En 1962, Julio Cortázar publicó «Historias de Cronopios y Famas». En este compilado de relatos cortos, encontramos una serie de instrucciones sobre muchas cosas: desde cómo llorar, cómo subir una escalera o cómo dar cuerda a un reloj. Ahora que Apple presentó su nuevo reloj, un amigo (@ProfesorDoval) me recordó el «Preámbulo a las Instrucciones para dar Cuerda al Reloj». Es un texto que invita a pensar en el paso del tiempo: quién es el «sujeto del tiempo» y quién es el «sujetado por el tiempo». ¿Quién es el que manda? ¿Yo que soy el dueño del reloj (y de mi tiempo) o el reloj que me exige que lo vea y me someta al tiempo?
En el primer caso, somos nosotros quienes parece que dominamos nuestro tiempo y necesitamos de un reloj para hacer rendir las horas. Tal vez sí. Pero Cortázar recalca cómo un objeto -el reloj-, puede representar una marca, un estilo de vida, una serie de aspiraciones o la pertenencia a una comunidad de personas. En este caso el reloj no sólo da la hora, da estatus, muestra una posición social con la qué compararme con otros: «ya tengo el nuevo reloj». Cuando esto sucede, el sujeto es suplantado por el objeto: ahora es el reloj quien expresa la identidad, quien marca el ritmo y las aspiraciones de la persona. Ahora la persona es el objeto y el reloj el sujeto.
Este riesgo no se vincula sólo a las cosas que poseemos como marcas de identidad. Tiene que ver con algo más radical. Si ponemos atención, en muchas ocasiones nuestra libertad se ve exigida a decidir en un contexto no controlado o decidido por nosotros mismos. Así por ejemplo, la presencia de una persona que nos enamora no fue programada, pero exige de nosotros una respuesta. O en un ejemplo no tan agradable, la presencia de una enfermedad, nos exige que tomemos unas decisiones no planeadas. Pero si vemos el problema hacia el futuro, nos damos cuenta que no podemos controlar las consecuencias de nuestras decisiones libres. Yo no puedo prever o controlar, por ejemplo, qué consecuencias puede tener en la vida de las personas si doy una buena clase o una clase mediocre.
De tal manera Cortázar pone ante nosotros esta pregunta ¿quién controla a quién? ¿Controlo yo mi tiempo o soy controlado por él? El escritor argentino condensa este problema en sus «Instrucciones para dar cuerda a un reloj» y en su «Preámbulo» de esta manera: cuando o regales un reloj, piensa que en esa persona se vive una tensión entre ser actor o espectador de su propia vida.
Aquí va el «Preámbulo a las Instrucciones para dar cuerda al reloj»:
Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.Aquí está leídas por el mismo Cortázar.
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