¿Cuáles serían las tres cualidades, tres signos o actitudes distintivas, que le deseo a toda persona dedicada a la «advocacy» por los derechos humanos?
1. Valentía para reconocer y anunciar la dignidad de toda persona. Esa audacia no es la del futbolista que cree más en el peso histórico del uniforme que en su valía, o la de quien se pone de pie sobre una superioridad moral. Al contrario, es la audacia del humilde que se sabe parte de una larga tradición de pensamiento-acción, de reflexión-cultura, sobre el verdadero valor de la persona. Un defensor de derechos humanos ha de saber que forma parte de una herencia probada de quienes saben reconocer la dignidad en juego, y de quienes están dispuestos a señalar todo aquello que impida hacer realidad lo que define a una persona y su dignidad: su «ser-ella-para-entablar-una-relación». No estás sola. Y eso ayuda a ser valientes. Lo escribió Chésterton en «Ortodoxia»:
“Si es cierto que la belleza de la vida vale la de un cuento de hadas, recordemos que la de éstos estriba en que el príncipe experimenta un asombro que nunca se convierte en miedo. Si siente miedo del gigante, se acabó el príncipe. Pero si tampoco se asombra, se acabó el cuento. Todo el secreto está en ser lo bastante humilde para asombrarse y lo bastante altivo para combatir. (Chésterton, Ortodoxia)
2. Le deseo también una señal, un distintivo, una marca. Que a esa lucha por la dignidad la acompañe un distintivo: alegría y solidaridad. El verdadero signo de la presencia de «personas» es la alegría del encuentro y la solidaridad como respuesta a ese diálogo. Nada mueve más a una justicia solidaria que saberse querido y amados. La alegría y la solidaridad son los mejores «desenmascaradores» de propuesta limitadas de la dignidad de la persona. Por eso, un defensor de derechos humanos no ha de ser principalmente ni profeta de calamidades, ni desmontador de conspiraciones. Ha de tomar en cuenta que las personas «a las que defiende» y los humanos con los que trabaja, no aman un concepto, ni a una compañía, ni a unos valores: aman y se comprometen por aquello que causa alegría y alimenta la solidaridad.
3. Paciencia. No te canses. Mejor dicho, no te rindas. Ya lo decía Vince Lombardi, tomado de Pablo, si vas a jugar, juega para ganar. Y haz lo que se necesite para lograrlo. Hazlo con clase. «Run to win».
"I firmly believe that any man's finest hour, the greatest fulfillment of all that he holds dear, is that moment when he has worked his heart out in a good cause and lies exhausted on the field of battle - victorious."
Como esta entrada va dedicada a la «Advocacy mayor», que hoy es su cumpleaños, he de decir algo adicional respecto a no tirar la toalla. No vale la pena cansarse por dos motivos. Primero, por que estamos condenados al éxito (no por méritos propios, pero lo estamos). Y segundo, por que pensamos y trabajamos a partir del mapa (la idea es de Chésterton, aparece aquí). ¡Sí! Perteneces a una tradición de comprender la Dignidad que lleva más de dos mil años pensando y repensando, dibujando y re-dibujando, una y otra vez, la experiencia de la humanidad y de lo que la hace florecer. Esa tradición, esa memoria de experiencia humana, es la que dibuja el mapa del laberinto de la existencia humana. Ahí se muestran tanto los callejones sin salida, los atajos a ninguna parte, los caminos al barranco; y al mismo tiempo, los lugares de recreo, los lagos de buena pesca, los parajes con las mejores vistas... los caminos por construir. Digamos que ya tienes más de dos mil años de experiencia.
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