«Santo Tomás de Aquino y San Luis IX» de Niklaus Manuel. |
Parece que al leer a Tomás de Aquino -en especial la Summa- nos encontramos a un académico dentro de una habitación de cristal. Camina lento, no deja problema sin tratar, manda llamar a todos los argumentos de forma serena y los sienta a dialogar pacíficamente. Joseph Pieper inicia así su libro The Silence of Saint Thomas:
«A chance perusal of any of Augustine's writings, even a page from his most abstract work, On the Trinity, will convey the unmistakable impression: this was thought and written by a man of flesh and blood. But let someone take a similar glimpse into the tight structure of the Summa Theologica of St. Thomas Aquinas, and he will be tempted to ask: Were these sentences really set down by a living, man or did not rather the objective content forme late itself undisturbed-neither blurred nor warmed -by the breath of a living thinker? The vital prod ucts of Augustine's thinking never allow us to for get their source in his personal life, from which they spring forth like the blcs!'lom from its root and stem. But the language of St. Thomas suggests its origin in a living mind as little as crystal suggests the essential liquid from which it is formed.»
Tomás, sin duda, era un académico que respetaba profundamente las auctoritates y si escribe algo árido, no es por un temperamento insípido. En sus escritos polémicos en favor de la vida religiosa, mete las manos al fuego en un tema que padeció personalmente: la defensa de la propia vocación. El Aquinate, acostumbrado a tratar con deferencia los argumentos contrarios, mesurado para acomodarlos en su mejor versión y habituado a matizarlos para verlos con la luz que muestre su valía, no le tiembla la mano cuando escribe:
«Si alguien desea escribir contra esta obra, me resultará muy agradable, pues la verdad no se manifiesta de mejor forma que resistiendo a los que contradicen y refutando su error; como dice el libro de los Proverbios: "El hierro se agudiza con el hierro; el hombre se afirma al contacto con el prójimo"» (De Perfectione, c.30)En el «Contra Retrahentes» también va un caballazo:
«Si alguien quiere contradecir esta obra, que no vaya a parlotear ante los niños, sino que escriba un libro y lo publique para que personas competentes puedan juzgar lo que es verdadero y refutar lo que es falso por la autoridad de la verdad» (Contra retrahentes, c.17)
Jean-Piere Torrell comenta que la expresión «Non corran puerros garriat» alude a los jóvenes bachilleres que eran desanimados por teólogos más experimentados para que no se unieran a los Dominicos. En otra ocasión que defiende a un hermano suyo dominico, al mismo tiempo que señala los errores alguna de sus observaciones, lo defiende con fuerza: «El objetante levanta una calumnia o no entiende la cuestión... lo que el objetante dice es una calumnia y del todo frívola (Resp. De 108art., 16 y 17)».
El atributo «polemista» tampoco es descabellado en un pasaje del «De unitate intellectus». Si bien califica a Averroes como depravador y perversor de Aristóteles (De unitate intellectus, 2) no duda de su inteligencia. Pero de algunos colegas suyos en la Universidad de Paris les recrimina: «Los que defienden esta posición deben confesar que no entienden absolutamente nada, y que incluso ni siquiera son dignos de discutir con aquellos a quienes atacan» (De unitate intellectus, 3). Y termina así:
«Si alguien, vanagloriándose de una falsa ciencia, pretende argumentar contra lo que acabo de escribir, que no vaya parloteando por las esquinas, o ante los jóvenes incapaces de juzgar en una materia tan difícil, sino que escriba contra este libro si se atreve. Tendrá entonces que vérselas no sólo conmigo, que soy el más pequeño, sino con otros muchos amantes de la verdad, que sabrán resistir a su error y venir en socorro de su ignorancia (De unitate intellectus, 5 in fine)»Tomás no fue ni el gordito bonachón-místico, ni el panzer de la razón que escribe desde su torre de cristal.
Por cierto, la idea, su estructura, las citas y la traducción la encontré en el libro de Jean-Pierre Torrell, Iniciación a Tomás de Aquino: su persona y su obra, EUNSA, pp. 108-113.
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