jueves, 13 de marzo de 2014

La alegre corresponsabilidad por humanizarnos: Jane Austen.

La humanización del mundo es tarea de mujeres y hombres. No hay auténtica «actividad humana» si no interactúan en ella lo masculino y lo femenino. Las celebraciones sobre la mujer, nos ayudan a recordar el papel de ellas, pero también la responsabilidad de ellos. Como suele decir Alicia Ocampo (@AliceOJ) se trata de una «alegre corresponsabilidad». Es en este contexto donde quiero enmarcar lo que he encontrado en un pasaje de la vida de Jane Austen, la autora de «Pride and Prejudice» y de «Sense and Sensibility» entre otros.

Prima Eliza, Comtesse de Feuillide
Sus novelas, publicadas entre 1811 y 1815, se convirtieron muy pronto en clásicos de la literatura inglesa. Ya eran muy conocidas en la Inglaterra de la Segunda Guerra Mundial; de forma que, Winston Churchill, durante un período de recuperación de una enfermedad en 1943, escribe lo siguiente:
«Los médicos intentaron alejarme el trabajo de la cama, pero no los dejo. Me han repetido «No trabajes, No te preocupes» hasta el punto de que decidí a leer una novela. Hace mucho tiempo había leído «Sensatez y Sentimientos» de Jane Austen, así que pensé en leer «Orgullo y Prejuicio». [...] ¡Qué vida tan apacible vivían estos personajes! No les preocupaba la Revolución Francesa, o la lucha de las guerras napoleónicas. Sólo les importa los modales con los que controlan las pasiones naturales del mejor modo posible, al mismo tiempo, las finas explicaciones sobre pequeños incidentes»
En efecto, durante el arco de vida de Jane Austen se sucede la Revolución Francesa, la guillotina de  Robespierre y las guerras Nepoleónicas con más 300 mil bajas en el ejército inglés. A pesar de ello, las novelas de Austen, publicadas y ambientadas en esa época, parece que suceden ajenas a su tiempo. Su entorno es casi doméstico. Se desarrolla en bailes, en la vida del campo, en las parroquias, en noviazgos y en búsqueda de matrimonios felices.

Pero la vida de Austen fue todo menos encerrarse en una caja de cristal. Su padre contaba con una amplia biblioteca bastante completa de la que sabemos que leía mucho . Su tía Philadelphia emigró a la India, pero no dejó de enviar cartas y productos a su familia en Inglaterra. Una de sus hijas tía Philia, Eliza (aquí), prima de Jane, se casó con un francés de cierta aristocracia que la hizo Condesa. Cuando Francia abolió la Monarquía a favor de la República, las preocupaciones de su prima eran conocidas y vividas de cerca por la familia Austen que ofreció  refugio a su prima Eliza. Cuando Jane cumplió 20 años, a Eliza y a su esposo les fueron confiscados sus bienes -la familia Austen había invertido en esas tierras-. Pocos días después, el Conde murió guillotinado. Para una mujer de su época, Jane Austen conocía excepcionalmente de cerca lo que sucedía en el mundo en que le tocó vivir.

¿Entonces por qué  sus novelas se reducen a escenas de la vida privada y pasa de largo de grandes sucesos de su época? ¿Por qué parece que vive en el mundo que envidiaba tanto Churchill, casi 100 años después? Quizá por que le importaba demasiado poco, o quizá –es lo más probable dado su relación con Eliza- se deba a que conocía de primera mano lo que sucedía.

Las novelas de Jane Austen sólo son en apariencia superficiales: a los personajes se les exige seriedad, buen sentido, valor, juicio certero, fortaleza (aquí otro post del blog al respecto). Quien no cumple con esos estándares es víctima de la aguda sátira de nuestra autora. En las novelas sentimentales de su época, herederas de la ética de Rousseau y Hume, los héroes y heroínas eran personalidades frágiles y volátiles, propensos al desborde emocional, a la lágrima, a desmayarse y a temblar de angustia. A morir por un amor o a volverse locos por una traición. Para Jane Austen esa sentimental sensibilidad era una maquillaje de hipocresía, de poca calidad humana; una máscara fundamentalmente egoísta que impedía el verdadero carácter, juicio y temperamento necesarios para enfrentar los rigores de la guerra y la lucha por lo que vale la pena.

Los personajes que cambian la historia –los que enfrentan eficazmente a Napoleón, por ejemplo- han de tener un carácter sólido y equilibrado, deben juzgar correctamente, sentir adecuada e intensamente y disfrutar de la presencia de los otros. ¿Y cómo se forman personas así que serán capaces de humanizar la sociedad en la que viven? Jane Austen no lo duda: tomándose en serio las exigencias del pequeño mundo de las relaciones familiares y de amistad. Sin ese punto de partida, estaríamos como a la espera de la función digestiva después de habernos cosido la boca; sería como extirpar el órgano y exigir su actividad. 

Hasta hace poco el espacio privado se consideraba como el ámbito propio de la mujer. Hoy sabemos que no es así. Pero no se trata sólo de que ella salga a la vida pública o que el varón también se comprometa con lo privado, aunque en parte sí lo sea. Se trata de tomarnos en serio todos los recursos humanos en todos los ámbitos humanos comenzando por los fundamentos: tomarnos en serio las exigencias de nuestra pequeña vida privada.

Dedicatoria de «Love and Friendship»: para prima Eliza.

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