jueves, 22 de enero de 2015

Llegar a casa: lecciones del beisbol


Nací frente al estadio de los Tomateros. Curiosamente uno de mis primeros recuerdos infantiles es en el estadio Ángel Flores: mi padre me cargó para brincar de gusto por que Culiacán había quedado campeón. Y aunque no puedo declararme el aficionado más comprometido de esta franquicia beisbolera, sin duda lo que he aprendido de este deporte y las lecciones que me han dejado, se las debo al equipo guinda. Así que desde que se fijó la final entre Tomateros y Charros, puse por escrito cuatro lecciones de vida que he recibido en el contexto del beisbol. No necesariamente son exclusivas de este deporte, pero en mi caso sí que puedo reconocer haberlas recibido gracias a esta afición.

1. Preocúpate por tu acción, no por el resultado. Jugué beisbol de niño. Era más bien malo: no pasé de noveno bat, ni jugué otra posición que el jardín derecho donde había menos posibilidades de que llegara algún batazo. Mis amigos decían que no le pegaba ni al mundo amarrado y lanzado de globito. Lo único que hacía razonablemente bien era el toque de bola y correr. Y eso era lo que hacía. Mi entrenador me enseñó que lo único de lo que podía preocuparme era de cómo tomar el bat y matar la bola en la dirección deseada. Y a correr. Él me enseñó que si me preocupaba por lo que hacía, y lo hacía bien, el resultado ya llegaría. 

2. No le tires a todo, aunque venga strike. Con ocasión del centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial hablábamos de lo difícil que es prever las consecuencias reales de un conflicto y lo complicado que es controlar la escalada del desencuentro. Por eso, los conflictos hay que elegirlos bien. «Pocos y que valgan la pena. Ya sea por el tema, por lo que sacaremos de ahí, por cómo quedará dañada una relación, por lo que realmente podemos cambiar del problema, etc.[...] No todo pleito vale la pena.» Por eso, como sucede en el beisbol, no hay que tirarle a todo lanzamiento aunque venga strike. No hay que dejarse ir por todo, aunque suene atractivo.

3. El juego termina con el out 27. Es tan evidente que parece bobo decirlo. Si todavía no termina el juego, aún así, el otro equipo que va ganando debe terminar la tarea, no puede dejar simplemente que pase el tiempo, no puede esconder la pelota, no existe enfriar el partido. Debe lanzar una y otra vez hasta el último out abriendo una oportunidad a cada bateador contrario. Así que mientras llega, una paliza se puede borrar (Culiacán, por ejemplo, remontó 7 carreras en el primer juego de la semifinal, ganó la serie a pesar de ir perdiendo 1-3 en partidos; y ayer los Charros de ir perdiendo 11-2, remontaron hasta terminar 11-8). Mientras no caiga el último out, no se puede dar uno por vencido, ni tampoco puede asumir que ya ganó. En negocios pasa algo parecido, no has ganado nada sino hasta que tengas el dinero en tu cuenta.

4. Ten paciencia para el drama. En el beisbol no hay reloj y demanda paciencia. Al igual que el trabajo del que más orgulloso estemos o de la relación de amistad que más apreciemos, el beisbol premia al que sabe poner toda su atención para ver por dónde viene su problema y sacarlo de hit. Si se es lo suficientemente paciente y sagaz, se podrá avanzar hasta llegar a casa. El beisbol es el único deporte en el que se anotas llegando a home y ganas si llegas a tu hogar en más ocasiones que el contrario.



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