jueves, 6 de febrero de 2014

La Constitución: no da para más… ni para menos


Como texto fundamental, la Constitución se supone que es el lugar donde encontramos tres componentes:  (i) Las instituciones y reglas básicas de la vida política (ii) El origen y núcleo de la experiencia jurídica y (iii) Los valores  e identidades de la nación que justifica a los otros dos. ¿No es pedir demasiado para un texto escrito? Un documento que aspira a integrar estos tres aspectos, debe ser lo suficientemente general para alcanzar todo ello y por lo tanto, poco precisa, necesitada de interpretación y actualización, para llevarse a la práctica. 

Paco Calderón, Reforma, 5-Feb-2014
Como síntesis del proyecto político, la Constitución es la capirotada de los poderes efectivos que mediante acuerdos y compromisos, logran que sus planes y programas se conviertan en la legítima hoja de ruta  de sus intereses. Para el político, modificar la Carta Magna es como decir “ya ves cómo mi proyecto sí va en serio y sí representa lo que los mexicanos queremos”. ¿No es  demasiado pensar que la Carta Magna equivale a lo que México es y lo que queremos los Mexicanos?

La Constitución como fuente de la experiencia jurídica ofrece dos tipos de marcos generales. Aquellos que podemos llamar “leyes políticas”, con las que se diseñan instituciones y procesos, se distribuyen competencias y facultades de los organismos públicos, distintas de las “leyes jurídicas”, cuya misión es orientar a los jueces sobre cómo se coordinarán eficazmente las personas entre sí, y cómo medir lo que es justo para cada uno. Pues bien, en la práctica, entre la Constitución y la respuesta concreta que recibe cada parte en un proceso, o el trato que recibe un ciudadano, hay innumerables decisiones que escapan al control de la Carta Magna: principios del derecho internacional, prácticas de tribunales, selección de hechos a tomar en cuenta para ser valorados conforme a la ley, gustos y políticas del jefe en turno, etc. ¿No es demasiado pensar que la Carta Magna contiene en sí toda la experiencia jurídica y todas las respuestas justas?

Si esto es así, ¿es razonable abandonarla, desilusionarse por que se modifica mucho? Pienso que no. Desde el punto de vista político y  a pesar de todas sus fallas e inconsistencias, la Constitución sigue siendo el reflejo de toda legitimidad política en el país. Lo escribió Catherine Andrews en Nexos: La Constitución “Es el acuerdo mínimo en torno al que diferentes partidos y grupos de opinión han discutido hasta el momento el futuro de la democracia mexicana; de modo que abolirlo podría abrir una caja de Pandora cuyo contenido podría ser muy peligroso”. 

Paco Calderón, Reforma, 2-Feb-2014
Y desde el punto de vista jurídico, tras la reforma de 2011 en materia de Derechos Humanos, la Constitución hace más claro los principios que orientarán tanto a los jueces como al poder político: principios que se toman en cuenta y que han resultado ser una nueva fuente para la argumentación jurídica.

No creo que a la Constitución le venga bien esos calificativos cursis y grandilocuentes de ser “el ungüento nacionalista [y] homenaje de mexicanidad”, o asignarle el valor de contener  “el sentido preciso de la historia mexicana”, el claro “trazo imperativo” para los poderes públicos o la única fuente y síntesis de la experiencia jurídica. 

La Carta Magna no da para tanto… pero sí para algo: al menos se usa de referencia de legitimidad y es un espacio para que más o menos se logren hacer evidentes los proyectos políticos; sí contiene orientaciones sobre la experiencia jurídica y al mismo tiempo es un reflejo parcial de lo que aspiramos ser como nación.

Créditos Finales
Dos textos de los que saqué ideas:
-"Cursilería y Constitucionalismo" de Jesús Silva-Herzog (aquí)
-"Historia anticonstitucional de México" de Catherine Andrews (aquí)

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