jueves, 25 de julio de 2013

"Nació para ser mucho, y no fue nada"

(Prometí escribir esta «entrada» hoy... y tarde, pero cumplo)

No recuerdo cómo, pero supe de esta poesía. La recordé el viernes pasado que terminé mi curso de verano. Durante un mes estudiamos la maduración del concepto de justicia en occidente, la comprensión medieval del «ius», su transformación en «right», y su conversión en «derechos humanos». Mis estudiantes, muchachos de 19-20 años hicieron lo de siempre. Trabajaron y leyeron mucho. En sus ojos vi el "¡Sí! Esto es algo que vale la pena. Yo quiero que mi vida valga la pena". ¿Quién es capaz de jugarse la única vida que tiene en un proyecto que no vale la pena? ¿Cómo estar seguros de que ese proyecto no me defraudará? ¡Me juego la única vida que tengo! (La idea es de Francisco, aquí
Shakelton invita.  ¿Qué dices? ¿Te apuntas? 

¿Cómo se convence a una persona que vale la pena quemar la única vida que se tiene? En este caso no quisiera referirme al «objeto», proyecto o persona, por el que es «rentable» gastar la vida, sino en el «sujeto» que se plantea empeñar su propia existencia. ¿Cómo he de mostrarle que esa mujer vale la pena como para arriesgar «la vida», o dicho menos radical, cambiar la vida que hasta ahora ha experimentado, o el horizonte en el que está acostumbrado a vivir? ¿Cómo educar a alguien para que se ponga en movimiento, y sea de fiar como para que dé el salto cuando llegue el momento? Como mis alumnos. Han visto una serie de ideas, proyectos y personas por las que vale la pena luchar. ¿Serán capaces de ponerse en movimiento?

Pienso que en el caso del amor, el único argumento de una «ella» para poner a un «él» en movimiento... es ella. Ella no tendría mejor motivo que ella misma. No hay argumento más poderoso, demandante y personal, que unos los ojos que preguntan «entonces, después de todo, ¿qué soy yo para ti?». ¿Será él capaz? ¿Estará formado para responder a ese llamado? 

Ojalá ninguno de los que han sido mis alumnos, se les pueda aplicar la poesía de la Promesa Incumplida de José María Peman.

«Ufano de su talle y su persona,
con la altivez de un rey en el semblante,
aunque rotas, quizá, viste arrogante
sus calzas, su ropilla y su valona.
Cuida más que su hacienda, su tizona.
Sueña empresas que olvida en un instante.
Reza con devoción, peca bastante
y, en lugar de callarlo, lo pregona.
Intentó por su dama una quimera
y le mataron sin soltar la espada.
Sólo quiso al morir, que se le hiciera,
si algo quedó en su bolsa malgastada,
una tumba de rey donde dijera:
“Nació para ser mucho, y no fue nada”»
Obras completas I, Poesía, El hidalgo español. Escelicer, Madrid 1947

miércoles, 10 de julio de 2013

He sido «encarguitante»: Mea culpa!

«Guilty as charged»

 Un amigo irá a EUA y le hice un «encarguito» ("Llévale «algo» a la Glendon"). También irán unos familiares, y lo primero que se me vino a la cabeza fue pedirles un «encarguito» («Traime una tarjeta de regalo de tal tienda. Te doy el dinero. No hace mucho bulto»).

Me cuenta Manuel T. que Guillermo Sheridan (@GmoSheridan) explica esta peculiar costumbre mexicana de aprovechar el viaje de otro (encargitario o tonto) para pedirle (encarguitante) que le lleve algo en favor de otro (encarguitado).

¡Mándalo por DHL!
¡Pido perdón!

Les dejo el texto de Guillermo Sheridan, que se publicó en el 2002 en Letras Libres (aquí).
El encarguito

Noviembre 2002

Entiéndese por encarguito cualquier objeto que viaja entre dos personas que se quieren, a cambio de que una tercera las aborrezca para siempre.

Costumbre acendrada y uso inextricable de la confusión mexicana sobre los usos del afecto, el encarguito —cosa y mensaje, objeto y símbolo— es una elaborada forma de la pesadilla. Quien enjareta un encarguito desdeña a las compañías especializadas en favor de un amateur incompetente, maniatado por parentesco o amistad. En lo que al amateur concierne, es un afecto infectado de sadismo. Pero en fin. No es lo mismo que la prima Flauberta reciba su póster tamaño natural de Juan Gabriel por DHL, a que lo reciba de una mano cordial que con todo gusto la ahorcaría.
El fenómeno encarguito requiere de por lo menos tres participantes: la persona que lo envía (llamada el encarguitante), la que deberá recibirlo (el encarguitado), y la que lo traslada (el encarguitario o, más sinceramente, el pendejo). Basta con que se corra la voz ("Fulano se va a París. Encárgale algo. Es muy buena gente ese pendejo"), para que todo viajero confirmado se convierta en encarguitario potencial.
Una vez enterado, el encarguitante urde su tortura. Imposible desaprovechar la oportunidad de perjudicar a un prójimo y, de pasada, hacerle llegar al pariente un litro del chilpachole que tanto extraña. La elección del objeto a encargar cae dentro de lo que en teoría de la mexicanidad se conoce como "ocurrencia", fenómeno que consiste en aplicarse con ingenio a la minuciosa confección de un disparate.
Tomada la decisión, el encarguitante busca al viajero. No tarda en sacar el tema de su ser querido, quien mucho sufre en extranjera playa. El viajero se apercibe, en ese instante, de que se inicia su inevitable mutación en pendejo. Entre la charla melosa, el encarguitante desliza entonces las frases insinuantes de rigor: Ah, pero ¿vas a París?; solicitantes: ¿Te podría hacer un encarguito? y atenuantes: es una cosita de nada, o sólo un detallito, o bien, una cosa urgente.
El pendejo se muestra atento a estas expresiones y las sopesa de prisa, aterrorizado y sin perder la cortesía. La experiencia le indica que cosita de nada alude a la categoría "comida vernácula"; detallito es siempre un calendario azteca verde de Tlaquepaque; cosa urgente es un objeto preciado para la familia (por ejemplo las cenizas del tío Anatolio, que deseó fuesen esparcidas dentro del Moulin Rouge).
Si el viajero acepta convertirse en pendejo, recibe las frases de agradecimiento: no sabes cuánto te lo agradezco, o bien: no sabes cuánto te lo voy a agradecer. Atención: la elección del tiempo verbal obedece a la relación peso / volumen del encargo. De este modo, te agradezco desplaza de medio litro para arriba, mientras que te lo voy a agradecer mide un mínimo de un metro. (Si se antepone deveras a cualquiera de las anteriores, multiplíquese por dos; deveritas, por tres.) Para terminar, llega la remachante frase que cierra el contrato: ¿Estás seguro de que no es mucha lata?, que traducida al castellano significa: Ya te fregué y lo sabes, y además sabes que yo lo sé, y no puedes hacer nada, por pendejo.
Momento fascinante ese de introducir a la cabina del avión el gobelino que representa "La Noche Triste" que adornó por generaciones la sala de la tía Zenaida. Más fascinante aún es cuando al cruzar la aduana, luego de ser detenido por su palpable nerviosismo, el pendejo se encuentra en el singular trance de tener que explicarle a un agente aduanal francés qué son los escamoles. Et dans votre culture, monsieur, avez-vous l'habitude de voyager par le monde avec votre collection des œufs de fourmis? El silencio que sigue le augura a los escamoles una larga vida en calidad de sans papiers.
El viaje del encarguito culmina con su entrega. Las instrucciones comienzan siempre con la misma frase: "No hay problema. Llegando llamas a Honorato al teléfono tal. Escucharás la grabadora. A la señal, dices en voz baja esto: Ya llegó el que andaba ausente. Él se encarga de contactarte". O bien: "No hay problema. Mi hijito Óscar Erick te va a buscar el martes a las nueve de la noche bajo los güevos del caballo de Carlomagno en el atrio de Notre Dame."
Honorato llega y se va de prisa, de reojo, con su "bote de talco Johnson & Johnson que no se consigue en París". Erick Óscar nos cae inmediatamente gordo. Se repasa la mutua relación con el encarguitante que culmina en el falso acuerdo: "Es muy buena gente". Después, un silencio embarazoso. Luego se dice que hace mucho frío. Se mira el reloj. Se intercambian gracias y denadas. La operación ha concluido.
Mientras el pendejo camina hacia el metro, mira a Erick Óscar abrir el paquete allá a lo lejos y dirigirse de inmediato al basurero más cercano. El pendejo regresa a casa, resignado. Su ropa olerá a enchiladas potosinas a lo largo de todo el invierno. ~