Edith Stein, profesora |
La angustia de Edith
Algo preocupaba a Edith Stein. En la historia de cada persona, la libertad se descubre «asaltada» por las circunstancias: se ve forzada a tomar decisiones en un contexto no decidido. ¡Qué ironía! Una libertad empujada a decidir. Como Frodo Bolsón. Él no eligió ser sobrino de Bilbo, ni el anillo; tampoco que la paz dependiera de su destrucción... Su biografía le «fuerza» a decidir.
Al mismo tiempo, sigue argumentando Stein, la libertad tampoco controla o prevé todas las consecuencias de sus decisiones. Uno elige con la esperanza puesta en que nuestras acciones exteriores coincidirán con nuestras intenciones personales. Como Frodo. Espera que Gollum lo guíe, que Sauron se vea traicionado por sus deseos y que Sam lo acompañe. Pero la propia libertad no le alcanza por sí misma para garantizar el fin deseado. Pero aún así, ha de decidir y lanzarse.
Edith se preguntaba, ¿qué papel juego realmente en el acontecer del mundo y en la historia de mi vida? ¿Como es que los seres humanos, nos vemos forzados continuamente a actuar sin conocer todas las razones, sin poder prever todos los resultados? ¿Por qué entonces cargamos con la responsabilidad de algo que no hemos podido diseñar en su totalidad? Le compartía su inquietud a su amigo Roman Ingarden
«[N]o sabemos lo que hacemos ni podemos parar el curso de la historia, aunque lo rechacemos. Ciertamente no es fácil de entender [...] Emotivamente me encuentro en un conflicto interior insoluble. Me esfuerzo una y otra vez por comprender, pero inútilmente, el papel de los seres humanos en la historia»
Este es el nudo ante el que se encuentra Edith: para que la historia de «mi vida» tenga sentido debía de (i) tomar en cuenta lo ya dado del pasado; (ii) el no-control del futuro y de la libertad; debía vincularse a (iii) una escena final que articule hacia ella las escenas individuales y decisiones parciales de la propia vida; y, (iv) un "tipo de historia" con el que se interpreten las escenas (no es lo mismo abrir una puerta en una historia de terror, que en una comedia).
La angustia de Frodo
Frodo subía las escaleras de Cirith Ungol para entrar a Mordor, una tierra de sombras, "viento, piedra, huesos y muerte". Eran los dominios de Sauron, de los orcos y de «Ella-La-Araña». Mientras descansa junto a Sam, se da cuenta que están «atrapados» en un camino "que nos fue trazado" y en parte también fue decidido...
Platican sobre la escena en que se encuentran y se comparan con las historias que conocen de héroes. De ahí sacan fuerza. En esas narraciones, los héroes salen a buscar aventuras y sus conquistas merecen contarse, repetirse y celebrarse. No eran aventuras ordinarias -como las suyas-, ni mucho menos impuestas -como lo que viven-. Sam reflexiona:
«Se diría que los protagonistas se encontraban de pronto en medio de una aventura, y que casi siempre ya tenían los caminos trazados, como dice usted. Supongo que también ellos, como nosotros, tuvieron muchas veces la posibilidad de volverse atrás, sólo que no la aprovecharon. Quizá, pues, si la aprovecharan tampoco lo sabríamos, porque nadie se acordaría de ellos. Porque sólo se habla de los que continuaron hasta el fin... Me gustaría saber en qué clase de historia habremos caído.»
Los Hobbits imaginan el final de la historia en la que ellos están metidos, y si el final que todavía no conocen determinará el tipo narración con la que interpretarán ese momento de crisis. En las historias reales, dice Frodo, "los protagonistas no saben absolutamente nada. Y tu no querrías que lo supieran". Sam continúa:
« -[...] ¿Las grandes historias no terminan nunca?-No, nunca terminan como historias -dijo Frodo-. Pero los protagonistas llegan a ellas y se van cuando han cumplido su parte. También la nuestra terminará, tarde... o quizá temprano.-Y entonces podremos descansar y dormir un poco -dijo Sam. Soltó una risa áspera-. [...] Los planes grandes e importantes no son para los de mi especie. Me pregunto sin embargo si algún día apareceremos en las canciones y en las leyendas. Estamos envueltos en una, por supuesto; pero quiero decir: si la pondrán en palabras para contarla junto al fuego, o para leerla en un libraco con letras rojas y negras, muchos, muchos años después. Y la gente dirá: «-¡Oigamos la historia de Frodo y el Anillo!» Y dirán: «Sí, es una de mis historias favoritas. Frodo era muy valiente ¿no es cierto, papá?» -«Sí, hijo mío, el más famoso de los hobbits, y no es poco decir.»-Es decir demasiado -respondió Frodo, y se echó a reír, una risa larga y clara que le nacía del corazón. Nunca desde que Sauron ocupara la Tierra Media se había escuchado en aquellos parajes un sonido tan puro. Sam tuvo de pronto la impresión de que todas las piedras escuchaban y que las rocas altas se inclinaban hacia ellos. Pero Frodo no hizo caso; volvió a reírse.–Ah, Sam si supieras... -dijo-, de algún modo oírte me hace sentir tan contento como si la historia ya estuviese escrita. Pero te has olvidado de uno de los personajes principales: Samsagaz el intrépido. «¡Quiero oír más cosas de Sam, papá! ¿Por qué no ponen más de las cosas que decía en el cuento? Eso es lo que me gusta, me hace reír. Y sin Sam, Frodo no habría llegado ni a la mitad del camino ¿verdad, papá?»-Vamos, señor Frodo -dijo Sam- no se burle usted. Yo hablaba en serio.-Yo también -dijo Frodo-, y sigo hablando en serio. Estamos yendo demasiado de prisa. Tú y yo, Sam, nos encontramos todavía atascados en los peores pasajes de la historia, y es demasiado probable que algunos digan, al llegar a este punto: «Cierra el libro, papá, no tenernos ganas de seguir leyendo.»-Quizá -dijo Sam-, pero no es eso lo que yo diría. Las cosas hechas y terminadas y transformadas en grandes historias son diferentes.[...]»
En mis "entrevistas conmigo mismo", suelo platicar de lo que puedo aprender cuando se vincula este pasaje de "El Señor de los Anillos", con el problema del sentido de la historia que preocupaba a Edith. Y siempre encuentro «ideas-que-ilusionan» o «entusiasmógenos».
La salida es... caminar.
Una tratamiento de cuatro pastillas para seguir en movimiento cuando el propio camino se pone difícil:
(i) Una gran historia se escribe con una libertad ávida de lectura: leer qué es lo que ya no controlo de mi pasado pero me trajo aquí; conocer lo que condiciona mi presente y esperar la respuesta con la que el futuro responde a mi reto. Si no «leo» esas páginas, mi libertad caminará con piernas muy cortas.
(ii) Sam no sabía si viviría o no, un final feliz. Pero está convencido de que forma parte de un gran relato: la historia del Sinmarilion y de Bilbo. Al igual que en nuestra historia personal, nunca estamos solos. El hilo de nuestra historia ya está anudándose junto con otros en una gran historia común.
(iii) La risa de Frodo, que sorprende hasta las piedras de Mordor, vence la lógica-ilógica del mal que impera en esos parajes. El poder de Sauron no puede impedir la carcajada franca de Frodo, ni su amistad con Sam. ¡El silencio y la esclavitud de Mordor no tienen la última palabra! Hay un principio de redención en los hobbits que llena de sentido a una escena que todavía no tiene garantizado el final. En definitiva, la amistad y la alegría dan sentido temporal a la historia.
(iv) Ni Frodo ni Sam saben en qué tipo de historia se encuentran por que desconocen su final. Aún así, deciden ser fieles a sus compromisos vitales. Eligieron cumplir la misión y destruir el anillo. Permanecen en esa historia hasta el límite de sus fuerzas, a costa de su vida si hiciera falta.
Con el paso de las escenas, esa fidelidad «crea» el final y por lo tanto logran construir la última escena que dará sentido al resto de escenas hasta entonces inconexas. Primero son fieles, son "de verdad", "fidedignos" –en inglés se usan expresiones así para referirse a la fidelidad: to be true, faithful- y gracias a ello... ¡hay final feliz!
Lo vuelvo a escribir: la fidelidad es la que «crea» el final feliz.
Edith, todavía agnóstica, percibió que el cristianismo colocaba todas las historias personales entre una primera escena (la creación por amor) y un final feliz absoluto (la venida definitiva del Redentor). Lo que sucede entre esos dos puntos, son microhistorias de libertad amor, encuentro y redención. El Dios personal de los cristianos acompaña al viajero y lo invita a que confíe tanto en un final lleno de sentido, como en una capacidad de redimir las escenas y decisiones que en apariencia no "encajan".
Esta visión -de final feliz garantizado- es sobre la que Peter Jackson construye este pasaje de su versión de "El Señor de los Anillos". Frodo y Sam sacan fuerza para ser fieles, por que se garantiza el final feliz. Si en Tolkien, la fidelidad es la que genera el final feliz, en Jackson la garantía de un final feliz es la que «crea» fidelidad.
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