En un pequeño libro, titulado «¿Qué es la política?» se editan los manuscritos que Hannah Arendt había preparado para su proyecto sobre introducción a la política. En sus notas, esta importante filósofa se detiene a explicar lo que significa el «milagro» en la comprensión de este ámbito de la vida humana. Arendt no se refiere sólo al operador profesional, sino a la convivencia común de personas que son diferentes. En este sentido, parece que la vida de una comunidad sigue unos procedimientos ya establecidos, debe mantener unas tradiciones que ha heredado o simplemente arranca del «¡Ya qué! Así están las cosas». Este factum dato originario se rompe, acelera o cambia de dirección por la introducción de nuevos elementos que no son consecuencia natural de ese ambiente:
«Se ve claramente que siempre que ocurre algo nuevo se da algo inesperado, imprevisible y, en último término, inexplicable causalmente, es decir, algo así como un milagro en el nexo de las secuencias calculables. Con otras palabras, cada nuevo comienzo [Anfang] es por naturaleza un milagro —contemplado y experimentado desde el punto de vista de los procesos que necesariamente interrumpe».
Este milagro o «nuevo comienzo» al que se refiere Arendt, pone en marcha y detona una nueva serie de eventos y sucesos que van a dar forma a nuestra vida en común. En este sentido, la libertad es uno de esos milagro que introducen nuevos elementos que no existirían, a no ser por que alguien se lanzó llenar de sentido y responsabilidad los datos políticos que tiene ante sí:
«Si el sentido de la política es la libertad, es en este espacio —y no en ningún otro— donde tenemos el derecho a esperar milagros. No porque creamos en ellos sino porque los hombres, en la medida en que pueden actuar, son capaces de llevar a cabo lo improbable e imprevisible y de llevarlo a cabo continuamente, lo sepan o no».
Por eso Arendt concluye, que el mayor milagro que se puede esperar en la política, –la mayor fuente de milagros- es el nacimiento de una persona. Con ella se introducen en el mundo, un sin fin de posibilidades de construir la comunidad. Cada que nace un ser humano, se ha sembrado una nueva potencialidad de dignidad y de creatividad.
Por eso -entre otras cosas- hemos de celebrar cualquier nacimiento. Si no conocieran a un recién nacido, yo tengo en mente uno de hace dos días que podemos usar de excusa para alegrarnos de esta nueva serie de posibilidades infinitas para la vida política.
Un abrazo a Gabriela y Manuel. También voy a celebrar la llegada de Jaziel.
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