cuando perora sobre los intereses humanos; desprecia a los tontos miopes que no saben qué es la virtud o qué les conviene. Luego, exactamente quince minutos después, sin un motivo externo evidente, pero impulsado por algo interior, más fuerte que toda consideración de intereses, describe una piriueta y dice todo lo contrario de lo que ha venido diciendo. A saber, desacredita las leyes de la lógica y sus propios intereses; en una palabra, lo ataca todo...
Ahora bien, como mi amigo es un tipo complejo, no es posible desecharlo por considerarlo un individuo raro. De manera que quizás exista algo que todos los hombres valoran por encima de las más altas ventajas individuales, o (para no ser ilógicos) es posible que haya una ventaja humana mas ventajosa (precisamente la que siempre se omite) que también es más importante que las otras y por lo cual un hombre, si es necesario, hará frente a la razón, el honor, la seguridad y la prosperidad -en una palabra, a todas las cosas bellas y útiles- nada más que para alcanzarla, para lograr la ventaja más ventajosa de todas, las más cara para él.
 -Y qué - me interrumpirán ustedes-; de cualquier manera es una ventaja.
  Un momento. Quiero expresarme con claridad. No es un problema de palabras. Lo notable de ventaja es que transforma todas las clasificaciones y tablas compuestas por los humanitaristas para felicidad del género humano,. Las ahuyenta, por decirlo así. Pero antes de dar nombre a esa ventaja, permítaseme comprometerme y declarar qué todos esos encantadores sistemas, todas esas teorías que explican al hombre cuál es su verdadero interés, de modo que al alcanzarlo se vuelva en el acto bueno, y noble, todas ellas no son, en mi opinión, otra cosa que estériles ejercicios de lógica. Sí, nada más que eso. Por ejemplo, proponer la teoría de la regeneración  humana por la búsqueda de sus verdaderos intereses es, creo yo, casi como...bueno, como, decir, cual dice H.T. Buckle, que el hombre madura bajo la influencia de la civilización y se vuelve menos sanguinario y propenso a hacer la guerra. Para llegar a esta conclusión parece haber seguido un razonamiento lógico. Pero los hombres lo adoran los razonamientos abstractos y las sistematizaciones bien elaboradas, a tal punto, que no les molesta deformar la verdad, cierran  los ojos y los oídos a todas las pruebas que los contradicen, con tal de conservar sus construcciones lógicas. Y yo diría que el ejemplo que he tomado aquí es en verdad flagrante. No hay más que mirar en torno y se verán derramamientos de sangre, y la sangre es derramada casi jugando, como si fuese champagne. ¡Ahí tienen a Estados Unidos, esa indisoluble unión, hundida hasta el cuello en la guerra civil! Ahí tiene la farsa de Schleswig-Golstein...
 ¿Y qué hay en nosotros que haya sido suavizado por la civilización? Afirmo que lo único que ésta hace es desarrollar en el hombre una mayor capacidad para experimentar una mayor variedad de sensaciones. Y nada, absolutamente nada más. Y gracias a ese desarrollo, es posible que el hombre puede todavía aprender a gozar con el derramamiento de sangre. ¡Pero su eso ya ha sucedido! ¿Se han dado cuenta, por ejemplo, de que los tiranos, mas refinados y sanguinarios, comparados con quienes los Atila y los Stenka Tazin equivalen a simples niños de coro, son a menudo exquisitamente civilizados? En realidad, si no resultan tan notables es porque hay demasiados de ellos, y porque se nos han vuelto demasiado familiares. La civilización ha hecho al hombre, si no siempre mas sediente de sangre, por lo menos mas furiosas, mas horriblemente sanguinario. En el pasado se veía justicia en el derramamiento de sangre, y se mataba, sin mayores remordimientos de conciencia, a aquellos a quienes se consideraban necesario matar. Hoy, aunque consideramos espantoso derramar sangre, seguimos haciéndolo, y en escala mucho mayor que hasta ahora. Se ha dicho que Cleopatra -y, por favor, perdónenme por este ejemplo de la historia antigua- sentía placer cuando clavaba agujas de oro en los pechos de sus esclavas, que se deleitaba con sus gritos y contorsiones. Podrán ustedes objetarme que esto sucedía en tiempo relativamente bárbaros; o quizá digan que todavía hoy vivimos en una época bárbara (también en términos relativos), que todavía se clava agujas a la gente y que aún hoy, aunque el hombre ha aprendido a tener más discernimiento que en tiempos antiguos, todavía debe aprender a seguir los dictados de su razón.
 Ello no obstante, en los pensamientos de ustedes no cabe duda alguna de que lo aprenderá en cuanto se haya liberado de ciertas malas costumbres antiguas, y cuando el buen sentido y la ciencia hayan reeducado por completo la naturaleza humana, dirigiéndola por los caminos adecuados. Parecen estar seguros de que el hombre mismo abandonara sus extravíos por su propia y libre voluntad, y dejará de oponer su arbitrio a sus intereses. Más aún: dicen que la ciencia enseñará al hombre (aunque se me ocurre que esto es un lujo) que no tiene voluntad ni caprichos- que en verdad nunca los tuvo-, que es algo así como un teclado de piano o un pedal de órgano; que por otra parte, hay en el universo leyes naturales, y que todo lo que le ocurre sucede fuera de su voluntad, por sí mismo, como si dijéramos, en consonancia con las leyes de la naturaleza. Por lo tanto, lo único que queda por hacer es descubrir esas leyes y el hombre ya no será responsable de sus actos. Entonces la vida resultará en verdad fácil para él. Todos los actos humanos serán incorporados, por medio de una lista, a algo así como tablas de logaritmos, digamos hasta el número 108.000, y trasladaos a un almanaque. O mejor aún, aparecerán catalogados destinados a ayudarnos tal como hacen los diccionarios y las enciclopedias. Contendrán detallados cálculos y pronósticos exacto de todo lo que vendrá, de modo que ya no sean posible en este mundo las aventuras ni la acción.
  Y entonces -ustedes son quienes hablan- surgirán nuevas relaciones económicas, relaciones hechas de medida y calculadas de antemano con precisión matemática, de forma que en el acto desaparecen todos los problemas posibles, porque todos reciben las soluciones posibles. Y entonces se levantará el utópico palacio de cristal; y entonces...bueno, la vida será eterna bienaventuranza.
  Por supuesto, ni pueden garantizar (ahora hablo yo) que eso no resulte espantosamente aburrido (¿pues qué se podrá hacer cuando todo esté predeterminado por almanaques?). Pero, por otra parte, todo estará planeado en forma muy razonable.
  Pero es posible que uno haga cualquier cosa de puro tedio. Por aburrimiento se clava agujas de oro a la gente. Pero eso no es nada. Lo verdaderamente mal (soy yo quien vuelve a hablar) es que entonces las agujas de oro serán consideradas una bendición. El problema del hombre consiste en que es estúpido. Fenomenalmente estúpido. O sea, que aunque no sea estúpido de veras, es tan desagradecido, que no es posible encontrar otra criatura tan ingrata. A mí, por ejemplo, no me sorprendería en modo alguno, sí, en esa futura era de la raza apareciera de pronto un caballero con una sonrisita desagradecida, o digamos retrógrada, y, con los brazos en jarra, nos dijera:
-¿Qué les parece, amigos?, mandemos esta razón al demonio, saquémonos de debajo de los pies todas estas tablas de logaritmos y volvamos a nuestras propias y estúpidas costumbres.
  Eso no es tan enojoso por sí mismo: lo malo es que ese caballero encontraría partidarios, con toda seguridad. Porque así está hecho el hombre.
  Y la explicación es tan sencilla, que casi no parece haber necesidad de presentarla; a saber, prefiere actuar como se le antoja, y no como le dicen la razón y sus intereses, pues es muy posible que sienta deseos de actuar contra sus intereses, y en algunos casos digo que desea positivamente actuar de esa manera. Pero es es mi opinión personal.
  De manera que la libre e ilimitada elección de uno, el capricho individual, aunque sea el más loco, producto de una fantasía llevada a veces hasta el frenesí, esa es la ventaja más ventajosa que no puede ser incorporada a ninguna tabla ni escala, y que convierte en polvo, con su solo contacto, todos los sistemas y todas las teorías. ¿Y de dónde sacaron todos esos sabios la idea de que el hombre debe tener algo que en opinión de ellos es una serie de deseos normales y virtuosos? ¿Qué les hace creer que la voluntad humana tiene que ser razonable y concorde con sus intereses? Lo único que el hombre necesita de veras es la voluntad independiente, a toda costa y sean cuales fueren las consecuencias.
  Hablando de la voluntad, maldito sea si...
  -¡Ha, ja, ja! Hablando en términos estrictos, ¡eso que se llama voluntad no existe!- me interrumpirán ustedes con una risotada-. Hoy la ciencia ha logrado disecar al hombre lo suficiente como poder afirmar que lo que conocemos con el nombre de deseo y libre albedrío no es más que...
  ¡Esperen, esperen un momento! Ya iba a llegar a eso. Admito que inclusive me asusto un poco. Estaba a punto de decir que la voluntad dependía del diablo sabe que, y que quizá deberíamos estarle agradecidos a Dios por eso, pero entonces me acorde de la ciencia y eso me freno. Y en ese momento ustedes me interrumpieron. Ahora bien, supongamos que un día descubrieran de verdad una fórmula que constituyera la raíz de todos nuestros deseos y caprichos, y que nos dijera de que dependen estos, a que leyes están sometidos, como se desarrollan, hacia que apuntan en tal y cual caso, etcétera; es decir, supongamos que encontrasen una verdadera ecuación matemática. Bueno, lo más probable es que entonces el hombre deje de tener deseos, casi con seguridad. ¿Qué alegría podría encontrar en el hecho de funcionar de acuerdo a una tabla de tiempos? Más aún, se convertiría en un pedal de órgano, o algo por el estilo, ¿pues que es un hombre sin voluntad, deseos, ni aspiraciones, sino un pedal de órgano?
  Examinemos, por consiguiente, las posibilidades de que eso ocurra o no. ¿Qué les parece a ustedes?
   -Hummm -me dirán-, la mayor parte de nuestros deseos son errados a consecuencia de una evaluación equivocada de cuáles son nuestros intereses. Si a veces deseamos algo que no tiene sentido, ello se debe a que, en nuestra estupidez, creemos que es la forma más fácil de lograr una supuesta ventaja. Pero cuando todo eso nos ha sido explicado y elaborado en una hoja de papel (lo cual es posible, porque es despreciable y carente de razón afirmar que pueden existir leyes de la naturaleza que el hombre no logre penetrar), tales deseos dejarán sencillamente de existir. Pues cuando el deseo se combina con la razón, en lugar de desear razonamos. En ese caso resulta imposible conservar la razón y desear algo insensato, es decir, nocivo. Y en cuanto sea posible computar todos nuestros deseos y razonamientos (pues llegara el día en que entendamos qué es lo que gobierna a lo que ahora describimos como nuestro libre albedrío), es probable que contemos con algún tipo de tablas que orienten nuestros deseos, lo mismo que cualquier otra cosa. De manera que si un hombre le saca la lengua a alguien será porque no puede dejar de sacarla, y porque tiene que hacerlo colocando la cabeza exactamente en el ángulo en que lo hace. ¿Y qué libertad quedará entonces en él, en particular si es un hombre culto, un hombre de ciencia diplomado? ¡Pues podrá planificar su vida con treinta años de anticipación! De todos modos, si se llega a eso no tendremos más remedio que aceptarlo.  Debemos repetirnos a cada rato que en ningún momento ni lugar nos pedirá la naturaleza permiso para nada; que debemos aceptarla tal como es, y no tal como nos la pintamos en la imaginación; que si avanzamos hacia los gráficos, las tablas de tiempos y aun los tubo de ensayo, bueno, tendremos que aceptar todo eso, ¡incluido, por su puesto, el tubo de ensayo! Y si no queremos aceptarlo, la naturaleza misma hará que...
   Sí, sí, ya sé, ya sé... Pero ahí hay un inconciente, por lo que a mí respecta. Tendrán que perdonarme, damas y caballeros, si me hago un embrollo con mis propios pensamientos. Hay que tener en cuenta el hecho de que me he pasado los cuarenta años de mi vida en una cuevas de ratones, debajo de piso. Permítanme, entonces, que de rienda suelta a mi fantasía.
  Admiro que la razón es algo bueno. Eso no se puede discutir. Pero la razón es sólo razón, y no hace más que satisfacer las exigencias racionales del hombre. Por otra parte, el deseo es la manifestación de la vida misma -de todo la vida-, y lo abarca todo, desde la razón hasta el impulso de rascarse. Y aunque la vida puede convertirse a menudo en un asunto sucio cuando somos orientados por nuestros deseos, sigue siendo vida, y no una serie de extracciones de raíces cuadradas. 
  Yo, por ejemplo, por instinto quiero vivir, ejercer todos los aspectos de la vida que hay en mí, y no sólo la razón, que equivale quizás a no más de un vigésimo del todo.
 ¿Y qué sabe la razón? Sólo sabe lo que ha tenido tiempo de aprender. Muchas cosas seguirán siendo desconocidas para ella. Esto hay que decirlo aunque no tenga nada de alentador.
  Pero la naturaleza humana es todo lo contrario. Actúa como una entidad, usa todo lo que tiene, lo consciente y lo inconciente, y aunque nos engañe, vive. Sospecho, damas y caballeros, que me están mirando con compasión, preguntándose cómo no logro entender que un hombre esclarecido y culto, como el hombre del futuro, no puede tener deseos deliberados de perjudicarse. Para ustedes es una cuestión de matemáticas puras. De acuerdo, es matemáticas. Pero déjenme repetirles por centésima vez que existe un caso en que el hombre puede desear, con plena conciencia, hacerse algo dañino, estúpido y aun totalmente idiota. Y lo hará para dejar sentado su derecho a desear las cosas más idiotas, y para verse obligado a tener sólo deseos sensatos. ¿Pero que resulta ser la cosa más ventajosa de la tierra para nosotros, como a veces sucede? En términos específicos, puede resultar más ventajoso para nosotros que cualquier otra ventaja, aun cuando resulte evidente que nos hace daño y que contraría todas las conclusiones sensatas de nuestra razón respecto de nuestros intereses. Porque, suceda lo que sucediere, nos deja nuestra posesión más importante, más preciada: nuestra individualidad.
  Algunas personas reconocen, por ejemplo, que el deseo podría ser lo que el hombre más atesora. Es claro que el deseo, si así lo quiere, puede concordar con la razón, en especial si se lo usa con frugalidad, sin ir nunca demasiado lejos. Entonces el deseo resulta útil, y hasta digno de elogio.
  Supongamos, damas y caballeros, que el hombre no es estúpido. (Porque, en verdad, si decimos que es estúpido, ¿a quién podremos llamar inteligente?) Pero aunque no sea estúpido, es monstruosamente desagradecido. ¡Fenomenalmente desagradecido! Inclusive diría que la mejor definición de hombre es: un bípedo desagradecido. Pero ese es todavía su defecto principal si principal defecto es su perversidad crónica, y ya ha sufrido de ella a todo lo largo de la historia, desde el Diluvio hasta las crisis de Schleswig- Golstein. Perversión y, por lo tanto, falta de buen sentido, pues bien, se sabe que la perversidad se debe a la carencia de buen sentido. Echen una ojeada a la historia de la humanidad y díganme qué ven en ella. ¿Les parece majestuosa? Es posible. El Coloso de Rodas es lo bastante impresionante como para haber impulsado al señor Anaievski a decir que algunos la consideran una obra del hombre y otros una creación de la naturaleza. ¿La encuentran llena de colorido? Sí, supongo que en la historia de la humanidad hay mucho color. Piénsese en todos los uniformes militares y en todas las vestimentas civiles. Esto por si mismo parece bastante impresionante. Y si pensamos en todos los uniformes que se usan en todas las ocasiones semioficiales, hay tanto colorido, que cualquier historiador quedaría deslumbrado. ¿Les parece monótona? Sí, hay mucho de razón en eso. Combaten y combaten y combaten; están combatiendo ahora, lucharon antes y volverán a hacerlo en el futuro. Sí, convengo en que es un poco monótona.
  De modo que ya ven; sobre la historia mundial se puede decir cualquier cosas; todas y cualquiera de las cosas que se le pueda ocurrir a la imaginación más mórbida. Menos una. No se puede decir que la historia sea razonable. La palabra se le queda a uno en la garganta. Y he aquí lo que sucede a cada rato: hombres buenos y razonables, sabios y humanitarios, tratan de vivir una vida constantemente buena y sensata, de servir, por decirlo así, de antorchas humanas para iluminar el camino de sus prójimos, para demostrarles qué puede hacerse. ¿Y qué resulta de ello? Por supuesto, tarde o temprano, estos amantes del género humano se dan por vencidos, algunos en medio de un escándalo, y a menudo de un escándolo bastante indecente.
  Y ahora quiero preguntarles algo: ¿qué se puede esperar del hombre, si se tiene en cuenta que es una criatura tan extraña? Se pueden derramar sobre él todas las bendiciones de la tierra, ahogarlo en dicha, de modo que sólo se vea las burbujas que suben a la superficie de su ventura; se le puede otorgar tal seguridad económica, que no tenga que hacer otra cosa que dormir, mordisquear tortas y preocuparse de impedir que la historia mundial se interrumpa. Y aun entonces, por pura malicia se interrumpe. Y aun entonces, por pura malicia e ingratitud, el hombre les hará una sucia jugarreta. Inclusive pondrá en peligro su vida en beneficio de las más flagrante estupidez, de la tontería económicamente más insegura, nada más que para inyectar sus propias fantasías, desastrosas y letales, en toda la solidez y sensatez que lo rodean. Precisamente quiere preservar sus perniciosas fantasías y sus vulgares trivialidades, aunque sólo sea para asegurarse de que los hombres siguen siendo hombres (como si eso fuera tan importante), y no teclados de piano, que responde a las leyes de la naturaleza. Quien sabe por qué, al hombre le molesta la idea de no poder desear ese deseo no figura en su tabla de tiempos en ese momento.
  Pero aunque el hombre fuese otra cosa que una tecla de piano, aunque tal cosa se le pudiera demostrar por métodos matemáticos, no volvería en sí, sino que utilizaría alguna de sus tretas, por pura ingratitud, nada más que por salirse con la suya. Y si no los tuviera a mano, inventaría los medios de destrucción, de caos, y todos los tipos de sufrimiento necesarios para lograr su objetivo. Por ejemplo, maldeciría en voz lo bastante alta para que todo el mundo lo escuchara -maldecir es prerrogativa del hombre, y lo distingue de todos los demás animales-, y quizás el solo hecho de maldecir le daría lo que quiere, es decir, le demostraría que es un hombre, y no una tecla de piano.
 Pero se puede decir que también esto es posible calcularlo de antemano e incluirlo en la lista -el caos, las maldiciones y todo-, y que la posibilidad misma del cálculo lo impediría, de forma que predominaría la cordura. ¡Oh, no! En ese caso el hombre enloquecería adrede, nada más que para incomunicarse a la razón.
  Creo que esto es así y estoy dispuesto a jurar porque me parece que el sentido de la vida del hombre consiste en demostrarse a sí mismo, a cada instante, que es un hombre, y no una tecla de piano. Y el hombre seguirá demostrándolo, pagándolo con su piel; si hace falta, se convertirá en un troglodita. Y como esto es así, no puedo dejar de alegrarme de que las cosas sigan siendo como son y que por el momento nadie sepa qué es lo que determina nuestros deseos.




sábado, 7 de julio de 2018

31 libros sobre creatividad, emprendurismo, estrategia y política



Marc Andreessen (@pmarca) elaboró esta lista con 31 sugerencias de libros y pasó por mi radar gracias a @mdoval. Por los títulos me dio la impresión de que serían interesantes para negociación, administración, estrategia, bussiness y política. No es mi área, así que solo pegué el tuit y la explicación que da sobre cada libro.

Como me dijo Carlos Massini: «Estudia. A los 40 años comenzarás a pensar. Lee cuatro tipos de libros: de tu área profesional, de historia, de arte y de filosofía». Y vuelve a empezar. A los 40 me dices si funcionó.


1. Expert Political Judgment: How Good Is It? How Can We Know? by @PTetlock -- Is the future knowable, and by whom? All pundits and commentators should publish their prediction track records, yet don't. What to pay attention to and what to ignore.


2. Thinking, Fast and Slow by Daniel Kahneman -- Captivating dive into human decision making, marred by inclusion of several/many? psychology studies that fail to replicate. Will stand as a cautionary tale?

3. Thinking in Bets by @AnnieDuke -- Compact guide to probabilistic domains like poker, or venture capital. Best articulation of "resulting", drawing bad conclusions from confusing process and outcome. Recommend for people operating in the real world.

4. The Spider Network by @davidenrich -- "Billions"-esque saga of global financial market manipulation, at mind-boggling scale and hiding in plain sight, by a small cabal of bankers in London.

5. A Guide to the Good Life: The Ancient Art of Stoic Joy by William B. Irvine -- Best (?) walk through the ancient/current philosophy of Stoicism. You can't control other people but you can control yourself, so do that. 

6. The Courage to Be Disliked by Ichiro Kishimi & Fumitake Koga -- Smash hit in Japan, and easy to see why. Adlerian psychology meets Stoic philosophy in Socratic dialogue. Compelling from front to back. Highly recommend.

7. All Out War: The Full Story of How Brexit Sank Britain's Political Class by @ShippersUnbound -- Inside story of how Britain decided to exit the EU. Economic self-destruction or national liberation? Repercussions to play out for decades.

8. When the Wolves Bite: Two Billionaires, One Company, and an Epic Wall Street Battle by @ScottWapnerCNBC -- "Wall Street"-esque battle between Bill Ackman and Carl Icahn over unlikely target Herbalife. Sip a delicious Herbal Aloe Shake while reading

9. But What If We're Wrong?: Thinking About the Present As If It Were the Past by @CKlosterman -- Wide-ranging meditation on how to think about the reality that we're probably wrong about most things we believe. Hard to read and not emerge humbled.

10. Chasing Hillary: Ten Years, Two Presidential Campaigns, and One Intact Glass Ceiling by @amychozick -- On the bus/in the plane with the Hillary campaign. Revealing in many dimensions at once, and highly entertaining. Best book on the 2016 campaign so far?

11. The Strange Death of Europe by @DouglasKMurray -- One perspective on the politics of immgiration in Europe, playing out in real time, e.g. Merkel almost getting deposed days ago. Confusing on multiple levels from US perspective.

12. A Higher Loyalty: Truth, Lies, and Leadership by @Comey -- Certainly the story is well known, but given author's propensity to post photos of himself wearing running shoes in Iowa, potentially relevant again starting next year? 

13. Conspiracy: Peter Thiel, Hulk Hogan, Gawker, and the Anatomy of Intrigue by @RyanHoliday -- Startlingly deep cultural history of conspiracies, examined through the lens of the brutally effective Gawker takedown, with full access to the main players. 

14. Skin in the Game by @nntaleb -- Skin in the game as conflict of interest, or as attaching one's livelihood to one's speech? Who to listen to, and why. Ideal counterpart to @PTetlock's Expert Political Judgment

15. 12 Rules for Life: An Antidote to Chaos by @jordanbpeterson -- A bracing disassembly and reconstruction of a theory of individual progress in the modern world. Fascinating compare and contrast with The Courage To Be Disliked 

16. Slugfest: Inside the Epic, 50-year Battle between Marvel and DC by @reed_tucker -- Spellbinding creative and business history of the incredibly imaginative comic book industry in the decades before it ate Hollywood.

17. Hacks: The Inside Story of the Break-ins and Breakdowns That Put Donald Trump in the White House by @donnabrazile -- Visceral, raw, you-are-there recounting of living through the hack attacks and resulting meltdown of the DNC in 2016.

18. Days of Rage: America's Radical Underground, the FBI, and the Forgotten Age of Revolutionary Violence by @BryanBurrough -- How 1960s racial politics descended into 1970s terrorist bombings, thanks to privileged college students breaking very bad.

19. Civilian Warriors: The Inside Story of Blackwater by Erik Prince -- The founding and growth of military contractor Blackwater as told by its founder and CEO; newly relevant due to the Mueller investigation.

20. The Rise of Superman: Decoding the Science of Ultimate Human Performance by @steven_kotler -- Startling walk through a series of domains where peak human performance is rising at remarkable rates due to "flow state". Thought provoking and then some.

21. Devil's Bargain: Steve Bannon, Donald Trump, and the Storming of the Presidency by @JoshuaGreen -- Best (?) book so far on the Republican side of the 2016 race, and a deep dive into the intellectual origins of Bannonism and to some extent Trumpism.

22. Shattered: Inside Hillary Clinton's Doomed Campaign by @jonallendc & @amieparnes -- Best (?) book so far on the Democratic side of the 2016 race, most provocatively on the impact of the press coverage of the email hacks on the last stages of the race.

23. Living with a SEAL: 31 Days Training with the Toughest Man on the Planet by @the100MileMan -- What's it like to train with a Navy SEAL in winter in New York for a whole month? Featuring the truly remarkable American hero 

24. The Myth of the Rational Voter by @bryan_caplan -- "The median American is a moderate national socialist – statist to the core on both economic and social policy.  Given public opinion, the policies of First World democracies are surprisingly libertarian.

25. A Very Expensive Poison: The Assassination of Alexander Litvinenko by @lukeharding1968 -- The astonishing story of the Litvinenko and Perepilichnyy assassinations in the UK; reads like a Lee Child thriller; plenty topical now.

26. Lone Survivor: The Eyewitness Account of Operation Redwing and the Lost Heroes of SEAL Team 10 by @MarcusLuttrell -- The film was fine but the book is unreal; incredibly vivid story of superlative American heroes.

27. How to Live: A Life of Montaigne in One Question and Twenty Attempts at an Answer by @Sarah_Bakewell -- "How to get along with people, how to deal with violence, how to adjust to losing someone you love—All versions of a bigger question: How do you live?"

28. A Spy Among Friends: Kim Philby and the Great Betrayal by @BenMacintyre1 -- True, chilling saga of straight up, profoundly deep treason and betrayal. Sociopaths in high positions of power and influence. Hair curling.

29. The Rational Optimist: How Prosperity Evolves by @mattwridley -- Sparkling explanation of how the economy evolves, producing the glorious cornucopia of goods and services available all around us. How to feel good about the future even in dark times.

30. Triumph of the City: How Our Greatest Invention Makes Us Richer, Smarter, Greener, Healthier, and Happier by Edward Glaeser -- How cities drive the development of civilization, by putting people together. Highly relevant to the future of the Internet!

31. Extreme Ownership: How U.S. Navy SEALs Lead and Win by @jockowillink -- I hand out more copies of this book than any other. How to take responsibility for yourself and for those around you. Modern Stoicism, as applied in the military, business, and life.

viernes, 29 de junio de 2018

Dostoyevsky para mi crisis de juventud

Aliosha e Iván
Facebook dice de mí que pertenezco a la categoría Established Adult Life. Suena a marcadamente ruco o asentado con panza chelera. Quizá. Este año leí Los hermanos Karamazov. Desde el asiento en el que parece que ya estoy colocado –feisbuc dixit- me fue más sencillo entrevistarme con mi yo-entre-los-deciocho-y-venticinco-años.  Por eso, al no vivir esa etapa, tal vez me es más fácil descubrir unos aspectos de aquella juventud que viví en la descripción con las que Dostoyevsky introduce a Aliosha. 

El menor de los Karamazov, es un jóven que se adentró en un camino espiritual en busca de un ideal noble y grande que llenara su vida. Buscaba un proyecto de vida que le exigiera «imperiosamente sacrificar todo lo que sea necesario, hasta la vida, en aras de esa proeza»: «Quiero vivir para la inmortalidad, no estoy dispuesto a aceptar un compromiso a medias», decía Aliosha. Sólo así podía gastar sus días: vivir para intensearse. Si no, no. «A un gentleman solo le importan las causas perdidas», escribió Borges en La forma de la espada. ¿Por qué solo vale la pena un ideal así? Porque una juventud empeñada en algo grande puede llenarla por completo. Así gasté mi juventud. No me considero alguien excepcional, simplemente viví lo excepcional que puede ser la juventud. 

Sin embargo, para Dostoyevsky esos ímpetus chocarán contra su propia fuerza vital:
“Por desgracia, estos jóvenes no comprenden que, en la mayor parte de estos casos, el sacrificio de la vida es, posiblemente, el más sencillo de todos los sacrificios, mientras que consagrar, por ejemplo, cinco o seis años de su vida, rebosante de juventud, a un estudio difícil y pesado, a la ciencia, aunque solo sea para multiplicar las propias fuerzas y ponerlas al servicio de dicha verdad y de la proeza con la que se han encariñado y que se han propuesto llevar a cabo, es casi siempre, para muchos de ellos, un sacrificio superior a sus fuerzas.”
Más adelante, en palabras de Zósima, Dostoyevsky volvió sobre esta característica del amor jóven e intenso:
“El amor soñado ansía la proeza inmediata, que se consuma rápidamente, a la vista de todos. Hay quien llega, de hecho, a dar su vida, a condición de que el sacrificio no se prolongue en exceso, sino que se consume a la mayor brevedad, como en un escenario, y de que todo el mundo pueda admirarlo y elogiarlo. En cambio, el amor activo es trabajo y firmeza; para algunas personas puede llegar a ser toda una ciencia.”
¿Cómo sugiere este escritor ruso guiarse por un ideal con el intenseo de Aliosha, y al mismo tiempo, que ese fuego que lo mueve, no destruya a ese jóven? ¿Qué experiencias tomar en cuenta para asentar esa juventud? ¿Cómo no quemarse por las ansias y al mismo tiempo seguir soñando por un ideal? Porque una crisis de la juventud -y Aliosha la padeció, y yo también- consiste en ver que por más que des la vida por un ideal, éste ni se logra por completo, ni de forma definitiva, ni parece que se vaya a mantener en la cumbre... a pesar de intentarlo con todas las fuerzas y con la mejor intensión e intenseo

En Los hermanos Karamazov hay algunas pistas para intensearse sin consumirse. No sé si el escritor ruso pretendía darle este enfoque, pero si me entrevistara con mi yo-de-morrito –y hago cuando tú me lees-, me pediría recordar estas ideas que encontré en esta clásica novela:

1. Aprender a ver los gestos de gratuidad que recibimos. De eso escribí aquí. Sugiero leerlo de nuevo.

2. Huir de la abstracción. Los ideales pueden ser coherentes racionalmente, pero las personas concretas nunca encarnan a la perfección esos valores. Lo curioso es qeu los ideales no existen en sí mismos como esferas de perfección; las personas, sí. Y estas en parte revelan, pero también en parte ocultan el ideal. Nadie es pura luz. Los abismos y defectos de quienes viven el propio ideal, tarde o temprano, nos lastiman. Porque todos somos limitados e incluso un misterio para nosotros mismos. Querer y orientar la vida por ideales es muy fácil. Amar a una persona –la que incluso nos ha herido- es quererla tal cual es... en concreto: 
“Yo –decía– amo a la humanidad, pero no dejo de sorprenderme a mí mismo: cuanto más amo al género humano en general, menos aprecio a los hombres en particular, o sea, tomados de uno en uno, como individuos. En mis sueños –decía–, he llegado con cierta frecuencia a formular apasionados proyectos relativos al servicio a la humanidad, y hasta podría haberme encaminado a la cruz por los demás en caso de haber sido, de un modo u otro, necesario. Y, sin embargo, soy incapaz de pasar con nadie dos días seguidos en la misma habitación: lo sé por experiencia. En cuanto tengo a alguien cerca, siento que su personalidad limita mi amor propio y coarta mi libertad. En veinticuatro horas puedo llegar a odiar al mejor hombre del mundo: que si éste pierde mucho tiempo comiendo, que si aquel otro está resfriado y no para de sonarse... En cuanto alguien –decía– empieza a tener trato conmigo, me convierto en su enemigo. En cambio, siempre me ha ocurrido que, cuanto más he odiado a las personas en particular, tanto mayor se ha vuelto mi amor a la humanidad en general”.
3. Seremos salvados por la belleza. El cerrojo que une el ideal abstracto, –con su grandeza y su ser inabarcable-, con la existencia concreta de una persona, –con su limitación y la sed de vida propia de los Karamazov-, es la belleza. Estas palabras son de Dmitri. Un intenso como pocos:
“¡La belleza es una cosa terrible y pavorosa! Terrible porque es indefinible, nadie la puede definir, porque Dios solo nos ha dado enigmas. Aquí las orillas convergen, aquí todas las contradicciones conviven. [...] Lo terrible es que la belleza no solo es espantosa, sino también un enigma. Es la lucha entre el diablo y Dios, con el corazón del hombre como campo de batalla.”
4. Encuentra a aguien con quien y por quien llorar. Para Dostoyevsky, el sufrimiento del inocente y la eventual justicia euclidiana –o el karma que tarde o temprano castiga al injusto o premia al honesto- es irracional. Es el reclamo de Iván Karamazov, contra un dios que solo se mueve para recompensar a la bondad y sancionar la maldad:
“Y, si los sufrimientos de los niños han servido para completar la suma de sufrimientos necesaria para comprar la verdad, yo afirmo de antemano que esa verdad no vale un precio semejante. [...] Muy caro le han puesto el precio a la armonía, la entrada no está al alcance de nuestro bolsillo. En vista de lo cual, me apresuro a devolver mi billete de entrada. Y, a poco que sea yo un hombre honrado, mi obligación es devolverlo cuanto antes. Eso es lo que pienso hacer. No es que no acepte a Dios, Aliosha, me limito a devolverle el billete con todo respeto.”
No. Para Dostoyevsky la salvación por las injusticias que cometemos –y quién no es un poco miserable- es redimida por la gratuidad, por el don de algo que no merecemos, que se nos entrega por alguien a quien no le debemos nada. Nos lo da solo porque sí. En otras palabras, solo nos salvaremos si lloramos junto a quien nos ama. El escritor ruso insiste en que solo se ve a Dios o solo percibe el valor de la persona en concreto, cuando el personaje se convierte alguien capaz de sacrificarse para acompañar, sea como sea, a quien padece injusticias o a quien nos lastima sin causa. Cuando introducimos en el mundo, gratuitamene, ese amor inmerecido. Incluso si nos han lastimado: “Humedece la tierra con las lágrimas de tu alegría y ama esas lágrimas...” 

5. Alégrate. –“Quien ama a los hombres ama su alegría... no se puede vivir sin alegría”-; pasa por alto las ofensas –“Mientras Rakitin no deje de pensar en las ofensas sufridas, siempre se marchará por un callejón”. De ahí que:
“Han de saber que no hay nada más alto, más fuerte, más sano y más útil en la vida que un buen recuerdo, especialmente el que se atesora ya en la infancia, en la casa paterna. Os han hablado mucho de la educación, pero cualquier recuerdo bonito, sagrado, conservado desde la infancia, puede ser la mejor educación que exista. E, incluso si nuestro corazón solo guarda un único recuerdo bueno, éste puede salvarnos en algún momento. Quizá nos volvamos malos, incluso puede que no tengamos fuerzas para resistir con firmeza ante una mala acción, que nos riamos de las lágrimas de los hombres  [...] Aun así, da igual lo malos que seamos, Dios no lo quiera, pues, en el momento en que recordemos [...] lo mucho que lo hemos querido en sus últimos días y cómo estamos hablando aquí junto a la roca, tan amistosamente y todos juntos, el más cruel de nosotros y el más burlón, si es que nos convertimos en eso, ya no se atreverá a reírse en su interior de cómo una vez fue bueno y bello. Es más, puede que precisamente este único recuerdo lo aparte de un mal grande y que reflexione y se diga: «Sí, entonces era bueno, valiente y honrado». Si se ríe de eso, no pasa nada, el hombre se burla con frecuencia de lo bueno y lo bello, solo es falta de reflexión; pero, señores, les aseguro que, en cuanto se ría, su corazón le dirá: «He hecho mal en reírme, porque ¡no hay que burlarse de estas cosas!».”
Established Adult Life... Ahora sí: ¡Intenséese!. Por cierto, feliz cumpleaños.

viernes, 23 de marzo de 2018

«Solo los pobres cuentan su dinero»: Julieta y la redención por la palabra.


Conceit, more rich in matter than in words,
Brags of his substance, not of ornament.
They are but beggars that can count their worth.

But my true love is grown to such excess
I cannot sum up sum of half my wealth.
(Romeo & Juliet, II.VI.30)

El pensamiento rico en contenido
presume de sustancia, no de ornato.
Solo los pobres cuentan dinero;
tan desmedido es mi amor que no puedo
contar ni la mitad de mi fortuna.
[Trad. Josep María Jaumà]

Solo los pobres cuentan su dinero. Después de que Fray Lorenzo los casará en su celda, Romeo le pide a Julieta una poesía para describir sus emociones.  Ella prefiere una respuesta destilada, lacónica, pocas palabras para no abaratar su cariño. Para Julieta es importante tanto el cuidado por el lenguaje -ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre-, como que éste realmente exprese la verdad de lo que ha descubierto. Sin lenguaje no podría reconocer ni llamar a Romeo; sin verdad, las palabras quedarían en el parloteo del manipulador. Si ponemos atención, recuperar el vínculo entre verdad y lenguaje le permite redimir a Romeo y salvarse ella misma del convencionalismo nominal al que la empuja su familia. Porque para una Capuleto el nombre Montesco se refiere a un enemigo despreciable. Para un Montesco decir Capuleto significa negarle cualquier grado de dignidad a los individuos de ese clan. Sin embargo, Julieta ha descubierto una verdad en Romeo para la que la palabra Montesco que conoce es insuficiente. 

Ella se rebela contra una especie de nominalismo –detrás de las palabras sólo existe un convencionalismo arbitrario, no una realidad nombrada- que la forzaría a detestar a Romeo, solo porque la tradición a la que pertenece le pide que lo odie. A ella le importa la existencia real –quidditas- de aquel al que ama, que sabe que existe, que la llama como fin y la llena como don:

Mi enemigo no es otro que tu nombre;
tú eres tú mismo, ¿qué importa Montesco?
¿Qué es ser Montesco? No es mano, ni pie,
ni brazo, ni facción, ni parte alguna
que perntenezca a un hombre. ¡Sé otro nombre!
¿Qué vale un nombre [What's in a name?]? Lo que llaman rosa
con otro nombre olería igual [By any other word would smell as sweet]
Y si Romeo no se llamase así,
¿no sería la misma su excelencia
sin ese nombre? Renuncia a tu nombre,
que no forma parte de ti, y, a cambio,
tómame a mí.
[Romeo y Julieta, II.2, 38-49]

Por su parte Romeo, por el amor que le revela la verdad sobre Julieta, sabe que ella no cabe en el significado de Capuleto asignado convencionalmente por su comunidad lingüística. Para él se vuelve importante rescatar el vínculo entre palabra y realidad. Para Romeo el cuidado del lenguaje se convierte en la única forma de ser fiel a la verdad que ha descubierto sobre ella y que lo define a sí mismo. «Endulza el aire con tu aliento», le pide a su ahora esposa: que la palabra de Julieta libere al lenguaje de su mentira, que el ambiente se civilice.

Dice Catherine Bates que en la Inglaterra de Shakespeare, la falta de respeto por la lengua significaba atrofia en el carácter, incapacidad para pensar o desorden de vida. Atropellar la lengua equivale a barbarie. Si el lenguaje es vehículo de la razón con la realidad, si la poesía el ornato en el discurso, si la retórica el honor del alegato, y si la gramática los principios que ajustan las palabras entre sí, entonces el esfuerzo por hablar con corrección se convierte en camino de civilización. Benedicto XVI en su famoso discurso en el Collège des Bernardins en Paris explicó cómo el cuidado por la palabra y el canto que nace de su custodia se convirtieron en el humus de la cultura occidental.

La tragedia de Romeo y Julieta consiste en que ese amor, a pesar de su capacidad redentora, no logra salvarlos. Al contrario, los jóvenes son víctimas del mal uso del lenguaje por parte de unos siervos y un deficiente servicio postal. 

El poco cuidado por la palabra, desencadena la tragedia de Romeo y Julieta. El respeto por ella, los redime.

Le agradezco a Víctor Isolino las sugerencias al texto.

miércoles, 24 de enero de 2018

Libertad y revolución: un ensayo inédito de Hannah Arendt

Foto: @lacooquette

El The New England Review ha publicado un ensayo hasta ahora inédito de Hannah Arendt sobre el significado de Revolución y de Libertad. Lo encontré reproducido aquí. El manuscrito está clasificado por la autora como «A lecture» y fechado en 1966-67. No se sabe si fue leído, y si lo hizo, tampoco se conoce dónde o  cuando. 

Arendt explica que en principio, una revolución apunta a deponer un mal gobierno para liberarse de la tiranía. Se trata de «liberarse de» un sistema, un tirano, un partido político, etc. Pero una vez conseguido este objetivo, el revolucionario se enfrenta a la difícil tarea de cambiar el chip. Ahora se trata de «liberarse para» algo nuevo, construir algo con la libertad conquistada. 

En este contexto, la profesora de la Universidad de Chicago recuerda que la mayor revolución que experimenta el espacio público, la novedad disruptiva más radical de toda comunidad es el nacimiento de un ser humano y su vinculación con la vida en común. En efecto, con cada niño, con cada uno de nosotros, se introduce en el mundo un nuevo agente capaz de introducir en él algo nuevo. Ahora sí que la vida política puede ser transformada porque ya cuenta con un nuevo agente; un sujeto que introducirá con su libertad y compromiso una realidad que antes no existía, ni mucho menos era posible o imaginable. Con cada uno de nosotros se abre la posibilidad de que la sociedad comience de nuevo, que cambia. Cada bebé es semilla de una nueva revolución; un nuevo milagro con el que pasamos de «liberarnos de» a «liberarnos para». Por eso la verdadera revolución, según Arendt, significa 
«la actualización de la mayor y más elemental de las potencialidades humanas: la inigualable experiencia de ser libre para configurar un nuevo inicio, de donde nace el orgullo de haber abierto el mundo a un nuevo orden de las cosas».
De nada sirven las revoluciones que cambian los personajes y partidos que detentan el poder, si no logramos que las personas impriman en la sociedad su capacidad creativa y libre: no solo nos «liberamos de», sino que rompemos la sociedad tal y como la vemos con la creatividad de una libertad comprometida; de modo que el mundo incorpora un nuevo rostro, el rostro de quien participa en él.

Por eso, las verdaderas revoluciones políticas comienzan en la cuna. En cada niño hay una revolución -no en el sentido de guerra civil- sino en sentido de millones de posibilidades para la reconquista creativa y nueva de nuestra vida en común.