"Art. 35. Todo niño tiene derecho a ser usado como medalla de los padres y medición de su propia valía."
“La cena fue suntuosa, los criados eran numerosos y todo hablaba de la inclinación de la dueña de casa a la ostentación y de la capacidad de respaldarla por parte del anfitrión. A pesar de las mejoras y agregados que le estaban haciendo a su propiedad en Norland, y a pesar de que su dueño había estado a unos pocos miles de libras de tener que venderla con pérdidas, nada parecía dar señales de esa indigencia que él había intentado deducir de todo ello; no parecía haber pobreza de ninguna clase, excepto en la conversación... pero allí la deficiencia era considerable. John Dashwood no tenía mucho que decir que mereciera escucharse, y su esposa aún menos. Pero esto no era ninguna desgracia en especial porque lo mismo ocurría con la mayor parte de sus invitados, casi todos víctimas de una u otra de las siguientes inhabilidades para ser considerado agradable: falta de juicio, ya sea natural o cultivado; falta de elegancia, falta de espíritu o falta de carácter.
Henry Daswhood (Sense and Sensibility, BBC, 2009)
Cuando las señoras se retiraron al salón tras la cena esa indigencia se hizo particularmente evidente, dado que los caballeros habían enriquecido la conversación con una cierta variedad —la variedad de la política, del cerco de las tierras y de la doma de caballos—, pero todo eso acabó y un solo tema ocupó a las señoras hasta la llegada del café, y éste fue comparar las respectivas estaturas de Harry Dashwood y el segundo hijo de lady Middleton, William, que tenían aproximadamente la misma edad.
Si los dos niños hubieran estado allí, se podría haber zanjado fácilmente el asunto midiéndolos de una vez; pero como sólo estaba presente Harry, todo fue conjeturas por ambas partes, y cada cual tenía derecho a ser igualmente terminante en su opinión y a repetirla una y otra vez todas las veces que quisiera.Se tomaron los siguientes partidos:
Las dos madres, aunque cada una convencida de que su hijo era el más alto, educadamente votaron a favor del otro.
Las dos abuelas, con no menos parcialidad pero con mayor sinceridad, apoyaban con igual afán a sus propios vástagos.
Lucy, que por ningún motivo quería complacer a una madre menos que a la otra, pensaba que los dos muchachitos eran notablemente altos para su edad, y no podía concebir que hubiera ni siquiera la menor diferencia entre ellos; y la señorita Steele con mayor afán aún, se manifestó tan rápido como pudo a favor de cada uno de ellos.Elinor, tras haberse decidido una vez por William, con lo que ofendió a la señora Ferrars, y a Fanny más todavía, no vio— la necesidad de seguir insistiendo en el punto; y Marianne, cuando se le pidió su parecer, ofendió a todo el mundo al declarar que no tenía ninguna opinión que dar, ya que nunca había pensado en el asunto.”
«Sensatez y Sentimientos», Capítulo 34. Jane Austen es maestra de la ironía.
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